You're gonna lose that girl
Help! es un grandísimo disco y una película, seamos claros, prescindible, aunque muy divertida, si te gustan los Beatles. Está lleno de maravillosas canciones, de las cuales, hoy traigo esta pieza excelsa de pop que se llama Vas a perder a esa chica. Los Beatles tenían esa cosa de buenos colegas que no tiene ningún otro grupo. Te avisan si ven que la cosa no va del todo bien. En plan, tío, o espabilas o ese tesoro de piernas vertiginosas y pechos infantiles se te pira. Siempre me fascinó de esta canción ese juego de preguntas y respuestas; John canta y George y Paul le lanzan las respuestas al texto y en el puente, hala, los tres a cantar a voces. Una canción que es una auténtica gozada para cantar.
Yo me lo he pasado pirata grabándola y le he añadido un poco de picante en las guitarras (por primera vez en decenios, no hay guitarra acústica) y he puesto alguna vocecilla extra y he alterado un poco el fraseo en algunos versos, para adaptarlo a mi estilo vacilón. El bajo, aunque no se distingue, pues es una versión un tanto grunge, es muy walking bass, lleno de notas de transición y de relleno. Y de la batería, Vanitas, ¡qué quieres que te diga...!
Es una canción molona y alegre qcon la que me gustaría desearle un año nuevo venturoso y vacilón a todo quisque, pero especialmente a los que vengan y escuchen este temazo. ¡A bailar se ha dicho!
Aquí la puedes bajar, si te mola:
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Listening to: Fastball - I Get High
via FoxyTunes
No quiero ni pensarlo, Aivlis Zaguf, reina de las morerías orientales, diosa de mis sueños, no quiero ni pensar que vaya a perderte de nuevo.
Vale, de acuerdo, nunca te he abierto la puerta de tu lado cuando vamos a subirnos al coche, pero es que tampoco creo que sea tan importante eso de abrirle la puerta a la mujer, ¿no? ¿Es que no sabes abrirla tú? Me parece que no es tan difícil, bonita, y no creo que nunca te haya hecho un pegatino. ¿Qué no sabes lo que es un pegatino? Sí, Aivlis, es como lo que hacíamos los de la pandilla con las señoras de mi barrio que nos caían mal: poníamos mocos ocultos en la manija de su lado en el coche. Yo, sencillamente, no te abro, porque no quiero que creas que para mí eres la típica tía inútil que lo único que le importa de los coches es que sean rojos; no, yo sé que tú sabes perfectamente muchas cosas de los coches, entre otras, cómo se abre la puerta.
Te quejas de que entro en los sitios antes que tú, sin sujetarte la puerta, pero es por protegerte, encanto, no quiero que haya malas personas, o seres desagradables que te pillen desprevenida. Así si hay un ataque, por ejemplo, de un experto en artes marciales, o de un enfurecido mapache, yo repeleré la agresión. Porque yo soy cinturón negro trigésimo dam de cárate (¿dices que con “k”, se escribe con k, seguro...?) y soy experto en lucha cuerpo a cuerpo con criaturas salvajes del mundo desconocido, cosa que tú... en fin, no hay más que ver la torpe figura que compones en la carrera desaforada o en el lanzamiento de palitos a tu perro Lucas. Un perro, déjame decirte, bastante afeminado, por cierto. Y no tengo nada de canhomofóbico, es solo que es un perro bastante gatita, por decirlo de otra manera.
Otra cosa que no acaba de convencerte es el que nunca me ponga del lado del tráfico cuando paseamos, o que no te coja las bolsas cuando vuelves de la compra en el súper de El Corte Inglés. Deja que te diga, aun marginalmente, que no es el mejor sitio, El Corte Inglés, para comprar las habichuelas, darling, sería más sensato cualquier otra franquicia, una decisión mucho más racional. Piensa en Lidl, Dia, Maxcoop (mejor y más cerca), o al menos, valóralo... Pero no es eso de lo que estábamos hablando, ¿verdad? Es de que no te ayude con las bolsas. No es falta de caballerosidad, claro, mujer, yo soy un caballero, pero me gusta ver cómo balanceas tu cabecita y cómo tu cuerpo tiende a la estabilidad precaria. Es bonito verte intentando mantener a duras penas la verticalidad. Es cuando abocas a una persona a una situación límite cuando saltan a la vista sus mejores –y peores- cualidades.
Y es así, viéndote al borde de la pérdida de la compra, con las hojas verdes y poco atractivas del puerro basculando, con la piña tropical amenazando con vencer el plástico verdiblanco de las bolsas, con los botellines de cocacola-zero (traición intolerable a mi espíritu pepsi-maxero) tintineando en una bolsa extremadamente tensa, con las asas de las bolsas clavándose hasta casi atravesar la epidermis de tus dedos-magia, es así, digo, cuando mi amor por ti se multiplica exponencialmente, siendo el resultado mucho más apreciable, seguramente, que si me limitara a ayudarte en tu penoso paseíllo.
Te disgusta de mí que no quiera bailar contigo esa horrible canción se Sabina, la de “quién-meha-roba-doel-mesdea-bril”, pero es que nadie debería bailar jamás esa canción (ni esa ni ninguna de ese farsante oportunista), porque si así lo hiciéramos, mi querida mariposa fugaz, tus deliciosas y suaves axilas, pasarían a ser sobacos, tus pies blancos y besuqueables, los que yo adoro acunar en mi regazo, se tornarían en pinreles con olor a queso rancio (a cualquier clase de queso, en realidad); tu dulce rostro in6teligente y urbano enmarcado en tu melena rubia, sería de pronto tu jeta gafotas, y ya no haríamos el amor, sino que follaríamos aunque, bueno, esto último no me importa demasiado, podríamos hablarlo, si quieres. Pero tu aliento cálido y seductor sería, de repente, ¿no crees que el rape tenía demasiado ajo?. No, amor mío, lo siento, pero no bailaremos a Sabina porque no quiero que desaparezcas, desplomándote, del pedestal que he construido para ti. Te quiero diosa del sexo, no guarrilla facilona.
Tampoco te mola que mi postura vital, política, si quieres, sea tan poco progresista y tan poco de hoy día. Soy un irritante criticón que no está en contra del cambio climático (por cierto, cariño, eso de estar contra el cambio climático ¿cómo se hace? Y sobre todo, ¿sirve de algo estar en contra? ¿Hay alguien a favor?), que no odia a los americanos, que no se divierte bebiendo, que detesta los restaurantes donde en vez de servir, emplatan, (no me hagas ir a otro, por favor), te molesta que me caigan bien los polis y los picoletos y los soldados, y que me caigan mal los que hacen monólogos, los periodistas deportivos y los conductores de autobús de líneas interurbanas.
Te ríes de mí por mi impericia con las tecnologías, las nuevas y las viejas, y el hecho de que no sepa chatear con el móvil (de verdad, ¿es necesario?) te saca de tus casillas. Tampoco soportas que no quiera visitar los “myspace”, o los links de YouTube o de felicitaciones virtuales que me mandas, pero es que soy terriblemente perezoso con eso del correo electrónico. A mí lo que me gusta del e-mail es que llega rapidísimo, pero odio que me incluyas en tus listas de distribución y que no me escribas a mí y sólo a mí, porque yo te escribo a ti y solo a ti.
No te gusta el tacto de mi ropa. Tú tienes ropa buena y la mía es de Carrefour y del mercadillo. Todo lo que supera los 10€ me parece caro. Los últimos 3 vaqueros que he comprado me han cosatado 7 pavos y compré 4 camisas por 18€. Una de rayitas, otra lisa y dos de cuadros. 4 boxer (2 blancos y dos negros) de esos pegaos, monísimos, por 8 machacantes. Tendrías que ver cómo se marcan mis nalgas decididas en semejantes calzoncillos cuasi-intravenosos y cómo emergen mis muslos, peludos, fuertes y firmes, de los agujeros para las piernas. No te gusta cómo me visto, y yo lo intento, pero lo siento, no consigo que me importe una mierda la ropa que llevo. Me basta con que no se me vean las pelotas y los lamparones se disimulen bien. Y eso no te gusta.
Nunca llevo colonia. Jamás. Y no me gusta que te pongas demasiada. Ni siquiera el desodorante que uso, o el jabón con el que me ducho, están perfumados. No me gusta oler a cosas, me gusta oler a mí. Y me gusta que tú huelas a ti, a mujer, no a colonia, de verdad. Tu aliento, tu sexo y tu risa son el aroma más delicado del mundo. Y son tuyos.
Lo que no entiendo es que, disguntándote tantas cosas de mí como te disgustan, mi querida Aivlis, me pregunto cómo es que aún tienes ganas de que nos conozcamos.
Y lo haremos. Un día de estos, cojo el AVE y planto allí. Por éstas. ¡Muacks!