Por fin, después de mucho tiempo titubeando, me he atrevido con esta magistral pieza del camaleón, del gran David Bowie. Bowie en general, y esta canción en particular, era una especie de tótem sagrado para los modernos en los 80. Es decir si estabas en la onda, había música vieja que podías escuchar: T-Rex, Bowie, Velvet Underground... ese rollito. Y esta canción, que yo aprendí a amar gracias a una chica moderna en aquellos años, era, y es, una pieza de glam-rock de primera categoría. He sido bastante fiel al original al grabar mi versión, añadiendo, eso sí, alguna vocecilla y alguna guitarra extra. Esta canción es una gozada para tocarla con tres guitarras: una acústica, machacando el ritmo sin piedad y con buena muñeca (es un tema de mano derecha); una segunda guitarra eléctrica limpia y puntiaguda y una tercera muy distorsionada haciendo de cama en toda la canción. Si no la conocías busca la versión original del gran Bowie; también hay una buena versión de los Wallflowers y había una, curiosa, pero bastante mala, esa es la verdad, de Parálisis Permanente, el grupo del pegamoide malogrado Eduardo Benavente, primer mártir de la movida. ¡Hala, a fliparlo!
Puedes descargarla, creo, aquí.
Quisiera dedicar este tema, con especial cariño, a mi amigo David Säa Vicenzo, La Adelfa Blanca, al que imagino como una especie de reencarnación adolescente del genial Bowie.
Nadie lo supo ver pero yo, lo que es al chaval, en seguida le vi posibilidades, no sé si me entiendes. Se movía, en aquellos días, como un patito mareado y medio mariquita, ya sabes, pero yo no sería el gran tipo que soy si no supiera ver un poco más allá que los demás.
Entonces, mi nombre artístico era Wolffowie y el suyo, mira tú que soso, David el Gomo, se creía muy gracioso por hacer un homenaje liviano al gnomo genial e imprevisible que venía y me tocaba la nariz y yo, enseguida, le quité esa idea estúpida de la cabeza.
- ¿David el Gomo? ¿Tú eres idiota?
Él bajó la testuz, rascó el suelo con sus zapas Paredes y sin subir la cabeza, subió sus ojos (entonces los tenía iguales los dos) y en esa postura remolona y sumisa, me dijo:
- ¿Lo soy...?
Pobre chaval. Era un idiota, pero, ¿cómo decirlo...? tenía posiblidades, no sé si me explico. Me dijo, con su vocecita de pescadera, que de pequeño le llamaban Bow, ¿y eso? le pregunté yo, porque en mi tierra, Albacete, me dijo él, a los peos les llaman bows, y mi madre (una santa, su madre) me decía con ternura que cuando nací, más que un bebé, parecía un bow con relleno, lo que aquí en Ohio llamáis zurraspa, o frenazo, de lo poquita cosa y desvaído que era.
Bow.
¡Bow...!
O sea, te cagas. De modo que yo, Wolffowie, toda una promesa emergente y espumeante del show-bizz en los primeros 70, me iba a hacer cargo de esa rémora afeminada y simplona que se hacía llamar David el Gomo y al que, al nacer, su madre, que se supone que le debía querer y todo eso, le había comparado con un palomino, zurraspa, frenazo o bow con relleno. ¿Y por qué una estrella de mi proyección detenía su meteórica carrera y recogía del arroyo a un peo con sorpresa? Porque, desde el primer momento, le ví posibilidades, al muchacho, no sé si me pillas.
Así que le recogí.
Le enseñé a tocar la guitarra, el banjo, el piano, la zambomba y la botella de anís. Le dí unos rudimentos básicos de bell canto y compartí con él mis noches y mis días, le enseñé a hacer sopa de ajo y a jugar al cinquillo. Le enseñé mis muslos, incluso y puso cara de aprendiz poco espabilao en todas y cada una de las muchas enseñanzas que le transmití. Para las enseñanzas yo era partidario del modo peripatético, y caminábamos juntos por ladera de la vereda del robledal turco, y cuando fallaba le daba dos collejas y era bello ver cómo se recortaba su figura anodina contra el sol francés de Alabama cuando, por mis pescozones, tropezaba y su corpachón se deshilachaba en tropezones memos.
Le enseñé a coser y, como me daba pena su pobre madre (imagínatela: nueve meses pensando que vas a dar a luz un bebé y que te salga un bow con relleno), le confeccioné miles de trajes originales y modelos únicos para aliviar su desoladora vida.
- Hagamos un dúo
- ¡Vale!
- Podemos ser héroes por un día, al menos
- ¡Genial!
- Seremos Wolffowie y Bow
- ¡Sí!
- Nos vestimos iguales
- ¡Claro!
- Seremos andróginos...
- ¿Si...? (con cara de incomprensión)
(- andrógino significa que todo el mundo nos admira por nuestra virilidad)
(- ¡Ah... vale!)
Y lo fuimos. Todo eso: dúo, igual vestiditos y andróginos.
Él pensaba que el trabajo ya estaba hecho, pero, ¿qué váis a esperar de un palomino? Así que yo hice todo el trabajo previo: le peiné, le maquillé, le regalé uno de mis ojos, para que tuviera tres distintos, le volvía enseñar todo lo referente a la música porque con la emoción de ser dúo se le había olvidado... y todo eso ¿por qué? Porque, desde el principio, le vi posibilidades al chaval, no sé cómo explicarlo.
Y entonces me puse malito el día que debutábamos en el Royal Albert Hall. Tenía moquitos y los ojitos un poquito hinchados. Bow vino al camerino y me dijo que teníamos que salir, que estaba toda esa gente esperando. Yo le miré a los ojos y vi el futuro con claridad meridiana. Vi que el futuro era suyo porque, todo lo que le había enseñado, no lo compartíamos, sino que, como un murciélago hijoputa,me lo había chupado.
Ya no sabía coser. Y un rockero glam que se precie no puede salir al escenario sin saber coser decentemente; ni un zurcido ni un dobladillo, ni un pespunte... ni un botón hubiera sido capaz de cambiar en ese momento.
Así que le dije: Bow, no seas lila, cámbiate el nombre, te regalo mi desinencia y olvídate de lo David el Gomo, que no tiene ni puta gracia. A partir de hoy serás David, pero leído en inglés, o sea, deivid y bowie como apellido
- ¿Bowie...? ¿Me regalas tu acabe?
Acabe. ¿Veis lo que digo? “Acabe”, hay que joderse. Le acabo de decir desinencia, que suena de puta madre, y el tipo va y me suelta lo de acabe. Pero es que le veía posibilidades al muchacho, no sé como decirlo. Y por eso yo me llamo Wolffo y él se llamó David Bowie y tuvo un ojo de cada color.
Compuse un huevo de canciones. Todas las de su repertorio hasta Modern love, luego el tío fue a su bola y ya, pues eso, salió a la luz el memo de albacete que en realidad era.
Y desde entonces él es rico y yo pobre. Él es andrógino y yo gordito. Él tiene los ojos de colores y a mí me cambian dependiendo del color del jesey que lleve, pero eso sí, los dos a la vez. Él es famoso y yo un chavalote de Valdemorillo que se lo monta de culo, pero que vive en su pueblo feliz con los suyos. Él se ha vestido con os modelos que le confeccioné a su madre y yo me visto en Carrefour y el mercadillo.
Pero yo puedo grabar y publicar las canciones que me salga del culo y nadie me va a dar la brasa con que si me he estancao, o si me repito o si loqueseaquediganloscríticos, y él, Bowie, que me llamó ayer, me envidia por eso. Por eso y por lo del paquete, que no quería decirlo, pero al final me habéis obligao.
Y mira que era poca cosa el bow.