miércoles, marzo 29, 2006

Tortilla de Divorciado con Ensalada Ensimismada. Un auténtico Menú Wolffo.


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Well I'd rather see you dead, little girl, than to be with another man
You better keep your head, little girl or I won't know where I am

You better run for your life if you can, little girl
Hide your head in the sand little girl
Catch you with another man that's the end… little girl


Well you know that I'm a wicked guy and I was born with a jealous mind
And I can't spend my whole life, trying just to make you toe the line

You better run for your life …

Let this be a sermon, I mean everything I've said
Baby, I'm determined and I'd rather see you dead

You better run for your life …


I'd rather see you dead, little girl, than to be with another man
You better keep your head, little girl, or you won't know where I am

You better run for your life …

Desde la primera vez que escuché esta canción sentí unas ganas tremendas de cantarla, incluso una melancolía gigantesca por no haberla escrito yo. Me gustan las tres guitarras, los coros y la magia que tiene la melodía de las estrofas; me gusta esa primera frase: "preferiría verte muerta, nena, antes que con otro hombre", no porque la comparta, sino por lo que tiene de sincera confesión. John Lennon en estado puro, los Beatles en estado puro, yo mismo en estado de estupefacción. Báilate esta conmigo, ¿quieres?

La tortilla:

La ensalada:


Por razones editoriales, he retirado esta receta de mi weblog. Pronto, eso sí, podrás leerla en un soporte más cómodo para ti (y más lucrativo para mí).
Gracias.

jueves, marzo 23, 2006

Otra


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El consejero matrimonial entra sonriente y satisfecho en la estancia; bajo su brazo bonachón, los hombros falsamente dóciles, enormemente sólidos, del animal de bellota que lleva años aterrorizando a su familia con sus golpes, sus gritos, su mal humor. Lola mira asustada, encogida en su silla, sin comprender muy bien porqué su marido y su consejero son tan amigos. Algo no funciona.

Ella sabe, lo sabe muy bien, que el gran talento de su diario maltratador, de su semanal violador, no son los golpes, no son los gritos, no es su capacidad de sembrar el pánico en su casa, sino su paradójico encanto. Su simpatía natural, su sonrisa, su arte para concitar buenos sentimientos hacia él, de ser el centro, de provocar ternura, cuando es el más grande bestia que ella ha conocido.

El consejero, bien alimentado, de porte estúpido y mente enfermiza y actual, carraspea y se sienta en su sitio, al otro lado de la mesa, mientras Górgolo, el marido, ocupa su silla al lado de Lola. Puede que haya sido sin querer, pero Lola, que lleva sandalias hasta en invierno sólo porque a su marido le gusta ver que todos los días se pinta los deditos de sus pies casi perfectos, puede que haya sido sin querer, digo, pero una bota de Górgolo pisa con saña los delicados pies de Lola en lo que supone una novedad: sus pies eran lo único que, hasta ahora, había respetado.

Lola ha aprendido a llorar hacia dentro. Así llora, encuentra consuelo en las lágrimas vertidas hacia dentro, y nadie se da cuenta de que sufre.

El consejero pone sus manos encima de la mesa y entrecruza sus dedos gordezuelos:

- Tengo buenas noticias, Lola…

Lola derrama una lágrima más.

- Me lo ha dicho Górgolo hace un momento: a partir del viernes, va a dejar de pegarte. Eso es bueno, ¿no?

Górgolo sonríe imbécilmente. Lola empieza a llorar hacia fuera. Como tú, como yo. Como todo el mundo.

- ¿A partir del viernes? ¿Y esta noche… y si me pega esta noche?

El consejero abre sus manos como queriendo abarcar el mundo:

- Si eso pasa esta noche, ¡será la última noche! Si has aguantado palizas durante 15 años, podrás aguantar una más…

Górgolo parece incómodo, demasiado grande para un sillón tan pequeño. Además, su indumentaria parece agredir el ambiente, el frío ambiente de la consulta del consejero matrimonial. Cruza las piernas y aprovecha para darle una patadita a Lola.

Ella, con el rostro cubierto de lágrimas, casi sin fuerzas, consigue preguntar:

- ¿Eso es todo…?

- ¿Qué más quieres, hija…? ¿Qué te pida perdón?

- Bueno…

- Naturalmente, hay algunas condiciones que tienes que cumplir, pero nosotros estamos aquí para evitar la violencia, ¿verdad? Lo que perseguimos es la paz, y creo que, por fin, hemos encontrado la paz.

Por vez primera, habla Górgolo.

- La paz de los cojones, sí. Y como no estés contenta esta vez…

El consejero toma la palabra. Sabe, lo sabe bien, que es preferible que una vez declarado el cese de las palizas, es mejor que ya no hable más el animal, y que sea él mismo, como consejero, como pacificador, el que llene de optimismo y entusiasmo cada minuto. Es más presentable.

“Mira, te voy a decir, más o menos, el trato que creo, os conviene a los dos. Ya lo he pactado con Górgolo, a él le parece bien, así que si a ti te convence, ya tenemos solucionado el problema…

“… él deja de darte palizas sistemáticamente y tú, mañana mismo, sin esperar más, retiras las denuncias que has presentado contra él. También, dejarás de ir a la escuela esa de la universidad que vas, para que tengas más tiempo para la casa, que la tienes un poco descuidada últimamente. Vas a tener que dejar esa odiosa costumbre de esconderle las botellas y no volverás a cerrar la puerta desde dentro para que él no pueda entrar si viene con algun amigo o alguna amiga a casa por la noche. Por supuesto, tampoco puedes negarle el débito conyugal…

Vamos, que seguirá violándome, piensa Lola.

“… y tienes que prometer que se acabaron las denuncias. No puedes judicializar la vida marital, cada discusión que tenéis. ¿Qué te parece?”

Lola se levanta y mira a su marido: grande, cabrón y con gafas de sol. Mira al consejero: más grande aún, pero débil de carácter y de falsa pero inagotable sonrisa.

- ¿Por qué…? - Lola, tan llorona, tan maltratada, no quiere firmar el trato- O sea, que todos estos años de palizas, de violaciones, de terror, tengo que olvidarlos sólo porque él, que sólo sabe pegar, gritar, mentir y correrse dentro de mí, dice que ya no va a pegarme más palizas? Esa no es la paz que yo quiero, consejero, eso no es paz. Eso es una paliza más; la más grande, la peor. No, no y mil veces no. ¡No!

Lola, tan maltratada, ha dicho que no.

¿Y España?

domingo, marzo 19, 2006

Miedo


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M-Clan me parece que podía haber sido el gran grupo de rock español. Y francamente, no sé porqué no lo ha sido. Quizá 15 o 20 años antes, no lo sé... El caso es que dentro del desolador panorama del rock español, un grupo tan auténtico, tan banda, tan rockeros sin pose, es muy de agradecer. Tienen muchas grandes canciones pero, para mí, esta, que se la debo a mi cuñado Quique, es la mejor de todas. En su versión original es soberbia y yo, con dos bemoles, la versioneo y la cuelgo para que, definitivamente, mis detractores se suiciden al escucharla. Si me lo permitís, se la dedico a mi sobrino Chejo, que sé que le encanta este tema.

Temo el día en que deje de tener miedo. El miedo es una constante en mi vida, me ha acompañado desde pequeñito y, seguramente, me ha hecho ser como soy.

De pequeñito tenía dos miedos recurrentes. El primero, agarrotador, era el miedo a la madrastra de Blancanieves. Su imagen de estricta gobernanta me perseguía en sueños, escaleras del castillo arriba, hasta que me acorralaba en un balcón en lo alto de la torre y tenía dos opciones: saltar al vacío o entregarme a la libidinosa madrastra. No tengo cicatrices, ni columna doblada ni nada de eso, así que supongo que me enrollé con la madrastra unas cuantas veces.

El otro miedo recurrente que me perseguía asaz terroríficamente era la imagen de Fraga en Palomares. Ese bestial meyba, esas tetas caídas (bajo de pecho, como decía Obélix), esa presencia aterradora… Uf, nunca iré a bañarme a Palomares, pero no por miedo a las radiaciones, sino porque allí donde Fraga ha metido sus huevazos, no me veréis retozando a mí.

Crecí un poco.

Luego me dieron miedo, mucho miedo, Alfredo Amestoy, Kiko Ledgard y Mayra Gómez Kemp. Los tres, desnudos, me perseguían por los pasillos de mi colegio y me acorralaban en la clase de 3ºA – la única sin ventanas de todo el colegio – y me obligaban a tomar un bocadillo de mantequilla con jamón de york y un batido de fresa. Amestoy portaba el bocadillo y lo acercaba amenazador a mi cara mientras lo apretaba y un rulillo de mantequilla desbordaba. Mayra, en segundo plano se limitaba a sonreír y a cantar “que vivan los novios, los novios con marchaaaa…. con marcha nupciaaaal” (un canto premonitorio) mientras Kiko me ofrecía con mano parkinsoniana el batido de fresa que desbordaba por el temblor. Terrorífico, podéis creerme.

Crecí otro poco.

Salía de casa adolescente y terco, con un plumero rebelde de pelos rubioscuros en la cabeza; descubrí lo guapa que era mi madre, y ahora que ya era más alto que ella, le pasaba orgulloso el brazo por sus hombros redonditos y cansados y caminaba con ella así por la calle, como diciendo a mis amigos, vale, vale, pero ¿habéis visto qué madre más guapa tengo? Rubia, bajita, rellenita, con unas piernas asombrosamente bellas y guapa, muy guapa, con una belleza alegre y cansada. Ella era mi miedo. Miedo de perderla. Miedo de que algo le pasara a esa mujer formidable que alumbraba mis noches y velaba mis días. En aquellos días de inmortalidad, aferrado a mis amigos, mi miedo era la soledad, el rechazo. Mi adolescencia terminó un 2 de agosto, cuando recibí una llamada de mi hermano pequeño. Mis padres y tres de mis hermanos habían salido (coche cargado, madrugada de prisas y risas, bocadillos y bolsas de chuches para el viaje) para nuestro habitual mes de vacaciones en el sur; yo cogería el tren esa misma noche y me reuniría con ellos a la mañana siguiente. La voz de mi pequeño hermano todavía resuena en mis oídos:

- Hemos tenido un accidente… Paloma y yo sólo tenemos heridas…. A papá se lo ha llevado la ambulancia… Mamá y Montse están ahí, tapadas… me parece que se han muerto.

Ese día pensé que ya no tendría miedo jamás.

Pero el miedo nunca ha dejado de acompañarme. Ya no tengo sueños terroríficos, ni recurrentes, ni nada de eso; ya no me da miedo la oscuridad, ni siento la mano fría del miedo en mi espalda en los largos y solitarios pasillos y calles; tampoco me dan miedo las chicas y el ridículo ya sólo me produce ternura; pero me da mucho miedo de que las cosas terminen.

De que se termine el amor que me dan mi mujer y mis hijos, el amor de mis hermanos y amigos. Tengo miedo de cada tropiezo de mis hijos, de cada esquina que doblan, de cada día que amanece.

Tengo miedo de pasar inadvertido, no soy como los buenos árbitros, me gusta que hablen de mí; tengo miedo de que se termine este mundo a veces tan cabrón, pero tan fabuloso en conjunto. Bueno, de que se termine el mundo no, sino de que se termine mi historia en este mundo.

Un miedo atroz a la muerte, a dejar de levantarme por las mañanas y sentirme vivo por el amor, la amargura y el deseo. Tal vez si fuera creyente, en algo o alguien, ese miedo desaparecería. Pero tengo la desgracia de ser un descreído, un escéptico y de gustarme más lo material que lo espiritual. Entendiendo por material, claro, una sonrisa de mis hijos, la risa de los niños o el estallido de placer de la mujer que amo.

Tengo miedo, mucho miedo a que todo eso termine.

Tengo miedo, ahora que lo pienso, a dejar de tener miedo, pues sólo venciendo la parálisis a que el miedo me invita, soy capaz de sentirme valiente.

Tengo miedo: pero sigo.

(A modo de Estrambote. Añadido a las ocho y pico de la tarde.
Esta mañana, con el ánimo bien dispuesto, me he sentado a escribir pensando en hacer un post divertido, de esos que -aunque esté mal decirlo- me hacen gracia hasta a mí. Yo no sé quién maneja los hilos, más bien me inclino a pensar que no hay ser superior apretando teclas, manejando hilos, cambiando las agujas; pero el caso es que, de repente, sin darme yo cuenta, cambió el viento: y los aires nuevos me trajeron, a traición, el recuerdo de mi madre. Perdí a mi madre y a mi hermana Montse a los 18 años; de repente, me acordé del día en que casi se derrite mi madre cuando una tarde le dije, al subir de una playa del sur y una ráfaga traviesa de viento levantó los faldones de su pareo, que parecía Marilyn, a sus cincuentaymuchos años. De repente su risa, su voz, sus lágrimas llenaron mi cabeza y un enorme desasosiego me ha acompañado todo el día. Tampoco sé porqué escribo este comentario inútil pero os juro que llevo toda la tarde pensando que debía hacerlo. A lo mejor el miedo no debe mentarse. Es un fantasma que te atrapa y te desafía cada vez que lo mencionas. A lo mejor el miedo es la esencia de la vida. Ni idea, tú)

sábado, marzo 11, 2006

Vete.


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No me des más la brasa con tu melancólica pedigüeñez.

No finjas que me quieres ni un día más: vete.

No quieras darle la vuelta, ni aparecer como víctima, porque víctimas somos los dos. No quieras forzar las cosas para que sea yo el que rompa. ¿Qué más da? ¿En qué alivia eso el dolor?

Has dejado de quererme, ya no soy parte de ti, entonces, ¿para qué quedar bien? ¿En qué mejora las cosas el que puedas decirle a los demás que fui yo el que la jodió?

Hazte un favor: vete. Y ya no vuelvas.

En realidad, querida, me has echado de ti hace ya años. Y si lo piensas, si lo pienso, si un pájaro discrimador observara desde lo alto la escena completa, te lo diría con toda claridad: nunca me aceptaste del todo en tu vida.

No es que fueras alguien de quien presumir demasiado, la verdad, no tienes muy buena fama. Pero, ya lo sabes, a mí eso me da igual, no tengo que rendir cuentas, y cuando lo hago, generalmente es para posicionarme contracorriente, un rasgo estúpido, vale, pero mío. Así que yo te enseñaba con orgullo, te llevaba de la mano, te presentaba en todas partes sin complejos porque, tonto de mí, creía en lo nuestro.

Después de varias bofetadas, la vida te puso a un lado de mi camino y no lo dudé: me eché a un lado de la carretera, me detuve, llené el depósito y (me hice la ilusión de que) te seduje.

Me diste cien gramos de satisfacción y kilo y medio de calamidades, pero en mi balanza vital optimista e imperturbable, las satisfacciones, tan nimias, se convirtieron en toneladas de felicidad, ahora lo veo, fingida, que aplastaban las calamidades, como David aplastó a Goliath.

Hace un año que te estás yendo y sin embargo, cuentas que soy yo el que se pira, el que rompió la baraja el que lo ha hecho mal. Mal, caray, menuda palabra, menuda idea, hacerlo mal. A pesar de todo, te he dejado la puerta abierta, porque de vez en cuando llamas a mi puerta, pero a ver si dentro de un año, sigues viniendo por aquí.

Publicidad, eres una puta muy cara. Casi me has quitado la vida. De hecho, me has quitado la forma de ganarme la vida. Hoy ya no quiero ganármela, me conformo con un empate sin goles y sin lesionados. No me quieres, vale, pero no digas que fui yo.

Yo hice lo mío. Cumplí con mi parte. Te amé y trabajé duro para dignificar tu mal nombre. Y tú te limitaste a dejarte querer y a largarte.

Vete, por favor.

Y no vuelvas más. Nunca más.

lunes, marzo 06, 2006

Uno y trino.

Tres en uno.
Es dura la vida si eres la Golfísima Trinidad. Cuando eres uno y trino, el mundo es diferente. Sur cuento: Fui requerido en el mismo lugar, en el mismo instante, pero como tres prersonalidades diferentes, de forma esquizoide, múltiple. Debía ser Wolffo, el Ciclón de Valdemorillo, un huracán de rocanrol desatado en el pequeño escenario del Plaza; debía ser Wolffus Tribulete, el repórter, el piriodista sagaz e inquisitivo, enviado espacial, que cubriera el acontecimiento e hiciera interviús y todo lo demás; por último, la entidad gestora del grupo de empresas Plaza Mayor necesitaba un famoso, un reclamo eficaz y atractivo para el gran público, el hombre que diera el toque de glamour, de distinción, de sexo desenfrenado: Wolfferas, naturalmente.

Llegué al sitio. El mismo sitio que los lunes y los martes me abre las puertas del zulo latino al que llaman cocina para aleccionarme en las artes de la cocina de batalla; llego, digo, y me preguntan quién soy. Me lo pienso y digo que soy Wolffo, el Ciclón, porque al músico, el día que toca, se le invita a las copas. Cuando soy yo mismo nunca bebo más que PepsiMax y Gaseosa Unide, pero cuando he de transformarme en la bestia sexual que hace que las mujeres se desnuden al escuchar mi garganta rota, entonces bebo vodka con naranja y un hielo, que sabe a fanta y que me coloca sin darme cuenta. Pido, pues, y quedo fatal, porque me preguntan que qué vodka bebo y yo no sé, ¿ruso? pregunto, y no, joder, se trataba de decir una marca y yo de vodkas, ni puta, si me hubieran preguntado por la marca de la gaseosa digo cuatro sin pensarlo (revoltosa, unide, carrefur y casera, lo flipas, ¿eh?), o incluso de la naranja, sueps, fanta, kas, trina, mirinda o gold (la del carrefur, que tiñe los vasos), pero vodka… es como si me preguntan marcas de bragas, ni idea; tarde, muy tarde me doy cuenta de que mi maestro doc me lo ha puesto a huevo mil veces, Absolut, hijo, absolut, un icono de cretaividad publitaria, además…

La chica me pone un vodka que no sé cómo se llama, pero como si pone amoníaco: me da igual. Cojo mi copa, con una única piedra de hielo a la deriva y me siento. En seguida me hace efecto, porque noto que se me acerca San Pedro y se sienta a mi mesa y me dice hola, ¿tú eres el piriodista? y yo sí, coño, ¿cómo lo has notado?, y él, porque de toda la peña que hay aquí tú pareces el único que no sabe ni qué hace aquí ni qué está bebiendo, dímelo en verso, le reto al tonto de San Pedro, pero él es ágil de mente y me dice, se te nota en la cara de idiota. Cabrón. Levanto la vista y veo acercarse un trío increíble: la Divina Gilda y Lostie completamente desnudas, salvo por unas púas Jim Dunlop que posicionan en sus pezones y su triangulito mágico, acompañadas por un inmutable mOe:) que viste un elegante taparrabos de piel de castor y una pajarita hecha de prepucio de elefante. La alegría que me produce la visión de este trío calaveras hace que salga de mi propio cuerpo y me veo avanzar hacia ellos con los brazos abiertos y con una ridícula peluca verde y saludarlos efusivamente. A mOe:) le doy la mano y un amago de abrazo, o sea, tipo apretoncillo en el hombro con la mano izquierda; a Gilda y Lostie les hago el amor sobre la mesa 4 con la excusa de que estoy muy nervioso por el concierto. Son buenas chicas y no se quejan de mi exultante potencia sexual, sino que se les pinta una sonrisilla dulce en la cara y se van a la barra a pedir algo de comer, porque mi apetito carnal les ha abierto el apetito.

Joder, qué nervios, mejor empiezo.

(Pensamientos mientras suena la música:

Wolffo, el rockero:
Mierda, algo no va bien; me oigo fatal y no me encuentro bien; buff, a ver si la gente entra,m porque si no va a ser un desastre.

Wolffus, piriodista:
Suena algo raro, se le ve un poco flojillo, como bajo de moral; a ver si se entona, porque no es del todo malo, el chaval

Wolfferas, el famosete:
Podría callarse el Wolffo este, tengo que ligarme a estas dos monadas y no me apetece competir con semejante chute de sexo con guitarra y armónica…

Gilda:
¡qué rebueno que está el Wolffo y qué palizas es el wolfferas!

Lostie:
A ver si se calla el pelmazo este del Wolfferas, que no me deja escuchar al Wolffo que, por cierto, es un bombón…

mOe:) :
¿me habré dejado la plancha encendida?

Un fan:
este tío hace play-back, fijo)

-.-

Suena la música, bailan las mujeres con gusto, los hombres para ver si ligan con las mujeres, sirven copas las chicas de la barra, el alcohol corre por las gargantas, la cosa puede ir a mejor, pero al cantante se le rompe la uña de su dedo índice y empieza a sangrar y, poco después, una cuerda de la guitarra, cuando ya no se puede hacer una parada. Si se te rompe la prima, bueno, es una putada, pero se puede aguantar. Ahora, si se te rompe la tercera, la de sol, estás jodido. Tus dedos buscan una cuerda para pisar que no está y, automáticamente, pisan la superior o la inferior, y el sonido empieza a ser infernal.

Afortunadamente, el alcohol ha corrido lo bastante como para que no se note tanto como se notaría en condiciones normales. Pero es el peor concierto de Wolffo en mucho tiempo. Suerte que entre el público hay gente estupenda.

En imagen, podemos ver a Wolffo tocando, una fan que no pudo aguantar más
y se desnudó para él, y a Lostie, Gilda y Wolfferas, disfrutando del momento.(Foto: Wolffus)

Quiero mandar un beso muy especial a Gilda y Lostie, que son dos mujeres como hay tres. Bueno sí, hay una tercera, es Guiss, que iba a venir desde su ciudad, pero el cambio de fechas se lo impidió. Quiero, asimismo, abrazar en plaza pública a mOe:). Mirad la forma de escribir el nick. Refleja a su persona, verdaderamente. Es un gran tipo, sí señor.

Bueno, en cuanto tenga tiempo os cuento mis experiencias en la República Bananera de la Zulococina. Hay chicha.

Una cancioncita. A ver si Yambra sabe de quién es. Buch , ya sé que tú lo sabes, pero no jodas el juego.

Foto 1: Gilda
Foto 2: montajillo a partir de material de Gilda, Lostie y mOe:)

Mi perdido amor



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