lunes, agosto 28, 2006

Admirable, el silencio.

(Shangri-la)

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Shangri-La, el mito de la eterna juventud, es de esas canciones que te atrapan y te marcan desde antes de saber incluso cómo se llama o quién la canta. Es de The Kinks, por supuesto, pero la primera vez que la escuché, no lo sabía. Fue en la radio, en un programa maravilloso que recuerdo de mi adolescencia que se llamaba Ciclos, que presentaba un DJ llamado Vicente Cajiao, y el principio me pareció hermosísimo, con la guitarra y la voz a palo seco; luego ese puente maravilloso a dos voces, el estribillo potente... De repente un cambio inesperado, más rockero, que en original hacía que dudaras si el cantante era realmente Ray Davies o se había unido Paul McCartney a los Kinks... Me pareció una obra maestra del principio al final. Debido aque no sé tocar la batería y a las limitaciones que tengo como usuario del midi, el último cambio de ritmo no me ha salido demasiado bien, pero es que el tempo se me iba al carajo, así que está un poco con calzador ese cambio. Además de alguna vocecilla de regalo, le pongo mucha guitarra y mucho empeño. Escúchala, y si entre el follón distingues algo que te gusta, busca el original de los Kinks, que es una maravilla, y disfrútalo.



Admirable Búfalo (su nombre de pila real es José Admirable, pero esconde lo de José porque no le gusta llamar la atención) sale de trabajar todos los días a las 3 de la tarde. Su mujer cree, sin embargo, que sale a las 7 de la tarde. Se dice a sí mismo que esas cuatro horas le dan una libertad extraordinaria. Y así debe ser.

En su oficina no saben que está casado: creen que vive con su padre, un anciano marino militar que en otro tiempo fue todo un carácter, y que ahora se consume ahogado en océanos de Alzheimer de los que emerge, cada vez más de tarde en tarde, en islas de cordura que son aún más duras que la enfermedad que le ahoga, porque el viejo almirante, otrora duro y vivaz, es ahora un guiñapo que llora por los tiempos idos y la vida que ya no es. Piensa Admirable que mientras en la oficina se traguen esta historia, nadie le preguntará porqué siempre está callado y con expresión triste. Y, en no preguntándole, es vivirá más libre con su querida tristeza. Y así cree él que debe ser.

Admirable sale de trabajar y corre a Midtown Park a comer una pieza de fruta mientras mira a los jóvenes jugar al baloncesto. Admirable se recuerda en un cuerpo joven como el de los chicos que ahora juegan, y se sentía invencible en su corpachón que ahora es más grande, más fofo y más inútil... pero él mira a esos chicos empujarse, sudar y rodar por el suelo y cree que, tal vez, los dioses le concedan una tregua en su envejecimiento y le permitan habitar mucho más tiempo su cuerpo maltratado.

Todas las tardes iba a verles jugar y uno de los chicos que juegan, que no es el mejor, ni tampoco el peor, pero que es el que menos grita, el que menos habla, sabe que Admirable les mira y, era de esperar, interpreta mal el mensaje.

Un día cuando todos los demás se han ido, el chico que lo sabe se acerca a Admirable y se sienta junto a él, a escasos centímetros, en el mismo banco del mismo parque.

- ¡Hola! me llamo Estupendo, ¿te gusta mirar? – le pregunta esperanzado. Acaba de pasar una hora jugando al baloncesto y despide un fuerte olor almizcleño, seguramente desagradable para cualquiera que no sea Admirable.

- Sí... me gusta miraros... – dice Admirable y, aunque sabe que es un error, continúa siendo sincero- ... y me gusta tu olor.

No sé muy bien cómo, pero es un hecho que Admirable se despierta abrazado a la espalda de Estupendo, que duerme profundamente y que huele profundamente. Sabe que no volverán a estar juntos. Mientras Admirable se viste, Estupendo despierta y sonríe.

Admirable no es gay o, al menos, no sabía que lo fuera. Pero no dice nada, porque así, los chicos que juegan al baloncesto sencillamente piensan que ha ido a mirar. Y nadie tiene nada en contra de que Admirable mire. Admirable piensa que está muy bien que así sea, porque a él le da igual lo que la gente piense: sólo quiere que le dejen en paz mientras mira a los muchachos correr, gritar, chocar y sudar en la calle. Así debe ser.

Una vez en casa, Admirable saluda a su mujer, coge la correa de Ernesto, su perro, y sale a la calle. Cruza unas cuantas calles y llega a lo que llaman el club del perro; una pequeña parcela en medio de la gran ciudad que, milagrosamente, se ha librado de la fiebre de la construcción. Allí unas cuantas personas se reúnen por las noches con sus respectivos perros para echar un pitillito, charlar y desfogarse, tanto ellos como los perros. Hay una mujer, gordita y muy guapa, que dice que se llama Lúbrica, que es la dueña de Luis, un pastor alemán mongoloide. Luis y Ernesto, que es un dogo medio idiota, hacen buenas migas desde siempre. Esa noche, cuando Admirable y Ernesto llegan al club, sólo están allí Lúbrica y Luis. Lúbrica fuma y aunque Admirable no fuma, le ha hecho creer a Lúbrica que sí para poder ofrecerle tabaco y fuego y cuando le acerca el mechero, tocar las manitas de Lubrica con disimulo.

Es una noche de verano en la ciudad de T’pêdes (al norte del estado de Culoländ) y el cielo se muestra estallón de estrellas. Lúbrica las mira como embobada y Admirable juega sus cartas.

- ¿Sabes cual es la Osa Menor?

- ¿Cualo? – pregunta Lúbrica, cuya expresión facial indica a Admirable que es presa fácil.

Se sientan en un banco y Admirable señala el cielo y le dice, ¿ves esta estrella? esa estrella es Atónica, que tiene mil veces el diámetro del sol y tiene una particularidad, es muy curioso, en vez emitir calor, energía en forma de calor, lo hace en ruido, la estrella sonora, la llaman, sí... ¿Ves esa otra? dice y ve que Lúbrica se arroba y mira hacia arriba y él se acerca a ella y su pierna derecha entra en contacto con la pierna de ella, sentados juntos, y presiona levemente y le dice esa es Obtusyan una estrella cuyo haz de luz es obtuso, claramente obtuso además, no un poquito obtuso, como algunas personas, sino muy, muy obtuso, ¿muy obtuso? dice ella y él nota que sólo moviéndose un poquito más su codo podría contactar con el pecho de ella y actúa en consecuencia, ¿muy obtuso? pregunta ella otra vez, muy, muy obtuso, dice él y no pasaron a mayores porque vinieron los gemelos Tenaces, de nombres Lelo y Simple, y el primero de ellos, Lelo Tenaz, que era 13 minutos mayor que su hermano Memo tomó la palabra:

- ¿Qué hacéis? ¿Os sabéis las estrellas?

- Admirable se las sabe, yo ni idea...

Así que en el club del perro todos piensan que Admirable es astrofísico y a él le parece bien, porque cuando no le patece hablar con los otros, levanta la mano, mira al cielo y les dice a todos:

- Estoy trabajando

Y le dejan en paz. Como debe ser.

Muchos creen que Admirable vive sobre un andamio de mentiras frágil como un castillo de naipes y que lo que le pasa es que no se resigna a que ya no es joven. Yo creo que no, que Admirable intenta vivir como sabe, adaptando su frágil, pero cierto, equilibrio, al falso equilibrio inamovible del mundo, sin darse cuenta de que ya no es un jovenzuelo.

A todo el mundo le gusta la verdad. Tiene un gran prestigio.

A todo el mundo le gusta la juventud. Tiene un gran prestigio.

Yo estoy con Admirable. O, al menos, me lo planteo. ¿Es joven, la juventud?

¿Es verdad, la verdad?

(Probando Evoca)

Este nuevo sistema parece que funciona algo mejor que el casposo. Si sois tan amables, probadlo, por favor y me decís. Además, permite descargar las canciones.

Shangri-la

Si lo prefieres, puedes descargártela, aquí.

viernes, agosto 25, 2006

Hermosos chicos


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Esta hermosísima canción de John Lennon siempre me ha conmovido profundamente. Es un testimonio de amor de un padre por su pequeño e indefenso hijo que, paradójicamente, demostró, pocos meses después de su publicación, que el verdaderamente indefenso era el padre: diez tiros en la puerta de casa y a otra cosa. Como en algunas canciones hago, me invento algunos pasajes de la letra. Por ejemplo, en la primera estrofa, John Lennon escribió
"... the monster's gone,
he's on the run,
and your daddy's here"
(algo así como "el monstruo se ha ido por piernas, y tu papá está aquí"). Yo cuando escuché la canción por primera vez, se me metió en el cerebelo la frase
"... the monster's gone,
he's on your own,
and your daddy's here",
algo así como el monstruo se ha ido, sólo estaba en tu imaginación, y tu papi está aquí. Luego en el puente, donde la letra original dice "I can't hardly wait, to see you come of age" (creo que quiere decir algo como "me resulta muy difícil esperar -en el sentido de estar ansioso- a verte crecer) yo canto, en mi inglés macarrónico de instituto "I can't hardly wait, to see you coming late" que para mí tenía un sentido un poco confuso pero evidente: "lo paso mal esperándote en casa cuando vienes tarde". En el original no tendría sentido, pues Sean, el hijo de John, tenía cuando se publicó la canción, 5 años, y no creo que saliera de noche; pero el que tenía 16 años y, a veces, llegaba tarde por la noche era yo, cuando escuché la canción y ese funesto verso se fijó en mi mente de manera irremediable. En fin, la canción es maravillosa y por mucho que lo intente, no consigo estropearla del todo. Esta va con 5 guitarras, pues no toco ni el piano ni las campanuelas que aparecen en el original, y es una canción de esas que hacen época. A ver si te gusta.

Nadie sabe, salvo nosotros, lo que nos va en la vida de los hijos. Para cada padre que en el mundo hay, mirar al hijo es un poco mirarse adentro y ver, a veces mejorados, otras no, los mismos genes que sin saberlo, nos componen.

Estás viendo la tele con tu hijo al lado y, de repente, dice algo que, exactamente ibas a decir tú, o que podrías haber dicho sin ninguna duda... si fueras tan listo como él.

Los lectores más veteranos de esta bitácora ya saben que mi familia postiza (es que lo de política me suena fatal), que ya es más familia mía que mi familia de sangre, es una especie de clan. No sé si habéis visto el documental de los elefantes (1) ; en él siempre cuentan que tienen un fuerte sentido grupal y que las madres se ayudan unas a otras y que los elefantes macho, grandotes y comilones, se dan la vida padre y sólo vuelven al grupo a echar un kiki y a darle una paliza a algún jovenzuelo que intente subírseles a la chepa. Bien, pues no tiene nada que ver con este clan. Bueno, lo de las madres sí, pero lo de los padres, no tiene nada que ver con los elefantes. En realidad, la única razón por la que he sacado a colación el asunto de los elefantes es porque, desde hace meses, quería denunciar la poca imaginación de los guionistas de documentales de elefantes y no veía el momento de hacerlo.

Cuando me uní a esta familia... perdón, cuando esta familia me unió a ella, porque ellos fueron los que se empeñaron en hacerme un hueco y en preocuparse de que ése fuera un hueco de lo más cómodo, lo primero que me llamó la atención, fue una especie de, perdón por la cursilería, telaraña de amor que tejían entre todos alrededor de los niños del clan. Fuera hacia donde fuera, el niño se veía envuelto en un invisible pero perceptible manto protector que, indistintamente, sortienen padres y tíos. Me diréis que eso es lo normal y bla, bla, pero os aseguro que no. Conozco otras familias (la mía, la primera) en la que , naturalmente, se quiere y se protege a los niños, pero lo de este clan es diferente...

Dejando aparte a Álex y Guiller, los mayores, que igual pensaban algo raro de mí si les digo que que son muy guapos y que les quiero, quiero presentaros a mis sobrinillos un equipo imbatible e imbatido porrque, juntos, no hay quien les gane.


Este pequeño gran maestro de artes marciales es el Gran Diego, veloz, inquieto y silencioso cazador de amores. Diego (de Pilar y Eduardo) se desliza por la jungla de este mundo como un jaguar: en silencio, con movimientos flexibles y plásticos y despertando admiración en los que le miran evolucionar. Diego, también, tiene algo, mucho, de Quijote, aunque él se incline más por Luke Skywalker. Idealista, honesto, cabezón y dando siempre la cara por los más débiles, lo que le ha supuesto que se la partan alguna vez. Pero, aparte de correr a socorrerle cuando le han dado un sopapo: ¿a qué padre no le hace sentirse orgulloso su comportamiento?


Ahí tenéis a super Chejo, Sergio en los papeles, otro hermoso chico de mirada acariciante que roba el corazón a quien pasa con él cinco minutos. Chejo (de África y Quique), mira a su alrededor sin perder detalle. Si Diego es el cazador, Chejo sería el estratega, más de pensamiento que de acción. Chejo es brillante y su cualidad, para mí, más detacada, es la alegría que irradia: hace que todo el mundo se sienta a gusto si él está a gusto. Chejo quiere mucho y, por eso, porque se le nota, no puedes dejar de quererle tú. Chejo tiene esa rara virtud de hacerte sonreír cuando se acerca a ti te pregunta cualquier cosa. Es la personificación de la alegría y lo único que da pena al verle es que cada día, por cuestión de edad, se va a hacer más difícil agarrarle con cualquier excusa y darle un achuchón. En eso las mujeres nos sacan ventaja. El insustituible chejo.

Óscar siempre sabe de qué hablar. Si fuera de esos, diría que no se calla ni debajo del agua (lo que es literalmente cierto), pero el caso es que es un placer tan grande oírle hablar que te da pena cuando se duerme, porque sus frases geniales son, en sueños, sólo para él. Os cuento la última que me contaron. Haceros una: en algún lugar de Almería junto a la piscina del hotel, jugando con sus coleguitas mientras sus padres (Sonia y Richard) tratan de ligar un poco de bronce. Se oye a Óscar

- ¡Me hago pis, me hago pis...!

Su padre, como cualquier otro padre, no sale corriendo, sino que comenta la jugada con su mujer

- Tenemos que acostumbrarle a que no dé esas voces cuando tenga ganas de hacer pis, etc. – tarda unos segundos en acudir, al paso, a socorrer a su hijo y cuando le coge por los sobaquillos, según le levanta, ve como caen unas gotitas sospechosamente amarillentas a un charco algo más amarillento que ya hay en el suelo.
Óscar pone cara de circunstancias y, circunspecto, lapida:
- Terorije... (te lo dije, en idioma Oscaril) – dice el tío. Es como decir. No te estaba avisando de que podía hacerme pis, te estaba diciendo que me lo estaba haciendo. Es un auténtico crack, Osquitar (¡qué feo queda el diminutivo escrito!), y es listo como un rayo. Tendríais que conocerle...

No es que valga por dos y ponga su foto por duplicado porque me caiga el doble de bien, es que son dos. Aunque los más veteranos de mis lectores ya los conocen, no me resisto a volver a presentarles a los hermanos pequeños del Gran Diego. En este tiempo, aunque les he conocido menos a fondo que a sus hermanos mayores, me he dado cuenta de lo extraordinarios que son estos dos pequeños gigantes rubios. Es un placer ir a su casa y ver a Jaime y Daniel, esta pareja imposible, competir en velocidad y ardor para darte un beso y un abrazo; y, en cuanto llegas, empiezan a contarte, en ese idioma sólo comprensible para su madre, lo que han hecho, o lo que les gustaría hacer, o lo que les gustaría que les hicieras... en realidad, da igual lo que quiewran contarte, porque lo que cuenta es que te lo cuentan con tanto ahínco y tanta teatralidad que te ríes aunque te estén contando que se les acaba de morir el canario. ¿No son, sencillamente, preciosos?

Y el último en llegar, last but not least, ha sido, empezado ya este verano, Raúl, hermano pequeño de Óscar. A este sí que no le conozco de nada (es que yo antes de poder conversar con los niños soy bastante torpe en el trato social con ellos), pero ya se ha ganado mi corazón, como el de toda la familia. Miradle como mira asombrado el mundo. Me lo imagino perfectamente, pensando: con lo bien que estaba yo en la tripilla de mi madre, ¿para esto me han sacado? Yo sé que Raúl, en el fondo, está contentísimo de que el destino haya elegido una familia como esta para traerle al mundo. Sus padres no pueden quererle más y sus tíos, abuelos, primos y todo lo demás, le enseñan el mundo y le defienden de él con uñas y dientes.

El otro día, al ver a Raúl tan hermoso, me vino a la cabeza la sensacional canción del divino John Lennon que ilustra este artículo. Y recordé, en seguida, lo que me impresionó el amor bestial que corre por los corazones de esta extraordinaria familia.

Hermosos chicos. Hermosa familia.

(la suerte es mía, naturalmente)

(1) (dicen que hay muchos, pero es mentira: es siempre el mismo documental, con montajes, locutores y músicas distintas, pero, al final, sólo hay un único documental de elefantes y nos lo ponen unas tres veces al mes)

jueves, agosto 17, 2006

We were very preocupated. Era verano.

Mrs. Robinson
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Esta delicia rítmica de Simon & Garfunkel (léase Sáimon and Gárfaunkel o Simón y Garfúnkel, la prosodia es libre), es de esos tópicos que superan su topicie para ingresar en la memoria de la forma más deliciosa: lenta, pero segura remembranza de un tiempo que no sé si fue mejor o peor, pero fue, y el pasado, ya sabes, siempre vuelve con la cara lavada y con ganas de divertir al personal. Mis limitaciones técnicas como guitarrista me hacen cambiarle el carácter a la canción, haciéndola un poco menos folk y un poco más pop-rockera, con un pelín más de velocidad, guitarra distorsionada y alguna voz de regalo, que estamos que lo tiramos. Quiero dedicar esta canción a mi amigo Borja Aguirre, de quien hace muchos años que no tengo noticias pero al que quise tanto que, él no lo sabe,
pero, puse su nombre a mi hijo en su honor y recuerdo. Borja, va por ti.



Era verano, eso seguro, porque si no, ¿qué hacíamos en la piscina?

La cosa se ponía en aquellos años chunga en verano. Mis amigos, digamos oficiales (Mich, Buch, Rubio, incluso Antoñito y Ramonete) eran muy afortunados: huían de Madrid apenas terminaba el cole y no volvían hasta que los exámenes de septiembre les reclamaban.

El mes de julio era un penoso y caluroso interludio para los pringaillos que sólo nos íbamos en agosto. En mi barrio, en julio estábamos Luis el Gordo (Fatto, o Fatal) y su hermano Pinto, Coti, Borja y Willie y yo. A ver la cosa estaba así: Fatal, Coti y Borja eran de la pandilla de los mayores; yo era de la pandilla cojonuda y Willie y Pinto de los pequeños. Después, los pequeños y los cojonudos nos juntamos, pero entonces, no éramos demasiado amigos. Pero en verano, los mayores me hacían un hueco en su grupito y yo iba con ellos a la piscina.

En julio yo madrugaba para estudiar, porque fui un alumno siempre muy constante: todos los veranos me quedaban al menos tres asignaturas, para no perderle el gustito a los libros. Estudiaba tempranito, con la fresca, y luego cogía la guitarra, unas cuantas cintas C-60 con recopilaciones caseras y otras de clásicos y me largaba con mis colegas a la piscina. Coti y yo éramos más de clásicos, creo, y Borja y Fatal se encargaban de surtirnos de cosas tipo Depeche Mode, Supertramp, Eurythmics, Yazoo, o algo así... ese tipo de músicas.

Fatto era singular. Siempre iba hecho un pincel. Por aquel entonces, además, ya no estaba gordo, pero había sido un niño obeso y eso le quedó de por vida. Todos llevábamos el típico Meyba milrrayas, pero Fato, debajo del Meyba (el suyo auténtico, de marca, no como el mío que era fraudulento), llevaba una braga náutica Speedo y antes de tirarse a la piscina se quitaba el Meyba con el consiguiente susto de la concurrencia que temían un posible y espeluznante "streaking" fatal. Entonces todos nos bañábamos tirándonos mil veces, gritando, haciendo el ganso en el trampolín... todos menos Fatal, que se ponía en un extremo de la piscina y lo que hacía era unos largos ¡cronometrándose! Fatto era muy raro, bastante pesado e insoportable, pero íbamos con él, sobre todo, creo recordar, porque éramos buenos chicos y porque en su casa se podía fumar (sus padres eran muy liberales) y al niño le compraban el Lib, sí, esa revista en que la salían coños. Estoy siendo injusto: Fatal era buen tipo, creo.

Coti era tremendo. Cuando era sólo uno de los mayores, me parecía un pedorro insoportable, pero en cuanto le conocí, me pareció genial, y eso que ni jugaba al fútbol ni nada. Era simpatiquísimo, con esa simpatía irresistible que tienen algunas personas. Debo decir que le metí el gusanillo de los Beatles y enfermó tanto como yo cuando Mich me contagió a mí.

Borja era... adorable, pero de verdad. Todas las madres se alegraban si veían a sus hijos con Borja. Y los hijos, todos, nos alegrábamos de verle porque era un tío genuino. Aunque yo nunca le conocí una novia oficial, es el tío que más y mejor ligaba que he visto en mi vida. Las tías, sencillamente, se derretían en presencia de Borja. Otra cosa que tenía Borja es que bailaba como un ángel, el cabroncete, y así, bailando, se ligaba un montón.

De todas formas, si hay un rasgo que marcó ese verano, fue, sin duda la música de Simon & Garfunkel, Simón y Garfúnkel que decíamos, sonando en un casette mono de esos que aún se ven en alguna peli; la cinta que poníamos una y otra vez tumbados en la piscina era la de grandes éxitos esa que los más tarrillas recordarán perfectamente y cuyas fotos traigo aquí. No recordaba, por cierto, que Paul Simon tuviera esa pinta de trilero macarra que luce en las fotos. Bueno, escuchábamos esa cinta de forma casi enfermiza y cantábamos tumbados en nuestras toallas, los ojos cerrados para que el cáncer fuera sólo de piel.

Recuerdo de ese verano a Borja cantándome las dos versiones de “I am very preocupated”, su gran tema del momento. La primera era flamenco-festiva y era realmente memorable. La otra, en plan Leonard Cohen, era mejor todavía y nunca olvidaré la letra:


I am very very very very very very very preocupeted,

I am very very very very very very very preocupeted,

(2ª voz) So do I, So do I…

Y así hasta el infinito. También recuerdo que me cayó tan bien que en las gradas pequeñas de la piscina, las que estaban junto al césped, cubiertas parcialmente, le canté una de mis primeras canciones en español, “El cenizo” y en el estribillo él pilló a la primera la segunda voz “eres un pesado, nene, eres un cenizo, nene” una canción secretamente dedicada a Pinto, el hermano de Fatal, dato que no pude dar en ese momento.

Fui a un par de fiestas con los mayores aquel verano y me sirvieron para darme cuenta de que estaba de más, o esa era mi sensación. Sus amigas eran muy mayores para mí y demasiado sofisticadas y, sorpresa, nada sexys para mí. Claro que entonces yo estaba enamorado de Maria Victoria, que era muy amiga de los mayores y que a mí me ignoraba cruelmente, como si fuera un gnomo al que no pisa porque era espléndida.

Una amiga de Borja y Coti tenía unas tetas enormes, eso sí lo recuerdo. Y una vez fuimos a casa de un amigo suyo, uno que tenía una casa en lo que a mí me parecía atomarporculillo y que, a lo mejor, era Valdemorillo, no sé. Llegamos y el amigo estaba en bañador, pasando el limpiabichos a la piscina y recuerdo esa imagen como una conmoción. Así quería vivir yo. Con una piscina y con aspecto de que me aburría tener piscina. Tenía una hermana ese tipo que estaba bastante principal y en su casa había un piano. Me senté en el piano y empecé a tocar las teclas para ver cómo sonaba. Llevaba un par de minutos tocando y empezaba a reconocerse el principio de Let it be y Borja se me acercó y, tú no te acordarás, macho, pero me dijiste eso:

- ¡Joder, eso es Let it be, macho...! Te digo una cosa, Wolffo, si tú tuvieras un piano en casa, harías virguerías...

Otro día, en una fiesta, una chica tuvo un ataque de esos que les daban a las chicas, que se ponían a llorar y todas las demás se ponían a su alrededor mirando con cara de odio a los chicos, que éramos buenos chicos, caramba, que sólo queríamos arrimar la cebolleta un pelín y, con suerte, posar la mano en la nalga de nuestra compañera de baile, y notar cómo su tetilla se aplastaba contra nuestras costillas... la verdad es que éramos unos marranos. Bueno, la chica se puso en ese plan llorica y fastidiajuergas tan típico y Borja, que nunca decepcionaba le dijo:

- Sólo quiero que me digas qué te pasa... ¿tienes la regla?

Así, contado, puede que no tenga gracia, pero en aquel momento, viendo a Borja preguntar eso, y la cara de la chica... de los episodios más graciosos que conozco. Gracias a Borja toqué, por vez primera, una guitarra de doce cuerdas; su hermano Edu tenía una preciosa. Y en su enorme casa la toqué por vez primera.

Creo que la última vez que vi a Borja fue el día de mi boda, elegantísimamente vestido de oficial de la marina: a su lado, el Richard Gere de Oficial y Caballero, parecía un marinero menestoroso, un vulgar merlucero traficante de tabaco rubio americano, que es lo que es. Guardo una foto suya de ese día. Está agachado, en un extremo del grupo y reluce en su uniforme de manera divertidísima. Cuando miras la foto tus ojos van de sus zapatos blancos a su sonrisa, es la hostia.

Borja nunca supo lo bien que me caía (y eso que tampoco jugaba al fútbol) y es posible que si lee esto, se lleve la sorpresa de su vida. En fin, Borja, ya lo sabes, fuiste alguien importante en aquellos años de mi vida, aunque ni siquiera lo sospecharas.

Era verano. Éramos jóvenes y bellos. Estábamos very preocupated... en fin, era verano.

martes, agosto 15, 2006

Que llueva, que llueva (un ensayo pluvial con algunas faltas de ortografía)

Have you ever seen the rain?


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En esta fabulosa canción de Creedence Clearwater Revival, me he animado a tocar el bajo, también. Los que conozcan la canción advertirán que he añadido al original unas cuantas cosas: un estribillo para soplar un poco la armónica; siempre me pareció que la canción se quedaba corta de metraje, para lo buena que es aunque, a veces, dicen que ése es el síntoma de la bondad de un tema: que te quedes con ganas de escuchar más. También le he añadido una guitarrita eléctrica (sustituyendo al piano) y un soplidillo regular de armónica en lugar del órgano que se puede oír en el original. Los que escuchen estas infames grabaciones, también se sorprenderán de que, por primera vez, no añado ni una triste vocecilla de coros. Me limito a poner un eco exagerado en el último estribillo. Esta canción que debía tener 2000 versiones, ahora tiene 2001.


La lluvia entraba por la ventana, y Milonguilla, la fiel Milonguilla, me miró con esa cara de no haber roto un plato en su vida, ladeando la cabeza, como preguntándome si la cerraba.
- No, deja, no la cierres, es mejor así – le digo y ella acepta y se acerca, se tumba y empieza a lamerme los pies. Me hace cosquillas. Caray.
Me gusta dejar que el agua de la lluvia entre por la ventana, es una sensación extraña, como si el agua de la lluvia hestuviese entrando por la ventana, y yo la dejara, no sé si me expreso con claridad.
La lluvia, voy a explicarlo de una vez, que si no la gente que no me conozca no se va enterar de nada, es cuando el agua cae de las nubes, del propio cielo, como si dijéramos, mojándolo todo, en plan húmedo, podríamos decir; lo que en algunas culturas se conoce como meada de los dioses.

A veces llueve mucho y otras no llueve, dicen que nunca llueve al sur de California, que en Sevilla es una pura maravilla y más cosas. También he sabido que cuando llueven hombres, ¡aleluya!, las chicas bailan. John Lennon decía cuando viene la lluvia ellos corren a proteger sus cabezas y a sorber su limonada.
La lluvia puede ser buena o mala. Buena es cuando hace bien o veneficia, y mala, básicamente, cuando perjudica o jode. Si llueve y yo estoy con ella en la cama y retozamos y reímos, es divertido. Si, por el contrario, no llueve y yo estoy con ella en la cama y retozamos y reímos, es igual de divertido, lo que demuestra que la lluvia no tiene nada que ver en que sea divertido o no el estar con ella en la cama, retozar y reír. Y espero que una vez expuesto este contundente razonamiento (el desde hoy célebre Razonamiento Wolffiano, para quien quiera citarlo como argumento de autoridad en ulteriores ensayos, foros de debate, artículos o chistes) este tema quede zanjado.
He observado que cuando llueve mucha gente abre el paraguas (mayoritariamente la gente que tiene paraguas y, entre este grupo, a su vez, los que lo llevan consigo), otra jente se pone la capucha del abrigo o chubasquero y otros buscan la protección de balcones, paradas de autobús o lo que sea. No tengo nada que decir sobre este comportamiento, salvo que me parece razonable. Otras personas caminan encogiendo los hombros en una actitud que no sé muy bien cómo calificar. Algunos dan la impresión de querer ser más estrechos, más hidrodinámicos, y que la lluvia les afecte en el menor grado posible. Otros parecen querer dar a entender que les importa un pijo que llueva, que a mí, plim, a ver si así desaniman a la lluvia o, en su caso, a quien mande en la lluvia, sea dios o sea una nube o sea un ángel meón. A todas esas personas que se encogen de hombros cuando llueve, quiero decirles, con todo mi cariño, y sin que otro ánimo que no sea el de ayudarles anide en mi espíritu, que dejen de hacer el idiota, por favor, porque no consiguen ninguno de los objetivos que persiguen y porque a mí me caen mal.
Cuando llueve hay gente que hace las cosas más maravillosas que un espíritu libre pueda imaginar. Por ejemplo, yo, que cuando llueve, me dan unas ganas tremendas de comer cocido. Eso es un gran deseo, y os lo aconsejo a todos, porque hace feliz al que lo desea y no es imposible de cunplir. Si llueve, miro a Susanilla y sonrío así, en ese plan, y ella lo sabe: me hace cocido y yo soy feliz, porque tengo lo que deseo y ella es feliz porque se siente como el Conseguidor, que salía en el programa de Íñigo, y siente, en lo más hondo de su alma burlesca y adivinativa, el poder de hacer feliz a un genio como yo.
Un día que llovió un montón se suspendió un partido de fútbol. Es un dato histórico, que lo dejo ahí para el debate.

Otro día no llovía i yo fui al Rock-Ola a ver a Nacha Pop con mi amigo Jose (¿qué habrá sido de él? sabía tocar la armónica) pero cuando salí estaba lloviendo a lo bestia y yo cogí mi Lambretta, que tenía 6 espejos y 4 faros, y habían rajado la rueda trasera y el asiento y Jose me dijo que no la dejara allí, que era peligroso, que él vivía cerca (¿cerca? ¡y unos cojones! tardamos una hora y media, así que vale, tocaba la armónica, pero era un mentiroso de mierda) y que la dejara en su garaje y que al día siguiente lo arreglábamos, así que eso hice. Íbamos un pelín pedo y empujando la moto durante una hora y media y nos reímos un montón. Nunca me he mojado tanto en mi vida, pero fue divertido. Lo digo porque este ensallo va de la lluvia.
El párrafo anterior me trae a la cabeza una reflexión, que habrá asaltado, igualmente, la mente y la curiosidad de los más vivaces, intelectualmente, de vosotros. ¿Llovía porque cantó Nacha Pop? Sinceramente, amigas y amigos, creo que no. Fin de la rreflexión.
Otra cosa que me gustaría decir de la lluvia es que los perros huelen muchísimo a perro cuando la lluvia les moja.
Hace mucho que no llueve. Caminando por el campo castellano que me vio nacer, crecer y convertirme en la personaza que soy, vi a lo lejos una nube que parecía de lo más rechonchilla. Me preguntaba por qué narices no venía la nube y echaba una meadilla y miré a la tierra y ésta, cuarteada, seca, me respondió con un estertor (una ventosidad de Milonguilla, como supe más tarde). La tierra estaba ahí, bajo mis pies, muy en su sitio, y el horizonte, muy lejos y todo lo que quieras, pero siempre a la vista, Milonguilla correteando a mi alrededor y el aire cargado de buenos presagios.
- Podía llover, no me jodas...
Lo dije así, por decir, pero nada, ni por esas llovió. Milonguilla me miró y me dijo que qué era eso de la lluvia.
- ¿No lo sabes?
- Ni flowers
- ¿No has visto nunca la lluvia? ¿De verdad que no has visto la lluvia?
- Nanay, colega, y tú, ¿la has visto alguna vez?


Y yo, que soy un bendito, se lo canté[1].


[1] Sí, hombre, sí, la canción del principio, calamidad, es una elisis


jueves, agosto 10, 2006

Me llama Woody Allen y todos los demás (todo el mundo quiere a Susana)

- Wolffo – digo enérgico al descolgar el teléfono
- ¿Wolffo...?
- ¡Premio! Ahora, si eres idiota, repite “premio” y habrás ganado el galardón.
- ¿Alberto Ruiz Galardón...? – dice el tipo en plan gracioso. Aunque, reconozcámoslo: sin ninguna gracia.
- ¡Dios mío, era un chiste...! Perdona que no me ría, Maderito, es que tengo el sentido del humor afectado este verano...
- ¿Qué te pasa, macho, estás de mal humor?
- Marcas mi número. El mismo número que llevas 10 años marcando. En la pantallita de tu teléfono dice “Wolffo llamando” mientras suena; cojo yo el teléfono, con mi voz suave pero viril de toda la vida, te contesto diciendo “Wolffo”, y todavía te sorprendes y preguntas “¿Wolffo?” Es que no lo entiendo, Woody.
- Tampoco es para ponerse así...
- Dime una cosa. ¿Para qué me llamas?
- Ah sí... es para, bueno... supongo que no hacía falta, pero quería que te acordases de hacerme un sitio en la lista de invitados... ya sabes que yo, en fin, a mí me quiere mogollón...
- Vale, pero no te traigas la pianola
- ¿Pianola? Yo no toco la pianola
- Bueno, la flauta o el triángulo, lo que sea que toques, me da igual lo que sea, no se te ocurra...
- Hombre, pensaba ir con los muchachos y animar un poco el cotarro...
- Ni de coña.

En estos términos, el pasado mes de julio, hacia el día dos o tres, se produjo mi conversación con Woody Allen. Os lo juro, hace pelis de primera, pero es un pelmazo imbatible. Cuando eres un gran piriodista y un hombre admirado por sus cualidades intelectuales (gran cerebro), físicas (36 cm y calibre extra) y artísticas (gran talento) en todo el mundo, hay servidumbres: la gente quiere caerte bien y algunos se ponen realmente pesados.

Woody no es mal chico, pero es muy, muy pesado. Y eso que cuando hablé con él no había visto ni
Match Point ni Todo lo demás, que la pusieron anoche en La 2, y las dos me han gustado muchísimo. Pero una cosa es su cine, y otra lo pelma que sea. En ambos parámetros el gran Woody es de lo máximo del mundo.

Me llamó después Mick Jagger y empezó a poner caras de bobo abriendo y cerrando la boca exageradamente mientras hablaba (no le veía pero puedo imaginármelo perfectamente, conozco muy bien al viejo Mick) y me decía que, casualmente, en esos días él y los muchachos iban a estar cerca de Madrid, y que si queríamos hacían unos temas con las guitarras acústicas. Le dije que sí, pero con la condición de que él se trajera la armónica y nos soplara unos blues.

Robert de Niro dijo que quería organizar el sector americano; vendría con Al Pacino, Pelé, Magic Johnson, Steven Spielberg, Tiger Woods, Camilo Sesto (¿Camilo Sesto?, no me jodas, Bob; bueno, vale, no le aviso, pero se va a pillar un rebote...), Tom Wolfe, Denzel Washington, Mayquelyasson (sí
también conozco a Mayquel) y un montón de gente así. Normalmente, no me importa que de Niro se traiga unos colegas, pero esa colección... En fin, él organizaba el viaje, en su avión, así que, andando.

Llegaron peticiones de dignatarios, artistas, diplomáticos, idiotas, periodistas y famosetes de todo el mundo, pero yo sólo tengo una casa, nada más que una casa. Además, ¿de qué?

Al final, llamé a todo el mundo y les dije que se quedaran en sus casas.

Porque aunque todos quieren venir y decirle a Susana lo mucho que la quieren, a mí me gusta decírselo sin público el día que celebra su santo. (L, B y yo acabamos de decírselo).

Hoy, aunque sea a la vista de todos, es un mensaje en clave para ella. En clave de amor, claro.

Gracias porque cargas con más peso del que deberías llevar sobre tus espaldas, sin quejarte nunca, sin pedir ayuda.
Gracias por dedicarme cada noche, al llegar a casa, esa sonrisa ladeada que tanto me gusta ver.
Gracias por cuidar mis plantaciones experimentales de naranjos y gazpachuelos (haces gazpacho y los restos –pepitas, pellejos, etc- los metes en una maceta: por increíble que parezca, si cuidas la maceta como Susana lo hace, crece)
Gracias por todo lo que dices y, muy especialmente, por todo lo que no dices, cuando sé que, precisamente sobre eso, tienes mucho que decir.
Gracias por dejarme volar y dejar abiertas las ventanas de la casa porque sabes, con toda seguridad, que siempre volveré.
Gracias por caminar junto a mí, aunque a veces cojee y te cueste adaptarte a mi paso.
Gracias por verificar cada mañana el milagro de tu compañía.

A veces, de noche, sueño con la peor de las pesadillas: mi soledad. Entonces despierto, sudando, inquieto. Mi brazo izquierdo busca y siempre te encuentra. Entonces, me levanto, pongo el café y, sin tenerlas todas conmigo, miro hacia la puerta de nuestra habitación. Sales de ella, con el paso vacilante del que aún no está del todo en este mundo. Vienes hacia mí soriendo tus ojos y sonriendo tus labios.
Entonces, con un beso en esos labios de mermelada, te pregunto si aún me amas.
Y tus labios, al recibir lo míos; tus brazos, al rodear mi cuello; tus caderas al juntarse con las mías y tui pecho, al aplastarse contra el mío me dicen que sí, que, al menos, por un día más, me amas. Y si yo pudiera, bicho, te haría una fiesta cada día.

Sé que si yo supiera cómo hacerlo, te gustaría oirme cantar bossa. Pero no puedo, porque sólo soy un chico de barrio que apenas sabe hacer un poquito de rocanrol. Este es un rocanrol de cumpleaños, pero nos sirve, ¿no Susana?

Felicidades.

Birthday

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Rock'n'roll a lo bestia, festivo y vocinglero, para felicitar a quien le apetezca ser felicitado. Esta bestialidad de McCartney grabada por los Beatles en el Álbum Blanco siempre me ha parecido la forma más vital de felicitarle el cumpleaños (o el santo, claro) a alguien a quien quieres. Es un rocanrol trepidante, divertidísimo de tocar, con un cambio fabuloso y un riff de esos que te levantan el culo de la silla irremediablemente. ¡A disfrutarla!

martes, agosto 01, 2006

… paella (Receta que nunca debes aplicar para hacer la…)

Man on the moon

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¿Tú crees que realmente pusieron un hombre en la luna? Bueno, como lo veas, eso no va a cambiar nada entre tú y yo. Esta canción, de REM, es realmente extraordinaria, y me he atrevido con ella porque ayer, viendo con mi hija Leticia los DVD's del "Live8" vi a este grupo singular haciéndola en directo y se me removieron las entrañas. Me encanta el principio, a base de bajo y guitarra acústica; los úes que acompañan las estrofas; el cambio que precede al coro... y el estribillo final, repitiéndose y realimentándose, es fabuloso. Esta canción me recuerda a una época convulsa de mi vida en la que tuve la suerte de cruzarme con mi gran amiga Syl (Silvia para el resto de los mortales), cuya amistad, tolerancia, ingenio y cariño me sirvieron de tabla de salvación hace muchos años. Syl es una directora de arte de muchísimo talento que no sé de quién ha heredado. Lo que sí sé es que su belleza, años 40, es directamente herdada de su madre, de la que estuve a punto de enamorarme cuando me enseñó una vieja foto en blanco y negro que parecía sacada del book de una estrella de Hollywood. Syl, Syl, Syl... esta blasfemia musical, hecha con todo mi amor (desafines en los coros incluidos), está dedicada a ti. Por siempre.

A veces, sí, estar solo es como estar en la luna.

Por razones editoriales, he retirado esta receta de mi weblog. Pronto, eso sí, podrás leerla en un soporte más cómodo. Gracias.