viernes, diciembre 28, 2007

no quiero perderte

You're gonna lose that girl

Help! es un grandísimo disco y una película, seamos claros, prescindible, aunque muy divertida, si te gustan los Beatles. Está lleno de maravillosas canciones, de las cuales, hoy traigo esta pieza excelsa de pop que se llama Vas a perder a esa chica. Los Beatles tenían esa cosa de buenos colegas que no tiene ningún otro grupo. Te avisan si ven que la cosa no va del todo bien. En plan, tío, o espabilas o ese tesoro de piernas vertiginosas y pechos infantiles se te pira. Siempre me fascinó de esta canción ese juego de preguntas y respuestas; John canta y George y Paul le lanzan las respuestas al texto y en el puente, hala, los tres a cantar a voces. Una canción que es una auténtica gozada para cantar.
Yo me lo he pasado pirata grabándola y le he añadido un poco de picante en las guitarras (por primera vez en decenios, no hay guitarra acústica) y he puesto alguna vocecilla extra y he alterado un poco el fraseo en algunos versos, para adaptarlo a mi estilo vacilón. El bajo, aunque no se distingue, pues es una versión un tanto grunge, es muy walking bass, lleno de notas de transición y de relleno. Y de la batería, Vanitas, ¡qué quieres que te diga...!

Es una canción molona y alegre qcon la que me gustaría desearle un año nuevo venturoso y vacilón a todo quisque, pero especialmente a los que vengan y escuchen este temazo. ¡A bailar se ha dicho!

Aquí la puedes bajar, si te mola:



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Listening to: Fastball - I Get High
via FoxyTunes

No quiero ni pensarlo, Aivlis Zaguf, reina de las morerías orientales, diosa de mis sueños, no quiero ni pensar que vaya a perderte de nuevo.

Vale, de acuerdo, nunca te he abierto la puerta de tu lado cuando vamos a subirnos al coche, pero es que tampoco creo que sea tan importante eso de abrirle la puerta a la mujer, ¿no? ¿Es que no sabes abrirla tú? Me parece que no es tan difícil, bonita, y no creo que nunca te haya hecho un pegatino. ¿Qué no sabes lo que es un pegatino? Sí, Aivlis, es como lo que hacíamos los de la pandilla con las señoras de mi barrio que nos caían mal: poníamos mocos ocultos en la manija de su lado en el coche. Yo, sencillamente, no te abro, porque no quiero que creas que para mí eres la típica tía inútil que lo único que le importa de los coches es que sean rojos; no, yo sé que tú sabes perfectamente muchas cosas de los coches, entre otras, cómo se abre la puerta.

Te quejas de que entro en los sitios antes que tú, sin sujetarte la puerta, pero es por protegerte, encanto, no quiero que haya malas personas, o seres desagradables que te pillen desprevenida. Así si hay un ataque, por ejemplo, de un experto en artes marciales, o de un enfurecido mapache, yo repeleré la agresión. Porque yo soy cinturón negro trigésimo dam de cárate (¿dices que con “k”, se escribe con k, seguro...?) y soy experto en lucha cuerpo a cuerpo con criaturas salvajes del mundo desconocido, cosa que tú... en fin, no hay más que ver la torpe figura que compones en la carrera desaforada o en el lanzamiento de palitos a tu perro Lucas. Un perro, déjame decirte, bastante afeminado, por cierto. Y no tengo nada de canhomofóbico, es solo que es un perro bastante gatita, por decirlo de otra manera.

Otra cosa que no acaba de convencerte es el que nunca me ponga del lado del tráfico cuando paseamos, o que no te coja las bolsas cuando vuelves de la compra en el súper de El Corte Inglés. Deja que te diga, aun marginalmente, que no es el mejor sitio, El Corte Inglés, para comprar las habichuelas, darling, sería más sensato cualquier otra franquicia, una decisión mucho más racional. Piensa en Lidl, Dia, Maxcoop (mejor y más cerca), o al menos, valóralo... Pero no es eso de lo que estábamos hablando, ¿verdad? Es de que no te ayude con las bolsas. No es falta de caballerosidad, claro, mujer, yo soy un caballero, pero me gusta ver cómo balanceas tu cabecita y cómo tu cuerpo tiende a la estabilidad precaria. Es bonito verte intentando mantener a duras penas la verticalidad. Es cuando abocas a una persona a una situación límite cuando saltan a la vista sus mejores –y peores- cualidades.

Y es así, viéndote al borde de la pérdida de la compra, con las hojas verdes y poco atractivas del puerro basculando, con la piña tropical amenazando con vencer el plástico verdiblanco de las bolsas, con los botellines de cocacola-zero (traición intolerable a mi espíritu pepsi-maxero) tintineando en una bolsa extremadamente tensa, con las asas de las bolsas clavándose hasta casi atravesar la epidermis de tus dedos-magia, es así, digo, cuando mi amor por ti se multiplica exponencialmente, siendo el resultado mucho más apreciable, seguramente, que si me limitara a ayudarte en tu penoso paseíllo.

Te disgusta de mí que no quiera bailar contigo esa horrible canción se Sabina, la de “quién-meha-roba-doel-mesdea-bril”, pero es que nadie debería bailar jamás esa canción (ni esa ni ninguna de ese farsante oportunista), porque si así lo hiciéramos, mi querida mariposa fugaz, tus deliciosas y suaves axilas, pasarían a ser sobacos, tus pies blancos y besuqueables, los que yo adoro acunar en mi regazo, se tornarían en pinreles con olor a queso rancio (a cualquier clase de queso, en realidad); tu dulce rostro in6teligente y urbano enmarcado en tu melena rubia, sería de pronto tu jeta gafotas, y ya no haríamos el amor, sino que follaríamos aunque, bueno, esto último no me importa demasiado, podríamos hablarlo, si quieres. Pero tu aliento cálido y seductor sería, de repente, ¿no crees que el rape tenía demasiado ajo?. No, amor mío, lo siento, pero no bailaremos a Sabina porque no quiero que desaparezcas, desplomándote, del pedestal que he construido para ti. Te quiero diosa del sexo, no guarrilla facilona.

Tampoco te mola que mi postura vital, política, si quieres, sea tan poco progresista y tan poco de hoy día. Soy un irritante criticón que no está en contra del cambio climático (por cierto, cariño, eso de estar contra el cambio climático ¿cómo se hace? Y sobre todo, ¿sirve de algo estar en contra? ¿Hay alguien a favor?), que no odia a los americanos, que no se divierte bebiendo, que detesta los restaurantes donde en vez de servir, emplatan, (no me hagas ir a otro, por favor), te molesta que me caigan bien los polis y los picoletos y los soldados, y que me caigan mal los que hacen monólogos, los periodistas deportivos y los conductores de autobús de líneas interurbanas.

Te ríes de mí por mi impericia con las tecnologías, las nuevas y las viejas, y el hecho de que no sepa chatear con el móvil (de verdad, ¿es necesario?) te saca de tus casillas. Tampoco soportas que no quiera visitar los “myspace”, o los links de YouTube o de felicitaciones virtuales que me mandas, pero es que soy terriblemente perezoso con eso del correo electrónico. A mí lo que me gusta del e-mail es que llega rapidísimo, pero odio que me incluyas en tus listas de distribución y que no me escribas a mí y sólo a mí, porque yo te escribo a ti y solo a ti.

No te gusta el tacto de mi ropa. Tú tienes ropa buena y la mía es de Carrefour y del mercadillo. Todo lo que supera los 10€ me parece caro. Los últimos 3 vaqueros que he comprado me han cosatado 7 pavos y compré 4 camisas por 18€. Una de rayitas, otra lisa y dos de cuadros. 4 boxer (2 blancos y dos negros) de esos pegaos, monísimos, por 8 machacantes. Tendrías que ver cómo se marcan mis nalgas decididas en semejantes calzoncillos cuasi-intravenosos y cómo emergen mis muslos, peludos, fuertes y firmes, de los agujeros para las piernas. No te gusta cómo me visto, y yo lo intento, pero lo siento, no consigo que me importe una mierda la ropa que llevo. Me basta con que no se me vean las pelotas y los lamparones se disimulen bien. Y eso no te gusta.

Nunca llevo colonia. Jamás. Y no me gusta que te pongas demasiada. Ni siquiera el desodorante que uso, o el jabón con el que me ducho, están perfumados. No me gusta oler a cosas, me gusta oler a mí. Y me gusta que tú huelas a ti, a mujer, no a colonia, de verdad. Tu aliento, tu sexo y tu risa son el aroma más delicado del mundo. Y son tuyos.

Lo que no entiendo es que, disguntándote tantas cosas de mí como te disgustan, mi querida Aivlis, me pregunto cómo es que aún tienes ganas de que nos conozcamos.

Y lo haremos. Un día de estos, cojo el AVE y planto allí. Por éstas. ¡Muacks!




¡ ¡ f e l i z 2 0 0 8 ! !

jueves, diciembre 13, 2007

cuento (y esencia filosófica) de la navidad

ACTUALIZACIÓN DE LA

ACTUALIZACIÓN IMPRESCINDIBLE E INSOSPECHADA

Me manda mi querido compañero Jorge, de Directo a Casa, el complemento visual que le faltaba a este post para que podamos considerarlo un post verdaderamente navideño y propio de estas fechas tan cálidas:
una bonita y emotiva imagen del portal de Belén
enjoy it!


Pensaba que esto era gracioso y todo eso, pero ya he visto que, como decía el Fosfous, es de esos correos que vuelan como la pólvora, así que dejo la actualización reducida a su mínima expresión. Porque aunque circule por todas partes, no deja de tener su gracia, hombre...

Happy Xmas (war is over)



El divino John escribió esta canción de Navidad y debió quedarse muy a gusto. Porque es una preciosa canción, sencilla, armoniosa y entrañable, que habla de las cosas que hablan las canciones de Navidad. Habrá a quien sorprenda oírme cantar algunos de estos versos (war is over if you want it y cosas así), pero yo me hice pacifista con John Lennon. Luego, al crecer, me he dado cuenta de que el mundo entero, salvo algunos mendrugos (Stalin, Hitler, Franco, Castro, Sadam) es pacifista y que ser pacifista es una seña de identidad tan meliflua como ser humano. Y nadie presume de humano, ¿no? Pues eso. Hecha esta aclaración, vamos con la canción. Mi primer impulso fue reunir a los niños de la familia y hacer que cantaran conmigo el estribillo, o sin mí, pero luego pensé que eso me iba a llevar demasiado tiempo y estaba impaciente por colgar esta canción y dejar caer en el olvido el post anterior, porque la navidad es tiempo de paz. Y de terminar las guerras. Las mundiales y las particulares. Es de eso el espíritu de este post. En fin: guitarra acústica, mi vieja Epiphone, que sigue sonando a gloria, y tres guitarras eléctricas. Una arpegiando y ritmeando y otras dos, a voces, distorsionadas y haciendo de cuarteto de cuerda. EL bajo, limpio y sólido, y la batería, como siempre, mi talón de Aquiles, esperando a tener una tarde libre para que el_Vania me explique cómo coño hacer que la cosa suene bien. Las voces son muchas, dobladas y redobladas, sobre todo en la parte que tenían que haber cantado los niños. Sabreís cuál es en seguida, porque me oiréis desgañitándome y forzando la garganta más de lo aconsejable. Pero ahí están esas tres notas mortales un mi, un re y un do altos (en guitarra trastes 12, 10 y 8 de la prima, tiene huevos, eh?), dados con más o menos gracia, pero conseguidos. Eso no lo hace todo el mundo, de verdad. Bueno, la versión no es demasiado buena, pero me sirve para felicitaros, porque es lo mejor que puedo hacer por vosotros: cantar y callarme de una santa vez. Espero que os guste.

El que quiera unir esta canción a su CD de villancicos para estas fiestas, puede bajarla aquí:

Wolffo – Happy Xmas (War is over)

And so this is Xmas, (así que esto es la Navidad)
and what have you done (y bien ¿qué has hecho tú?)
Another year over (otro año que termina)
and a new one just begun. (y uno nuevo que empieza)
And so this is Xmas (así que ya es Navidad)
I hope you have fun
(ojalá lo paséis bien)
The near and the dear one
(los que estáis cerca y a los que quiero)
The old and the young (los viejos y los niños)

A very Merry Xmas ((Que tengáis una dichosa Navidad)
And a happy New Year
(y un feliz año nuevo)
Let's hope it's a good one
(esperemos que sea un gran año)
Without any fear
(sin nada que temer)

And so this is Xmas (así que ya es Navidad)
for weak and for strong (para los débiles y para los fuertes)
For rich and the poor ones,
(para los ricos y los pobres)
the world is so wrong (el mundo está tan equivocado...)
An so happy happy Xmas
(De modo que, Feliz Navidad)
for black and for white, (a negros y blancos)
For yellow and red ones,
(a rojos y amarillos)
let's stop all the fight (detengamos todas las luchas)

A very Merry Xmas…

War is over, (La guerra ha terminado)
if you want it (si así lo quieres)
War is over now
(la guerra ya ha terminado)

La verdad es que este año, no sé muy bien porqué, no me apecía nada que llegasen las navidades. Quizá por cómo ha estado mi corazoncito todo este año, lleno de vaivenes y dimes y diretes... Tal vez porque las navidades me han supuesto una carga de trabajo extra o por lo que fuera, da igual. El caso es que no me apetecían. Según se acercan, no obstante, empieza a cubrirme un manto acogedor y cálido que yo relaciono con la Navidad y se me empieza a quitar la tontería de encima.

La Navidad tiene, a mi juicio, bastantes cosas incómodas; no me gustan las bombillas que llenan las ciudades y pueblos, Papá Noel me da arcadas, Madrid se pone imposible a todas horas, los anuncios navideños (de los que asumo mi couta parte de responsabilidad) me estomagan y los villancicos de pandereta (que no las canciones de navidad) me atacan al hígado. Además, tengo un montón de recuerdos penosos asociados a las navidades. Pero, con mucho, lo que llevo peor de las navidades son los antinavideños. En esto me pasa como con los toros; no me gustan, y me da mucha pena de los toritos, pero joder, no aguanto a un antitaurino, en serio.

Estoy harto de esa gente que sale en la tele, o se acoda en la barra del bar y empieza a decir que si es una fiesta del consumo, que si la jerarquía del Vaticano, que si las multinacionales o que si sus cojones en vinagre. Pero ellos son los primeros que, como auténticos imbéciles, el día 31 se lanzan a la calle con el admirable propósito de cogerse una merluza del quince y divertirse por decreto ley, bailando con un gorrito ridículo una cosa de esas que se baila haciendo lo del trenecito. ¿Conga... eso es una conga? Venga pues conga.

Esto de la conga me lleva a que sólo es admisible la conga si la persona que te precede tiene un buen trasero y se le puede arrimar la cebolleta o palpar en caso de que no tengas cebolleta. Aunque bien mirado es más cebolleta lo vuestro que lo nuestro, que se parece más a lo que viene siendo el nabo. Solo si existe esa posibilidad, la del magro o arrime, puede una persona decente justificar su participación en una manifestación de tan lamentable mal gusto. Una vez, en una fiesta de fin de año, yo participé en una, pero es que estaba Ana Diosdado en el último lugar de la fila, con su culo llamándome a voces y yo, fíjate, hablaba con su marido, Carlos Larrañaga, en ese momento; me contaba el pollo lo divertido que es hablar de curas delante de un cura sin saber que estás hablando con un cura (cosa que, apunto marginalmente, de divertido no tiene nada) y cuando vi las amplias caderas de su mujer, Ana, bambolearse al ritmo de la Conga de Jalisco, le dije al tipo:

- Colega, en serio –mentí- es interesantísimo lo que cuentas, y me encantará que me hagas un resumen y me lo mandes por e-mail a esta dirección wollfo, arroba, estoesfalsopuntocom y ya te contesto y te hago un análisis morfológico y semántico si quieres, pero deja que le voy a tocar el culo a tu señora

Si he de decir la verdad, a partir de e-mail ya no me oía, por eso fui tan chulito y gracioso... Me puse tras el rotundo trasero de Ana Diosdado y coloqué mis manos como las colocaría cualquier buen magreador: una en cada moflete. Ella se volvió y me abofeteó sin ceremonias.

- Disculpa - me dijo -, pero me he dejado las ceremonias en casa.

Yo acepté sus disculpas, que eran preciosas, de acero con incrustaciones de lapislázuli y afronté la conversación sin ambages (y no, lo siento, pero no voy a decir porqué en ese momento no quise meter a mis ambages en la conversación).

- Ana Diosdado – le dije – sé que no os gusta hablar de proyectos mientras no estén bien atados, lo que equivale a decir que todavía no tenéis agarrado al productor por los huevos para que os pague, pero como yo soy así de cachondo, ¿en qué proyecto estás trabajando ahora?

Ella levantó su mirada despistada y, bien porque el hombre que vio entonces (frente despejada, peinado de fibra de carbono, mirada noble, mentón decidido y corbata de Hermés) le pareció sumamente atractivo, o bien porque yo no le gusté nada, se fue sin contestar y yo, solo otra vez, me di a la bebida.

Me di a la bebida como antes me había dado a Ana Diosdado. Con fruición, imaginación y cabezonería. Me di a la bebida y me di un trompazo con la barra del bar cuando me falló la mano que sujetaba mi cabezón dormido que, oh, sorpresa, despertó con el impacto.

Fui a levantarme, pero algo falló en todo aquello. Una descoordinación fatal, una especie de colapso (qué palabra tan bella: colapso...) en mi sistema motriz (bastante buena, también, la expresión sistema motriz, ¿eh?), derramó (caramba...) mi borracha osamenta (estoy inspirado, ¿eh?) por el suelo del local. Repito la frase sin incisos, para que podáis apreciarla en toda su belleza: una descoordinación fatal, una especie de colapso en mi sistema motriz, derramó mi borracha osamenta por el suelo del local (vaya, dicho todo seguido, no suena tan bien como a cachitos). Es como si mi cabeza hubiera despertado, pero el resto de mí seguía sumido en un alcohólico letargo y no respondía a los impulsos nerviosos de mi cerebro. Me he documentado y he visto que eso se llama Síndrome de Fault-Sogull[1].

Desde el suelo miré a mi alrededor. Mis piernas no respondían, pero mi estómago empezó a mandar señales de alarma. Antes de que mi Fault-Sogull me permitiera reaccionar, empecé a vomitar de manera generosa y ya no recuerdo más.

Desperté en un taxi, aparcado junto a una especie de vertedero que, mira tú por dónde, era un vertedero de la mejor especie. Los rayos del sol entraban, perezosos, por la luna trasera. En el asiento trasero se encuentra uno bastante bien, si uno es hábil buscándose. Pero no es mi caso, queridos. Yo me encuentro muy mal, me duele la cabeza, la boca me sabe a pies y me duelen todas las articulaciones. Todas. Hasta la de la picha.

- En la picha no hay articulaciones - me dice la taxista - y menos en la tuya, que la he estudiado bien.

Un momento. Esa voz bien modulada. Ese tono seguro y pícaro. Esa inteligencia y cultura denotantes... Tiene que ser Ana Diosdado, conozco demasiado bien su voz. Pero la taxista se da la vuelta y no es Ana Diosdado, sino María Teresa Fernández de la Vega, que me mira picarona ente los reposacabezas de los asientos delanteros.

¿Veis? A eso me refería. La Navidad es madre de escenas terroríficas (borracheras monumentales que no tienen nada de agradables, polvos involuntarios con gente repulsiva, peleas estúpidas, accidentes de tráfico) pero sé que, cada año, y este año, a estas alturas de post, ya empiezan a apetecerme, me apetece levantar la copa por vosotros y desearos, con una enorme sonrisa, una muy feliz Navidad.

Que las disfrutéis a vuestro rollo y, como soy un maldito egoísta, a ver si alguno de vosotros se acuerda de mí cuando suenen las campanadas. Sería un detallazo, en serio.

¡Feliz Navidad!



[1] Fault-Sogull, por cierto, no era un científico, sino una especie de mecenas que quería que le pusieran su nombre a una estrella o algo así, pero el equipo de astrónomos que contrató, eran en realidad, astrólogos. Es el peligro de tener dinero y no haber leído un libro en tu vida: te la dan con queso. El día que, harto de soltar pasta y no obtener resultados fue al laboratorio a ver cómo trabajaban los supuestos científicos, los encontró beodos perdidos. Intentaron escapar, pero, como a mí en la historia que hoy refiero, sus cuerpos no respondían a sus impulsos cerebrales. Fault-Sogull asesinó a los cinco supuestos científicos en el laboratorio, en una orgía de sangre y crueldad que aún recuerda el departamento de policía de San Francisco. De ahí viene el nombre al síndrome. Un poco de culturilla de crucigrama no viene mal, hombre...



lunes, diciembre 10, 2007

Julia (vuelve a tocarme, por favor)



Half of what I say is meaningless
But I say it just to reach you,
Julia

La mitad de todo cuanto digo carece de sentido, pero, ¿lo entiendes?, lo digo sólo para llegar hasta ti. Si te siento alrededor, mi amor soñado, solo quisiera coger una guitarra y cantarte y conseguir que, por un minuto, sólo un maldito minuto, olvidaras toda la mierda que flota en el espacio que respiro y volvieras a escucharme y a mirarme como entonces. Como cuando era para ti un diosecillo menor, un hombre admirable, el sujeto de tu amor. Y tal vez, de ese modo, reúnas las ganas de escucharme, acaso por última vez, y me dejes contarte qué es lo que sucedió. Porqué murió todo.

Julia, Julia, oceanchild, calls me
So I sing a song of love, Julia
Julia, seashell eyes, windy smile, calls me
So I sing a song of love, Julia

Mi amor, mi niña… ¡nena! ¿eres tú quien me llama? Acerco, pues, mis pies a tu orilla, nena mar, y pasearte y rodearte y temerte y admirarte, será todo uno; susurrarte palabras inciertas, frases certeras, hacerle una segunda voz al rumor del oleaje que son tus idas y venidas y entonar junto a ti la canción eterna del abandono cruel, será el consuelo que el tiempo me brinde; y sentir una vez más sobre mi espalda la mirada de caracola de tus ojos semicerrados, será mi señal, como cuando ladeas la cabeza y tu pelo travieso y tu sonrisa brisera y refrescante me dice que este – y no otro- es el momento de hacerte el amor. De notar que te corres al sentirme, feliz y aventurero, indagando en tus adentros y me sorprendes con una avalancha de ganas de mí. Por eso te canto esta canción de amor.

Her hair of floating sky is shimmering, glimmering,
In the sun

Julia, Julia, morning moon, touch me
So I sing a song of love, Julia

He visto tu pelo, cielo ingrávido, flotar sobre la almohada; lo he sentido tenuemente brillar sobre mi pecho y he aspirado el olor del principio de todos los tiempos entre sus rayos inmensos y amarillos. La mañana en que desperté a tu lado, mujer de espalda despejada, de vientre de arena, de voz sureña y cadenciosa, la mañana en la que la luna no quería esconderse, y se lamentaba de no poder brillar eternamente, esa mañana juré a todos los astros del cielo infinito, que así como ellos eran de inalcanzables para mí, sería tu amor de inagotable para mi corazón-basurero. Porque guarda lo que tú ya no quieres, lo que tú has tirado al pozo del olvido, para recrearme siempre, para ser dichoso, acaso un segundo, al recordar que lloraste desnuda en mis brazos desnudos. Por eso te canto canciones de amor, claro.

When I cannot sing my heart
I can only speak my mind, Julia
Julia, sleeping sand, silent cloud, touch me
So I sing a song of love, Julia

Hum hum hum...calls me
So I sing a song of love for Julia, Julia...
Cuando no pueda hablar con el corazón, y solo pueda decir lo que pienso, será entonces cuando todo haya terminado. No eres mi fantasía, arenal durmiente, no. Eres la experiencia más real de mi alma disparatada. Aun cuando callas, aun cuando otorga tu ausencia sentencias terribles para mi garganta herida, aun siendo la nube silente que, enfadada, todo lo nubla... eres la nube que da sentido al cielo, y hace que el despertar del sol o su ocaso sean un espectáculo digno de verse. El contrapunto a la limpieza mentirosa del cielo que tanto nos hace cantar.

Tócame, por favor, tócame.

Que tus manos vuelvan a medirme y a respirar por no ser pequeño ahí debajo. Que tu pelo vuelva a recorrerme de arriba abajo y que la cara interna de tus muslos recuerde cómo me abrazaba y me acariciaba y me apretaba y me quitaba la vida; que tus pechos, alegres y verbeneros, vuelvan a querer introducirse entre mis labios voraces y agradecidos por el festín carnal y divino; que tus nalgas suaves, blancas y cálidas vuelvan a fortarse con mis caderas pidiéndome acción. Tócame una vez más, por favor. Por eso, amor mío, solo por eso, te canto esta canción de amor.

(La canción es de John Lennon, y fue grabada en el Album Blanco de los Beatles. La canto solo con guitarra acústica y voz... y todo lo que llevo dentro)

Me recuerda Fray Barriga que no he puesto el enlace para bajar el trema. Pues eso, que puedes bajarla aquí:

lunes, noviembre 26, 2007

el amor de las estrellas; una historia para wendeling.

Starman

En 1972, Bowie, el gran Bowie pueblica el maravilloso Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars, un trabajo de esos que nos anuncian la llegada de un diosecillo talentoso al mundo del pop. Bowie es uno de esos hombres que me hacen dudar de mi masculinidad. Cuando le veo en la tele, en una foto, donde sea, no puedo dejar de mirarle. Me atrae terriblemente, me fascina visualmente. Aparte de eso, es un artista de los pies a la cabeza. El camaleón es el hombre moderno por excelencia de la segunda mitad del siglo XX, y el músico que más y mejor ha investigado, y encontrado, las fuentes de la modernidad. Esta canción es maravillosa, por mucho que yo me haya empeñado en fastidiarla con esta versión con sobrepeso. No os engañéis, es un sobrepeso causado por las toneladas de respeto, cariño y entusiasmo que me provocan la canción y su autor. Hay tres guitarras: acústica de 12 cuerdas (no me canso de ella), una eléctrica muy tratada, con flanger y otra distrosionada y pesada. El bajo delimita las fronteras de canción con un dibujo poderoso y andarín y la batería, en fin... hasta que no instale y aprenda a usar el regalo que me ha hecho el_Vania, estoy condenado a este sonido. Como soy yo, he convertido al canción, sobre todo la segunda mitad, en un festival de voces. Y en fin, no puedo dedicarla a nadie que no sepa todo lo que ocurre en las estrellas. Y esa persona es mi queridísima Wendeling, mi dulce maia, y, de paso, a sus dos preciosos soles, Esthel e Ithilien, quienes, Wen me lo ha contado, más de una vez han bailado con ella mis canciones. Va por vosotras, mis adorables maias. Espero que os guste.

Aquí puede bajarse la canción:



Nadie responde. Hay mucha gente alrededor, pero nadie parece entender lo que necesito. Necesito un hombre. Un hombre decidido que sepa mirar las estrellas, interpretar sus destellos y poner a mis pies sus augurios más poéticos. Necesito un hombre especial, al cabo y, ¿quién está a mi lado? ¡Wolffo! En fin...

Sé, por mis fuentes, que el contacto ha de verificarse en el tercer cuadrante, cuando Betelgesute se alinee con Riggel, el toro, y la línea imaginaria que une mis sueños y mis certezas sea apenas un hilo tembloroso.

Junto a mis hijas, maias menores para el mundo, y las más importantes en el mío, claro, miro al cielo nocturno del mediterráneo más occidental, cuando empieza a estrecharse. Esthel e Ithilien me miran inquietas mientras Wolffo, pesadísimo, no deja de asomarse a la ventana vigilando, con cara de fastidio porque lo único que le importa es que nos comamos el arroz en el momento justo en que él lo sirva, pero yo, Wendeling Wondelaia, la maia, hija de Wondelaia La Breve y de Prínciptus El Conciso no puedo estar a eso: mi labor es ordenar el cielo, nada menos, y necesito a un hombre, no a un tipo nervioso por que no me voy a comer el arroz caliente.

Mira las estrellas, Planeta Tierra, y date por servido. Tienes tu propia estrella calentando y llenando de vida tus entrañas y tus extrañas, tus adentros y tu superficie bebiendo, y me tienes a mí, interpretando el movimiento de los astros y esperando el advenimiento de Sommerset, el hombre definitivo. Esthel e Ithilien duermen bajo esa encina... parecen cansadas, pero no puedo evitar rellenar de vino rojo y vital el odre de mi cuerpo al verlas, hermosas, silenciosas y descansadas, en brazos de un sueño que sin duda necesitaban. Ya verás cuando le diga a Wolffo que se han quedado dormidas y que no van a probar su arroz.; se va a pillar un mosqueo...

Huele bien, la verdad; es una suerte tener un hombre que te cocine y te planche, aunque no lo haga del todo bien. Y que sea él el que se ocupe de que la nevera no se quede vacía y que piense en las comidas, aunque se ponga pesado. Ahora, que lo que sería la bomba atómica sería que además, conociese las estrellas, sus secretos y sus caprichos, como yo.

Mirando al cielo me pregunto cuándo vendrá ese hombre. El que sé que las estrellas me tienen destinado. Ese hombre justo, de corazón valiente y cariñoso con que toda mujer sueña. El hombre fuerte que me defienda del frío de la soledad; ese en cuyo abrazo me refugie las noches en que mi cuerpo necesite de su firmeza y sea capaz de sarisfacer mi apetito con entrega y sinceridad.

¡Hm...! Ahora se ha puesto a cantar... Starman, de David Bowie. Wolffo, a veces, tiene esos detalles: coge la guitarra y se pone a cantar en la habitación de al lado, pero yo sé, porque le conozco, que canta para mí. Se lo toma en serio, coge un papelito con la letra y me la canta sin decirme nada, pero pone el alma en cada nota: “there’s a staaarmaaan. waiting in the sky....” y casi le adoro cuando me hace esto. Aquí me tienes, mirando a las estrellas, esperando a mi hombre del espacio, con mis diosecillas dormidas al pie de una encina, el mediterráneo arrullándome y el cocinero cantándome El Hombre de las Estrellas.

Será, probablemente de estatura mediana. Estoy hablando del hombre que las estrellas me envíen. No me importaría que tuviera las orejas puntiagudas, como Mr. Spok, pero lo importante es que sepa quererme. Que me valore en lo que soy y por lo que soy. Quiero un hombre extraordinario. Para hombres vulgares, ya tengo al Wolffi... ¿ves?, ahora ha dejado de tocar, y espero que no sea... Sí, lo es. El sonido de la cisterna vaciándose es revelador. El hombre que las estrellas me traigan no cagará, con perdón. Será masculino, claro, pero no quiero que el amor se me caiga a los pies si entro en el baño después de él. Mi hombre se limitará, casi en exclusiva a quererme.

Ahora toca Space Oddity... Ground control to major Tom...” y pone esa voz de estar cantando en serio… A veces, cuando canta de coña, tiene gracia, pero es mucho más gracioso cuando canta en serio. Puedo ver su cabeza: está imaginándose en un local lleno de gente, que ha ido allí solo para escucharle. ¿Ves? Eso es lo que yo quiero. Quiero que mi hombre de las estrellas sepan mirar dentro de mi cabeza, que me penetre entre los ojos, que se meta tan dentro de mí que se adelante a mis deseos y caprichos...

Espera.

Mira.

Serpou, la estrella mensajera, me está haciendo señales. Dios mío, no lo puedo creer, es mi momento.

Esthel e Ithilien duermen y Wolffo sigue soñando con un auditorio imposible y nadie, excepto yo misma va a ver llegar a mihombre de las estrellas.

Un haz de luz, brillante, solitario y definitivo cae, perpendicular a mí, a sólo unos centímetros de mi cuerpo. El cielo se ha apagado y sóo existe este cilindro infinito que sube hasta las ahora escondidas estrellas.

Hay una especie de paquete regalo dentro del cilindro luminoso: me parece un poco cutre por parte de las estrellas, pero aún así, lo abro. Tiene una carta. Vamos a leerla.

“Querida Wendeling:

Tienes tu destino, el futuro que tanto has anhelado, en tus manos. Cuando termines de leer estas letras, abre el paquete y dentro verás la imagen de la persona que, desde siempre, y hasta el fin de los tiempos, va a estar cuidándote, queriéndote y entendiéndote.

Es una persona sensible, como tú. Alguien que sabe leer las estrellas y tus ojos: que te sabrá contenta, triste o nerviosa al mismo tiempo que tú te das cuenta. Que querrá a tus soles, Esthel e Ithilien, exactamente igual que los quieres tú.

Si eres justa con esa persona, dulce maia, jamás te decepcionará, porque la maldad no cabe en su corazón generoso y entregado y siempre podrás con ella.

Sencillamente piensa que puedes contar con muchas personas en tu vida, pero la imagen de la persona que veas en este paquete es la imagen de la única persona que jamás te abandonará. La única persona de la que nunca podrás prescindir.

Cuídala y aprende a quererla. Porque, te juro ,i dulce maia, que es la persona más extraordinaria que hay sobre la tierra. Todos los que la conocemos o la hemos tratado lo sabemos. Sólo necesitas darte cuenta tú también.

Ámala, Wen.”

Wendeling abrió el paquete y al mirar la imagen de la que hablaba la carta sonrió un poco cansada. Luego miró, alternativamente a sus hijas, a la casa y al cielo. Sonriendo todavía, dejó caer el paquete al suelo, despertó a sus hijas, y se reunieron con Wolffo para cenar arroz frío y feliz. Wendeling estaba invadida por una fuerza nueva y, al tiempo, conocida.

Porque lo que contenía el paquete era... un espejo.

miércoles, noviembre 21, 2007

la insostenible sostenibilidad de la sierra del sostén

Seven bridges road

Una canción asombrosa, sin duda. La escuché por primera vez viendo un DVD de Eagles que me grabó mi amigo y compañero Sergio. Es un tema que, por lo visto la banda usaba para calentar las voces. Es increíble verles, antes de salir a escena cómo cantan así, como sin darle importancia. En esta versioncita mía toco con mi guitarrita nueva y nada más. Sé que estoy un poco pesado con el asunto de las voces, pero... pero nada, estoy pesado porque, queridos y queridas, voy a daros una noticia: soy pesado. Qué le voy a hacer...

Una de las peores consecuencias del cambio climático era, para Jeremías Glande, que su querida Sierra del Sostén, ese lugar idílico, ese icono de la comarca del Obvio Pastor, ese paraje testigo de paseos y hazañas de sus abuelos y padres, y que él, en parte, en su primera juventud, pudo disfrutar, ya no podía ser visitado. No podía pasar el testigo a su hijo. La Sierra del Sostén es un paraje singular cuya viabilidad medioambiental está siendo fuertemente afectada por la acción del hombre. Y esto, amigos, es, a día de hoy, indudable.

Jeremías Glande es un hombre, curiosamente, resbaladizo y calvo como un chupa-chups, de verbo fácil y sobacos poblados; está muy comprometido con su comarca y le gusta más una cámara que tirarse de cabeza (fálica testa, a fe mía) al río River, el río de la comarca. Para ser más exactos en la descripción del Jere, diré que tirarse de cabeza al río le gusta bastante.

Preguntamos al señor Glande acerca de la situación de la Sierra a día de hoy.

“Llegas a la Sierra del Sostén, obligatoriamente, después de atravesar la carretera de los siete puentes, una absurda carretera que avanza en zig-zag a través del río River. El zig-zag no es por salvar los caprichos de la madre naturaleza, no creas, sino para calmar los caprichos de la Plataforma Salvemos la Sierra, el primer grupo de presión medioambiental que vino a amargar la vida de los Obvios Pastores con su monserga. Antes de que la Plataforma viniera a fastidiarnos, había un camino de tierra, bastante apañadito, en serio, que te llevaba del pueblo a la sierra en cinco minutos. Estos cabrones llegaron con la cosa de que la gente iba mucho por ahí con los coches y que lo mejor era poner un peaje. A todo el mundo le pareció una buena idea: el dinero que se recaudara del peaje se usaría para el mantenimiento de la Sierra y tal. Al final, los ecoloplastas hicieron su puentecito con su peaje; el ayuntamiento, que no iba a ser menos, hizo un segundo; el Consejo de la Comarca, otro; la delegación provincial, que veía que se quedaba sin rascar bola, el cuarto; el gobierno autonómico, el quinto; el ministerio de medio ambiente, el sexto y el Cifuentes, que es un espabilao, y dueño de la finca por la que se accede a la Sierra, hizo el suyo propio. El resultado: con tanto peaje, ni dios va a la sierra, claro, pero es que con tanto puente sobre el río, los peces han huído y esto se ha llenado de unos mejillones rarísimos y es que el río ni se ve...

“... Luego llegaron los de Grinpís. Esos son muy pesados, en serio. Hacen lo que ellos llaman “actuaciones” y están muy orgullosos de sus patochadas. Los de Grinpís, lo que pretendían era que se declarase la Sierra como Lugar Libre De Asesinos, y que fuera prohibida la caza. He de decir que aquí ni dios caza, a no ser el que va a buscar caracoles o ranas para los estofados. Pero eso a los tíos les da igual. Hicieron una sentada frente al ayuntamiento y la gente ni caso, tú. Imagínate: doce tipos con aspecto de venir directamente de los probadores de Springfield y Lefties, sentados en el suelo, sencillamente hablando. Entonces lo tíos llaman a sus amiguitos de las teles y a otros colegas para darle más saborcillo a la actuación y repiten al día siguiente, esta vez con un centenar de extras y unos 50 periodistas deseando filmar algo más que a los de siempre dando la murga. Sucede que claro, en un pueblo como este, 150 idiotas en la plaza, molestan. El Hilario va con su tractor a poner gasoil y no le dejan pasar los jipis. Entonces el tío, que no se para en barras, pasa por encima del Escarabajo de uno de Grinpís y ya está montada. Un poco de ruido y ya sabes, ahora la Sierra es un Lugar Libre De Asesinos y allí no va nadie, pero, sin embargo, tres jipis de Grinpís viven a cuerpo de rey vigilando que nadie cace en un sitio donde nadie ha cazado jamás. Deberías ver el chiringuito que tienen montado...

“... Defensa del Olmo Castellano fue la siguiente oenegé que vino aquí, con perdón, a dar por culo. En la Sierra del Sostén, de hecho, no hay Olmos, pero eso importa poco, ellos defienden a los olmos (¿¡de quién!?, me pregunto yo) sobre todo, pero también a las encinas, los pinos, y el abeto canadiense. Se inventaron nosequé historias sobre el pinar y salieron en la tele enseñando trozos de corteza perfectamente normales pero diciendo “el monte se muere” y eso basta. Ahora hay un refugio construido en la sierra donde cuatro “científicos” de Defensa Del Olmo Castellano viven como marajás.

“... Los Amigos del Buitre fueron los siguientes. Esta es una comarca con una cierta tradición ganadera... No es gran cosa y las explotaciones son pequeñitas, pero suficiente para abastecernos de carne y vender un poquito por ahí fuera. Todos lo hemos hecho: se nos muere una res y se va a la sierra y se despeña. Los buitres se la comen y todos tan contentos. En cuanto pusieron los siete peajes (es que, colega, son 7 peajes en un kilómetro, ¿quién quiere pagar eso?) dejaron de ir a la sierra. Era más sencillo, y barato, enterrarla. De modo que los buitres se estaban yendo. En lugar de facilitar las cosas, y dejar que los ganaderos puedan pasar gratis y deshacerse de las reses muertas como siempre se ha hecho, se monta otro chiringuito conservacionsita: el Hogar del Buitre, una siniestra granja que se abastece con carne que traen de una carnicería de Madrid, donde se pone de comer a los buitres en comederos a los que solo les falta una servilleta de hilo y un sumiller. ¿No es de locos...?

La cosa no termina ahí: hay un portentoso Laboratorio De Estudio De Las Costumbres Primaverales De Las Mariposas, otro micológico, especializado en la Seta Simegustas (lean Tierra, de Stefano Benni) un servicio de atención al montañero, una Delegación de la Consejería de Turismo y Medio Rural del Gobierno Regional, La Mesa para el Desarrollo de la Rana Común, 35 guardas de distintas administraciones... una locura.

“Ahora, si alguien intentara acabar con la vida en la Sierra del Sostén, sólo mataría ejemplares de una especie: la humana y en número de 150 cabezas. Hay más gente en la sierra cuidando de que no vaya gente, que en el pueblo.

Y no creas que era un sitio paradisíaco ni nada. Es un sitio bastante feo, en realidad, que recibe su nombre porque, de toda la vida, era allí a donde iban los jóvenes para tener un poco de intimidad y, a veces, te encontrabas un sujetador enredado en un arbusto. Un sostén que, por la noche, y con la excitación del momento, no se conseguía encontrar. Ni siquiera puede llamarse Sierra. Nunca fue un paraíso; pero ahora es un infierno. Y es que algunos hombres, cuando te quieren joder, son terribles, pero es peor, mucho peor, cuando te quieren defender.”

Plano de Jeremías Glande caminando por la carretera de los siete puentes. Se va haciendo pequeño según se aleja. Plano de atardecer, bastante cursi, mientras suena una canción de Eagles. Suena bastante bien, aunque no la cantan los Eagles, sino yo.

Ya ve siendo hora de terminar. Venga, un pis y a la cama.

Bonito culo, ¿no es así?


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Listening to: Chopin - Vals en do sostenido menor Op. 64 nº 2
via FoxyTunes

martes, noviembre 13, 2007

algunas voces lejanas

I feel fine (a capella)

Cantar a voces es lo mejor. Cuando se reúnen unos amigos entre los que se da la cosa de que a todos les gusta la música, les gusta cantar juntos y les apetece pasarlo bien, pasan estas cosas. Eso ocurrió el pasado sábado en casa: seis amigos y yo grabamos, sin más instrumento que la pandereta, esta divertidísima canción de los Beatles. La canción, la conoceréis todos, es un tema gigantesco de John Lennon, optimista y marchoso (aunque a nsotros nos salió un poco lenta) que resume en su estribillo lo que es la felicidad: Ella está enamorada de mí (o bien, yo estoy enamorado de ella...) y yo me siento bien. Así de sencillo. Es un tema magnífico para cantarlo y genial para escucharlo, pero pocas veces me lo he pasado tan bien haciendo música como el sábado pasado. Gracias Nacho, Nico, Jordi, Dúrex, Mistargüelo, Jotadé y Wolffo, o sea, yo, por una tarde inolvidable. Desde luego, no salió a la primera, pero debe ser la sexta o la séptima toma, no más... ojalá se transmita lo bien que lo pasamos grabándola.

Harrison Ford no es tan buen tipo como parece. En realidad, apenas sabe comportarse en sociedad. Es sorprendentemente apocado y su conversación es ridículamente escasa. Puede hablarte horas, eso sí, de la granja de pingüinos que su familia tiene al sur de la Argentina. Al parecer, crían pinguinos policía porque tienen una encima en los cojones que sirve para hacer una crema de manos muy buena. Por lo visto, la crema hidrata muchísimo y es utilizada por las metetrices de los puertos pesqueros asiáticos para masturbar masivamente a los pescadores chinos, quienes encuentran muy divertida la masturbación comunitaria. Pero no es solo por diversión, sino que es algo profundamente cultural, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Es interesante esta historia, ya verás.

Un pescador fenicio descubrió, en cierta ocasión, hace bastante tiempo, en la época de antaño, más o menos, que si una china se la meneaba después de una mala faena de pesca, se iba a casa más contento que si no se la meneaban. Así que se lo contó a los otros pescadores fenicios que faenaban en aguas chinas y se convirtió en una costumbre. Cuando uno no pescaba nada, le decía a una china que le hiciera una zambomba y la frustración de volver sin peces a casa se tornaba en satisfacción por llegar con el churro exprimido. Poco a poco, los pescadores fueron dejando de lado sus obligaciones pesqueras, y simplemente se hacían a la mar para fumarse unos Fortunas y apretarse unas Sanmigueles con cortezas para, a la vuelta, hacerse con una chinita de buen corazón y ágiles muñecas y que le hiciera un zumba-zumba antes de volver a casa con una sonrisa bobalicona en el rostro. El misterio de los pescadores fenicios, ineptos felices, tenía a los pescadores chinos nerviosísimos, aparte de que las lesiones de muñeca empezaron a mermar las capacidades cocineras de las chinas cuyas manos, antes ajadas y cuarteadas de tanto manipular redes y aperos, aparecían ahora bien hidratadas y ya va siendo hora de terminar esta frase, que parece que se han olvidado los puntos.

Una de las mejores pajeadoras chinas, que se llamaba Mortimer, le contó a su marido el misterio: a los fenicios no les importaba no pescar porque las mujeres chinas de los pescadores chinos les hacían trabajos masturbatorios a mansalva. El chino, que se llamaba Hijoputa Sendasbolas tuvo visión de futuro. En vez de cabrearse y decirle a su mujer que dejara el tema, se disfrazó de china y aquel mismo atardecer se sentó en el puerto y se ofreció a un fenicio bastante feo, que se parecía a un pingüino (me refiero a uno de los feos, porque los hay bastante resultones), para darle el meneíllo, cosa que el fenicio feo aceptó de buen grado. Se arrepintió pronto pues las manos de Hijoputa no eran como las de las otras chinas: eran callosas, ásperas y grandotas y estrujaban el glande del fenicio desafortunado con entusiasmo, sí, pero sin tacto alguno. En fin, Hijoputa terminó de hacérselo al fenicio y guardó el lechoso resultado de la exprimida en un recipiente hecho con tripa de atún oriental.

Empezó a aplicarse la crema y vio que aquello funcionaba. Sus manos se hicieron suaves, esbeltas y bonitas. Hijoputa se hizo modelo de manos y salió en mogollón de pelis porno, en los los planos cortos, meneando penes y haciendo dedillos a clítoris agradecidos de actores y actrices porno que, si bien no disfrutaban nada follando y todo lo demás, esperaban el momento de la masturbación de Hijoputa con verdadera impaciencia, pues lo hacía muy bien.

Hijoputa no cobraba mucho. No cobraba lo mucho que podría cobrar, quiero decir, pues era muy cotizado, pero, a cambio, exigía quedarse con el semen de toda paja que hacía. Lo mezclaba con paté de atún y mejillones y hacía una crema hidratante asombrosa. A todo el que le aplicaba la crema hidratante le solucionaba el problema que tuviera en la piel: exfoliaba, ayudaba a cicatrizar, rejuvenecía la piel y en general, arreglaba la piel de todo el que se la aplicara.

Un día, volviendo a casa con un pedo del quince, le recogió un taxista turco en las cercanías de la estación de Praga.

- ¿A dónde?

- A casa – dijo Hijoputa, que realmente estaba cansado de tanta masturbación y deseaba volver a su china natal y tirarse a su mujer, que era más divertido, y que ella le hiciera una mamadita de esas que ella hacía tan mal... ahora que lo recordaba. Pero, para variar, que le hicieran cosas a uno, no estaría mal. El taxista turco resultó ser un pingüino, pero travestido, de modo que Hijoputa creyó que era una pingüina, en realidad.

Cuando Hijoputa levantó la vista y vio los ojitos de pingüina mirando por el retro, le entró un calentón y le propuso a la pingüinita que se pasara al asiento trasero. Ella accedió y se enrollaron. La pingüina era tan diestra en las artes amatorias, que a Hijoputa no le importó descubrir un grueso pene entre las aletas (como muchos travestís, estaba extraordinariamente dotado) y, en el paroxismo del sexo, se la meneó al pingüino.

Unos segundos después de que el pingüi se corriera, mientras se echaban un pitillito, irrumpió en el taxi Harrison Ford, sin tacto alguno, diciendo, siga a este coche, amigo, pero como ni la pingüina fraudulenta ni yo éramos amigos suyos, le solté una hostia así, de refilón en plena jeta, con la mala suerte de que mi anillo de casado le hizo un profundo corte en su cara tan americana.

-Ostrás... – declaró el astro del celuloide

Y a mí, como me dio pena, le acaricié la cara en plan pobrecito, y como la tenía pringada con leche pingüinil, milagrosamente, la herida sanó, sin cicatriz, ni nada.

- Colega, la cena me ha sentado de culo y tengo una acidez de cojones, ¿me darías un poco de crema para chupar?

Entonces yo le expliqué de dónde había salido la crema y después de asombrarse por lo bien que estaba caracterizada de pingüina el pingüino, vomitó con gran aparato digestivo y eructil, dejando el taxi hecho una pena. Pero no se arredró Harrison, no creáis, y supo ver la verdadera parte positiva: las asombrosas propiedades cosméticas y curativas de la lefa de pingüino.

Hijoputa, que se acababa de enamorar del pingüino que parecía una pingüina y que, en la vida social era un taxista turco en Praga, le propuso a Harrison Ford un negocio, con las siguientes palabras:

- Harrisonford, te propongo un negocio

Y el señor Ford, como un tonto, solo dijo:

- Te escucho, hijoputa

- Anda... ¿cómo sabe mi nombre?

- Ah... ¿lo sé...?

Al final, se pusieron de acuerdo. Y es así como la familia Ford compró una granja en el sur más sureño de la Argentina y empezó a criar pingüinos y pingüinas que surtían de materia prima a una fábrica de la crema de manos más famosa del mundo mundial: South Seminal.

Hijoputa Sendasbolas se asoma al mar cada anochecer y le parece oír voces, pero en realidad, sólo es una voz, reverberada por millones olas. Es la voz de su mujer, la china Mortimer, que otrora pajeaba fenicios en el puerto y se quedó sola y pobre en china y todas las mañanas salía al muelle y le gritaba al viento:

- ¡Hijoputaaaa....!

Y nunca obtenía respuesta. La verdad, a nadie le extraña.

lunes, noviembre 05, 2007

amor sin red; el drama -en dos actos- de conocer a Julio Robledales.

Antes de que tú me veas

Repito esta canción porque, en su día, estuvo colgada apenas unas horas. Me dio un ataque de intimidad y la descolgué. Creo que es una canción que muy poca gente puede soportar, pero es magnífica. Es una canción sincera hasta la desnudez, muy inspirada y con enormes valores poéticos y musicales. A mí me parecen seis minutos y pico de poesía sonora. Es de las mejores piezas que he escrito y, dejadme decirlo, porque nadie más que yo diría una melonada así, me parece una de las mejores canciones escritas en 2007.
Aquí, en WolffoMusic, encontraréis más info de la canción, la letra, en enlace para bajarla y todo eso. Disfrutadla, por favor.

acto primero

Georgina Rubio dejó escrito, el doce de enero de 2005 este comentario en el blog de Julio Robledales: “Precioso gatito. Si no habías tenido gatos antes, bienvenido al club y, si sí los habías tenido, parece mentira que te dejes embaucar así!! La música está muy chula. Besos

Porque Julio Robledales escribía un blog pasable (el post en el que apareció Georgina era uno sobre su gato) en el que colgaba versiones regularcillas tirando a malas de canciones magníficas interpretadas por él mismo.

A Julio no le importó que la frase “... parece mentira que te dejes embaucar así!!” no tuviese admiraciones de apertura, porque supo, desde el primer momento, que Georgina era distinta de todos los demás que escribían en internet. Georgina era una escritora de primera línea. El hecho de escribir “... y si sí los habías tenido...”, y usar el verbo embaucar eran pruebas suficientes para Julio.

Además, claro, Julio visitó el entretetenidísimo blog de Georgina y quedó asombrado de lo que leyó. En el año y pico que llevaba en el mundillo este de las bitácoras, había leído cosas graciosas, otras interesantes, cosas sorprendentes y todo eso, pero no había leído a ninguna verdadera escritora hasta que leyó a Georgina. Julio esperó al siguiente comentario de su recién descubierta escritora y éste no tardó en llegar.

El día 24 de ese mismo mes, 12 días después, dejaba escrito Georgina el siguiente comentario:

“A veces escribes tan jodidamente bien que me dejas de piedra. Eres desgarrador… a veces.
Besos envidiosos.”

Por entonces, Julio ya conocía, ya sabía de lo que Georgina Rubio era capaz y claro, quedó encantado. Siguieron así durante meses, leyéndose y comentándose abiertamente, pero amándose en sus fantasías secretas.

Julio Robledales estaba casado. Tenía tres hijos exigentes y una mujer despegada y desconcertante, un trabajo inestable y mal pagado y muchas, muchísimas ganas de amar y de lo otro: me refiero a ser amado, no a follar. Aunque, también, seamos francos, tenía unas ganas tremendas de follar. Casi, casi, tantas como de amar y ser amado.

Llegado un momento determinado, y dado que los comentarios de ambos en el blog del otro iban subiendo de temperatura, Julio escribió un primer e-mail a Georgina,, en el que le confesaba, con sinceridad, cursilería y en privado, lo muchísimo que le gustaba leerla (traducción: lo mucho que le gustaría tirársela) y la de veces que se quedaba imaginando ensoñaciones (otros le llaman pajas) al leer sus textos.

A pesar de lo bestialmente cursis que eran algunos pasajes de la carta (... tienes una fuerza desgarradora y un lirismo muy potente, y se adivina una gran mujer detrás de tanto talento...), Georgina le contestó con una encantadora, dulce, picante y talentosa carta que desarmó completamente a Julio.

Así, a los comentarios en los blogs, se sumaron pronto unos largos, dulces y procaces y malintencionados e-mails que fueron marcando un territorio nuevo entre ambos. Así fue como Julio se enteró de que Georgina tenía un marido y dos hijas preciosas (preciosas las hijas, el marido no era preciosa, sino gilipollas), de que necesitaba amar y ser amada tanto como él y bueno, también estaba necesitando, desde hacía años, un buen meneo.

Un día, ella le dio su teléfono y le dijo que la llamara, sólo por las mañanas, cuando quisiera.

Como puede imaginar cualquiera, llamadas largas, diarias y apasionadas se sumaron a los comentarios y mensajes de correo electrónico, además de ingeniosos, a veces, y otras veces sucintos sms’s de amor. Se daban las buenas noches y los buenos días por sms, se escribían un largo e-mail cada día y de una a dos hablaban por teléfono y, a veces, hacían el amor a 600 kilómetros de distancia.

Lo siguiente, para que el guión se cumpliera, era una cita. Una primera cita. Entre ambos, convinieron en que debía ser a la luz del día, en un sitio con gente y a horas poco peligrosas, por si alguno de los dos quería salir corriendo. Se habían mandado multitud de fotos, habían hablado de lo divino y lo humano, se habían escrito más que cualquier otra amante pareja en la historia.

- ¿Cómo puedes decir que me quieres, antes de verme, si quiera? – le dijo un día Georgina.

- No me lo preguntes, cariño – le respondió Julio-. Sé que suena absurdo, a programa de testimonios de la tele, pero yo lo siento así: te quiero antes de mirarte, antes de que tú me veas.

acto segundo

Inocencia Disculpas no era fan, precisamente, de su marido, Julio Robledales, cantante frustrado, escritor frustrado e ilustrador mediocre y con poco trabajo. Inocencia solo pensaba en llegar a fin de mes, en ahorrar un poco de dinero para arreglar la casa y tener así un verdadero hogar para Julio, los niños y ella misma. No era fan del Julio cantante y escritor, es verdad, pero quería al Julio trabajador y cariñoso con los niños y con ella misma. Le quería, pero trabajaba tanto, tenía tantas preocupaciones en la cabeza que atender a las necesidades físicas de su marido no eran su prioridad número uno. Ni la diez, si vamos a eso.

Inocencia rechazaba los torpes avances de su marido cada vez con menos argumentos, pero siempre con la misma frialdad. Se había acostumbrado a decir que no. Julio la acosaba en los pasillos, se acercaba a ella mientras cocinaba y se pegaba a ella por detrás, sujetando sus pechos en sus manos ávidas, empujando entre sus nalgas con su polla impaciente, impaciencia que Inocencia advertía a pesar de la ropa que la salvaguardaba. Empujaba y babeaba su cuello con palabras cariñosas que a Inocencia, sintiéndose acosada, no le parecían cariñosas, sino tretas burdas para llevarla a la cama con las piernas abiertas. Eso, claro, vaciaba de romanticismo la situación, para volverla sórdida y rechazable. Asquerosa.

Un día, Inocencia se dio cuenta de que ya no necesitaba acostarse con su marido. Que le quería, pero que esa parte tan incómoda, tan sucia, podía ahorrársela. Era cuestión de tiempo, que Julio se diese cuenta de que ella no le deseaba ya. Que su contacto le resultaba enojoso. Que pensar en él penetrándola le revolvía las tripas. Que ese torrente blanco y caliente que antes la llenaba, figurada y efectivamente, ahora le producía ganas de vomitar. Que nunca más le dejaría hablarle a su sexo en susurros, ni mucho menos besarlo hasta el orgasmo y que nunca más ella tomaría su dulce polla entre sus labios, porque ya no era dulce: era repulsiva. Que ya no quería verle perder los estribos cuando se sentaba a horcajadas sobre él, ni ver cómo su mirada se fijaba en sus pezones bailarines y acababa por perderse en el horizonte, bizqueando, cuando sus caderas sabias le hacían correrse cuantas veces ella quisiera. Ya no le deseaba. Ya no.

Otro día, se dio cuenta de que Julio no la acosaba. Que poco a poco, había dejado de intentar excitarla. Que por las noches no se pegaba a su espalda, empalmado, y ya no le decía las dulzuras que en otro tiempo la hicieron enloquecer de amor y deseo. Que ya no intentaba hacerla estallar de risa para, luego, callar sus carcajadas con un beso voraz y profundo.

Que él ya no la deseaba. Ya no.

Una noche, borracha, le hizo el amor. Se lo tiró, podíamos decir. Primero trató de besarle como en otro tiempo. Pero a Julio le repelía el sabor a alcohol y no quiso saber nada de eso. Nada de besos, nada de besos, le dijo, como un puto cualquiera. Se sentó sobre él y no sintió la espada caliente que esperaba y recordaba, sino un pingajillo retraído. De modo que se agachó y aplicó sus labios y su entusiasmo a la polla fofa de Julio, hasta que le dio cierta consistencia a una esquiva erección. Se sentó, empalada de aquella manera y cabalgó a un poco entusiasta Julio durante largo rato, hasta que se corrió. Hasta que se corrió él, porque ella ni se enteró. El ron había anestesiado su sexo.

epílogo

Inocencia Disculpas le dio la patada y se largó, porque nunca le perdonó que ya no la deseara, aunque ella, en realidad, no quería que la deseara.

Sus hijos se cansaron de que su padre, en otro tiempo un papá con sus fallos, pero divertido, se pasara el día lloriqueando y amargándoles la existencia.

Georgina Rubio se hartó de esperar al hombre que ella imaginó y nunca conoció.

Julio Robledales está solo. Pero, a veces, sonríe cuando recuerda algunas de las cosas que las mujeres le dicen cuando creen que le conocen.

Todas creen amarle, antes siquiera, de conocerle.

Y Julio sabe, porque el, lamentablemente, sí se conoce, que sólo aciertan cuando le intuyen y se equivocan, estrepitosamente, cuando creen conocerle. en eso, mira, se parece a mí.

¿Quién conoce a Julio Robledales? ¿ Y a mí?



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Listening to: Wolffo, el ciclón de Valdemorillo - Aint she sweet
via FoxyTunes

viernes, octubre 26, 2007

Rodolfo sin Luz (meme a traición)

Despierta, mi vida



The dream is over... Después de la experiencia sensorial del sonido Vanidoso de "Es por mí", volvemos a la cruda y chapucera realidad. Volvemos al WolffoSound, el sonido casero y endemoniado. Pero veamos si somos capaces de hacer abstracción del sonido y nos centramos en las tripas, ¿sí?
Esta canción es una obra maestra de Luz. No sé si Luz Casal es la compositora, pero su forma de cantar es tan, tan increíble, que cualquier canción que ella cante se convierte en suya. Creo que es, sin ninguna duda, la mejor cantante que jamás ha habido en España, y una de las mejores vocalistas del mundo. Adoro a Luz.
Un ser maravilloso me dijo un día que le gustaría escuchar esta canción cantada por mí. Sin duda, sin ninguna duda, esta canción supera mi capacidad, mas, qué quieres, soy incapaz de no dejarla aquí
cantada. Es por ti, ya sabes. Y, al escucharla, no puedo pensar otra cosa que no sea: lo siento.
Toco con guitarra eléctrica, pandereta y bajo. Y a la primera, dejando los fallos... y los aciertos,
que también los hay, claro, faltaría más...


Apagado Rodolfo, ida la luz de su vida, paradójicamente, empezó a brillar, al menos para aquéllos que le rodeaban. Pareciera que el dolor le daba un esplendor inesperado. Llegaron a su vida noticias de éxito sorprendente ahora, de cosas que parecían pertenecer a otra exitencia, a una vida anterior, tal vez, al tiempo en que Rodolfo era premiado por Luz.

No es simpleza, sino realidad. Rodolfo es mucho más reflejo de lo que Luz cree y ésta, a su vez, posee una materia superior e independiente de la soñada por Rodolfo. Consistente, sólida y acariciable, la carne iluminada de su amada vuelve, recurrentemente, a los sueños nocturnos de Rodolfo, a sus ensoñaciones cotidianas: piensa en ella a todas horas, aun cuando, oficialmente, en el noticiero de su imaginación, los boletines repiten una y otra vez: Rodolfo, ya sin Luz, trata de adpatarse... o bien, Rodolfo, a oscuras, lucha por conseguir...

Un día, un día de esos que a nadie nos gusta pasar, Rodolfo intentó afinar el aire con la luz del día, y se quemó, porque aún la Luna-fuego no se había escondido y su fulgor inopinado a plena Luz (del día), chamuscó sus retinas. No volveré a cantarte, amor, se dijo entre dientes, con la esperanza de que le oyera y desapareciera esa luna diurna, e intentó hacerle ver que ya había dejado de llorar.

Intento inútil, por cuanto a Luz no es que no le importara, ya, es que ni siquiera estaba mirando, o escuchando al patético (esta vez sí, patético) Rodolfo, que seguía cantando, como un idiota, mirando hacia otro lado, pero con el rabillo del ojo puesto en Luz por si a ésta se le ocurría mirarle. Y repetía una y otra vez la misma canción que ella, un día, le pidió que cantara.

Rodolfo no tiene Luz. A veces, las cosas son sencillamente así. Existe Luz, está ahí, a su lado, pero a Rodolfo no le ilumina, y él ni siquiera lo advierte. Ni la refleja. Es como si para él, sencillamente, se hubiese hecho de noche y terminado definitivamente la Luz.

Ahora, tal vez, me puedes leer. Puedes escucharme, quizá, y hacer que te repita los estribillos una y otra vez, pero ya no me das Luz. Ahora soy el pobre idiota que no sabe a do camina, pero que no deja de caminar; como un borracho, por el largo y tortuoso camino de los despistados, tropiezo con pedruscos que hacen de hito y en el recodo, a veces, me siento y miro atrás. Y sólo así, mirando atrás, en ocasiones, vuelvo a tener Luz. El resto del tiempo, mientras avanzo soy ese que estás viendo: Rodolfo, sí, pero ya sin Luz.


Esta tarde, a eso de las 5 me han traído de Alemania esta guitarra electroacústica de 12 cuerdas. Después de pasar un par de horas afinándola (es duro), he decidido probarla con la misma canción de este post. Sencillamente, he sustituido las guitarras eléctricas por mi novísima acústica de 12 cuerdas de marca sospechosamente desconocida. Hay un sonido extraño, en el interludio musical, que también he hecho con la acústica nueva, pero reproduciendo al revés los golpeos del dedo en la cuerda. Queda flipante. Escucha, escucha...



Y aquí, si te da por ahí, te la puedes bajar:
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Listening to: Oasis - All Around The World
via FoxyTunes

miércoles, octubre 24, 2007

Presentando GolfaVanidad: la primera banda de rock cuyos componentes no se han visto jamás.



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Listening to:
BSO Subway - It's only mistery
via FoxyTunes
el_Vania aparece en Las Peroratas hace casi un año, diciendo que es nuevo y tal y cual y que nuestros gustos musicales son bastante parecidos, que le han gustado algunos posts... y acaba diciendo que él también tiene una bitácora, que si quiero, que le visite. Al leer el comentario, pienso, hala, otro más dándole al phising bitacoril. Bueno, el caso es que le visito y me cae bien desde el principio. Porque el_Vania, también conocido en los ambientes como Vanitas-Vanitatis, Vanitoide o Van, the man, debéis saberlo, es pura pasión. Tiene una capacidad terriblemente contagiosa de apasionarse por lo que le gusta y, como buen mañico, es contumaz como pocas personas.

El día 29 de noviembre de 2006, un día después de haber aparecido en Las Peroratas por primera vez, ya me propone una jam session virtual, que hagamos algo a medias, mandándonos los archivos por emilio.

Desde ese día, el_Vania no ha faltado a prácticamente ningún post y, a veces, me afeaba el hecho de que mi guitarra no estuviera bien afinada. Hay que tener la oreja muy bien puesta para eso, no creáis, y cada dos o tres posts me recordaba lo de la jam.

Van, the man, cuelga canciones en su blog, La Ciudad Nodriza, como yo. Pero ahí acaban las coincidencias. Vanitas es concienzudo en su trabajo y yo soy un chapuzas; ofrece sus canciones de una forma moderada, espaciándolas en el tiempo, para que sus lectores las puedan disfrutar y apreciar, mientras que yo abrumo al personal, tirándoselas a la cabeza a puñaos, no dándo ni tiempo a asimilar la cosa; el_Vania sabe tocar la guitarra como los buenos, y sabe lo que son las quintas y las novenas y las escalas, y yo sólo sé que hay que darle a las cuerdas para que suene; aunque tenemos gustos parecidos, nuestras músicas no pueden ser más dispares. Él investiga los sonidos, las estructuras y las tripas del rock, y yo confío más en la sencillez. Él es del Barça y yo madridista, es joven y yo viejo, es delgado y yo gordo, él es progre y yo fachilla... Eso sí, los dos amamos la música, e imagino que, en estos casos, eso es lo único que realmente importa. La amamos profundamente.

Así que no sé si él, realmente, esperaba que el pasado día 8 de octubre, le enviara un emilio diciéndole que tenía una idea para grabar juntos una canción. Pero respondió, claro, y no sabéis de qué manera.

Compuse esta canción un día, a principios de este otoño, pensando en que la música es el último refugio. Es una canción sobre la inspiración, la musa, el hecho de escribir canciones y lo que eso significa para mí. Desde que empecé a escribirla, pensé en el_Vania, en que él, como músico, como enamorado de la música, como yo, iba a entender la sencillez aparente y la profunda complejidad de este proceso que es atrapar el chispazo de la inspiración y convertirlo en una canción que ofrecerle al mundo.

Si eres Bono, o Bob Dylan, o McCartney, le ofreces tu canción a millones de personas en todo el mundo. Si eres Wolffo, se la ofreces a un puñado de gente maravillosa que, sin saber muy bien porqué, vienen una y otra vez a leerme y escucharme a este bendito rincón de la red. Es para vosotros.

Ahora podéis escuchar esta canción mientras nos véis la cara al Vanitoide y a mí mismo. El diseño de la portada es de Vanitas, y la foto me la sacó mi hijo Borja, bendito seas, que aguanta estoicamente y sin preguntar mis tonterías.

A ver qué os parece.

GolfaVanidad – Es por mí


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(Como veo que hay problemillas con el reproductor de Odeo, pongo este cuyo mal funcionamiento no sorprende a nadie, pero que tan familiar resulta a los lectores de Las Peroratas)



(la letra en WolffoMusic)

La canción, que es un dueto puro, empieza con una guitarra española (con un colchón de sonido made in Vania de vinilo rascando) en un arpegio sencillo. Luego entran la batería, muy suave y dos guitarras más; una acústica suave y una guitarra eléctrica brillante y deliciosamente tocada que da el clima a la canción. Con el bajo, empiezo a cantar yo y en la segunda estrofa contrasta la voz clara y bien modulada de el_Vania.

En el estribillo nos damos la réplica y nos hacemos coros el uno al otro en una especie de festival de voces que me encanta. Del estribillo sale, increíblemente bonito, el primer solo de guitarra, brillante, melódico y demoledor. El interludio musical acaba en precioso duelo de guitarra y bajo que se calman en fade out. La canción se recoge sobre sí misma y vuelve a empezar, repitiendo su estructura con un poco más de riqueza instrumental, y a buscar un estribillo recurrente, que se repite hasta el final, un poco apoteósico, lleno de guitarras, de voces, de teclados y de otra fantástica guitarra solista.

Para los curiosos, el_Vania toca las guitarras eléctricas, el arpegio en plan The Police que acompaña la canción entera y los dos maravillosos solos de guitarra; además, toca los teclados y se ha encargado de que todo suene haciendo el trabajo de mezcla, que es, podéis creerme, complicadísimo. En algunas partes tenía que mezclar casi una veintena de tracks y no es fácil, en serio. Por mi parte, yo he programado la batería (aunque el sonido de batería de verdad se lo ha dado el_Vania, que es único en estos menesteres), y he tocado las guitarras española y acústica y el bajo.

Nos hemos repartido la letra como buenos hermanos y quiero destacar lo bien que lo ha hecho mi amigo Van, the man, que la ha cantado con el corazón, venciendo con coraje (como John Lennon hiciera en su día con Twist and Shout) un resfriado agarrado a la garganta.

Gracias, Iván, amigo mío.
Y gracias a ti, por escucharla. Aquí puedes bajarla, si te ha molado:

GolfaVanidad-Es por mí

Y, si quieres conocer esta misma historia, pero desde el otro lado, pincha aquí, y verás qué bien...

El Planetoide