miércoles, noviembre 30, 2005

Mi agenda se llena en Navidad

A ver.

Ya sé que lo que se lleva es decir que qué horror la Navidad, que hay que ver en lo que se ha convertido, que si fiesta del consumismo, que porqué tenemos que ser buenos solo un par de días al año, que si los atascos, que si los precios, que no hay quien aguante la tele… Vale, yo digo que sí a todo eso, pero añado: a pesar de todo, me encanta la Navidad.

Me gustan las cenas, los regalos, los besos, las sonrisas, los abrigos… y me gusta que, en Navidad, algunos descolocados aprovechemos la coyuntura para enviar felicitaciones escritas a mano y enviadas por correo ordinario, con su sello y todo.

Yo aprovecho estas fechas no entrañables, sino directamente cojonudas, para rellenar mi agenda de direcciones de chicas guapas y, circunstancialmente, de hombres, para que no se note excesivamente. Todos los años elaboro mi propio Christmas, lo diseño, lo escribo y lo imprimo (el resultado es atroz, por supuesto) y luego lo personalizo con unas palabritas más o menos afortunadas, meto el resultado en un sobre y lo envío a mis amigos.

El caso es que, en acercárdose la Navidad, mi espíritu se torna pastueño y conciliador (¿será eso el espíritu navideño?) y tiendo a consideraros a cada uno de vosotros, que tenéis la gentileza de venir aquí a leer, mis amigos. Porque no se me ocurre otro adjetivo mejor que ese, para definir a quien, por voluntad propia, sin que medie amenaza o violencia, tenga a bien escribir http://otradewolffo.blogspot.com y darse un paseo por estas, a veces, peripatéticas líneas.

Quiero que sepáis que cada vez que os paseáis por aquí, bendigo a la raza humana, por ser ésta la única que tropieza dos veces en la misma piedra, y doy gracias por cada uno de esos tropiezos. Divinos encontronazos, podríamos decir. A veces, no sé cómo contestar a tanta bondad, así que he pensado que vosotros, que no me habéis fallado desde que en febrero empecé a postear, merecéis, al menos, que en privado, si os place, os desee lo mejor para el futuro que viene.

En resumen: ya sabéis que mi emilio está disponible en mi perfil (pulsando mi foto) y lo que os pido es que, mejor antes que después, me enviéis por ese medio una dirección postal, de correo ordinario, si queréis recibir mi Christmas. Ya sé que no es gran cosa, y que es una nefasta excusa para conseguir la dirección (y el nombre real) de las chicas que me visitan maquilladas tras un nick, pero… bueno, es lo mejor que se me ha ocurrido. Un cachito de mí lo dejo impreso en mis felicitaciones navideñas de cada año.

Soy un bala perdida, un rolling stone: dame un objetivo, una dirección a la que disparar mis penas. Así que, si no es demasiado pedir, ¿me darás un cachito de ti?


lunes, noviembre 28, 2005

¿Bailas?

¿Bailas?

Venga, no seas sosa. Dejate llevar por mí, se me da fenomenal.

¿Cómo? ¿Qué ya me conoces? Vaya…

¿Que sabes que bailo como el culo?

A usted lo que pasa, señorita, es que es tonta. Tonta de caerse, si me permite. Y le hablo de usted, porque la respeto. Sí, sí, ya lo sé, suena raro que diga que la respeto y que me ponga a hablar de usted cuando empiezo a insultar, pero es que me has provocado.

Hablemos, vale.

¿No te gusta mi estilo? ¿Son mis pantalones ajustados y tobilleros? ¿La brevedad de los cuellos y solapas que visto? ¿El largo de mis patillas? ¿El volumen de mi peinado? Porque no será por esta corbata hiperestrecha de cuero negra…

(No. Resulta que lo que no te gusta es mi aura. ¿Y la suya? Mírala. Ahí sentadita, con esa cara de higo revenío y ese pelo que parece que se lo ha cortado a bocaos un perro)

Mi aura, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila… ¿de qué color es tu pupila? ¿te quitarías las gafas de sol, bonita? Ah, que no, que es mejor así… Prefieres no verme para no deprimirte. Qué mona… y qué simpática. Vamos a ver, muñequita sosa, ¿tú dirías que estás ahí esperando a que te saquen a bailar? Porque, desde luego, es lo que parece… Vale, vale, y entonces, ¿cuál es el problema?

Ah, soy yo… El problema soy yo. No soy guapo, bueno, ya… ni joven… ni bailo bien, vale,vale, vale, no sigas. Pero, a cambio, tengo una buena conversación, mujer, puedo ser divertido…. Ah, mecachis… en eso tienes razón, cuando estoy bailando no me gusta hablar; bueno, pero eso es porque me concentro… No, lo de tocarte el culo no es concentración, es que está muy a mano… perdona, pensé que te gustaba

(hostia en la cara)

Joooooder…. Tampoco es para ponerse así… a mí me gustaría que al bailar, me tocaras el culo, eso es todo. Bueno, bueno, bueno… tampoco hay que ser tan explícita, dices que no te gusta y punto… Pero que te quede claro que sí que tengo culo y que no es del todo funesto.

Entonces, todo esto… ¿significa que no bailas conmigo? ¿Qué no te apetece? ¿No te apetece que evolucionemos juntos por la pista como Fred y Ginger, tú bastante más bastorra, yo bastante más cachas, pero bueno, que los demás vean como juntos la magia se hace vuelo en overcraft (niña, sí, eso que va un cachito por encima del agua sobre un colchón de aire) sobre el danceroom flipando colorines mientras sonreímos como idiotas al ritmo de la música?

Porque eso, pendoncito mío, es lo que va a pasar. Vale, que aprovecho para arrimar la cebolleta… sí, pero, ¿no es bello eso? ¿No te gusta como suena? ¿Pendoncito…? Pendoncito es diminutivo de pendón, quiere decir que eres muy elegante, sí.

Venga, déjate…

La convencí. La convencí y bailamos al son de una furiosa pieza pop-rock. Y el baile fue como una oración vulgar y diaria, como un padrenuestro mal recitado, y la música se fue y no quería volver si no parábamos, y no paramos pero la música volvió (para que te fíes de la música), y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivarachos bailarines (ella) y muertos danzantes (yo) y todos miraban cómo mi barriga bamboleaba al ritmo que le daba la gana, era autónoma, era libre: mi barriga se hizo nación.

Y la nación barriguda declaró: lléname de pan. Y el pan cayó del techo, como el maná del cielo, pero era pan duro y una chapata lanzada con intención aviesa golpeó en la cabeza de mi partenaire y puso fin a este dancing-post con tremenda presteza.

He perdio a mi pareja de baile, y estoy perdiendo mi barriga, cada día más autónoma, cada día más suya y menos mía.

Quiero bailar. Quiero mi barriga y quiero una pareja de baile.

¿Quién se presta?

¿Quién se deja?

¿…?

Déjate



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Soy tan anticuado que cuando pienso en música de baile pienso en un rock'n'roll o en una pieza como esta que pongo aquí recién horneada. Me gusta la música sincopada que lleva el ritno en el alma, no en la ropa. Aquí hay un duelo de guitarras: una sucia, distorsionada y constante, y la otra cantarina, reververada e irregular. Como en muchas de mis canciones, empieza una voz y terminan 6 voces, 6, divididas en dos "falanges" de tres lanzándose los textos a la cara. La sección rítmica me encanta, es poderosa y vivaracha y me he atrevido, por vez primera, a soplar. Aprenderé a hacerlo mejor, lo juro. En fin, óyela; y cuando estés terminando, mira a ver si llevas el ritmillo con el pie, con eso me daría por satisfecho. Enjoy it!

sábado, noviembre 26, 2005

Una habitación (pensamientos)

Desde que el uso de razón me proporcionó las llaves de la posada que habito, hubo siempre una habitación, con derecho a cocina, disponible para los viajeros que, pasando su camino frente a mi puerta, decidieran ocuparla. Inquilinos he tenido ilustres, otros vulgares, otros queridos y otros indeseados, y también hubo los que, queriendo yo que lo fueran, no quisieron ser. La habitación no es gran cosa, y ni siquiera puedo presumir de que esté limpia y aseada, que grandes manchas ocupan las paredes y, según sea la mirada del que la habitación disfruta, pueden ser motivo de rechazo o regocijo pero, eso sí, tiene una cualidad no compartida ni por el hotel de más renombre del mundo: se multiplica a sí misma cuando el inquilino lo merece y si, por alguna razón que desconozco, decide quedarse para siempre. Esto ha ocurrido en muy pocas ocasiones, es verdad, pero cuando ocurre, es ciertamente memorable.


A día de hoy, hoy inclusive(1), son tres las veces que la habitación decidió clonarse. En la habitación uno, llamada por su inquilino "My mind", vive un hombre con gafillas a lo John Lennon que, agradecido por el amable trato que siempre se le dispensó aquí, escribió una cancioncilla, There's a place, en la que con inolvidables juegos de voces contaba que había un lugar al que podía ir cuando se sentía un poco depre; lo bueno que tiene este tipo con gafillas a lo John Lennon es que, además, se llama John Lennon.

La segunda vez que la habitación se repitió a sí misma, fue para dar cobijo a una extraña y adorable pareja de entes que, inexplicablemente, me adoran, un caso único en la historia de las relaciones casero-inquilino. La habitación se llama, además de dos, "I'm doing the best that I can", y sus simpáticos habitantes, Lettuce LaBelle y Borxius LeBoll y yo les quiero un poquito más aún de lo que ellos me quieren a mí.

Pero lo más curioso es lo de la habitación tres. Ésta se clonó por su cuenta, sin tener para nada en cuenta la opinión del inquilino, inquilina en este caso que, simplemente, lo dejó estar. Fíjate. Ella. como tantos otros, pasó una noche ante mi puerta con sus andares de pantera, vio dentro una luz y entró para descansar unos días. A mi habitación le gustó tanto su ocupante, su olor verdadero, su melenita corta y sus pechos redondos y rotundos, que sin esperar más se clonó, dando por supuesto que ante una muestra así de amor ella sucumbiría y se quedaría para siempre. Su habitación es desgarrada, como la voz de Janis Joplin, y se llama, además de tres, Piece of my heart. Y ella, la mujer que me sostiene vivo, decidió quedarse.

Hoy, se da que esa habitación es la que me acoge a mí también. Ella se hizo a un lado y me dijo: hay sitio para los dos, y no me lo pensé dos veces y entré. Y me quedé. Y vivo hoy en una charca, al lado de una rana, junto a su inmensa sonrisa y bajo el signo del destino. No podía ser de otra forma.

Es un post nada enloquecido y un poco cursi de fin de semana.

Es volver a darme cuenta, impotente al escribir estas líneas, que te quiero mucho más de lo que soy capaz de expresar.

Un día, uno de estos días, voy a aprender a decírtelo.


(1)"A día de hoy" y "hoy inclusive" son, probablemente, las dos expresiones más vomitivas que podían habérseme ocurrido.


Y mientras todo esto sucede, anda, pincha en los anuncios Google, a ver si consigo reunir un par de dólares antes de que acabe el mes.
¿Qué te cuesta?

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jueves, noviembre 24, 2005

New Jersey & Celia Cruz

Celia Cruz, no creas, no tiene buen oído. Ni la bemba colorá. Ni grita ¡asssúcah! a la primera de cambio. Celia Cruz baila sólo en familia.

Celia Cruz me ha mostrado cómo va a ser la mujer que amo hoy, dentro de 30 años. No es que sea adivina, no, es que es su madre.

Celia Cruz es mi suegra. Caray.

Celia Cruz no se rinde. Mujer-titán, tan breve y tan viva que te roba el corazón en dos minutos. Cuida su jardín (tendríais que verlo), hace tiffanys bestiales (vidrieras, lámparas, mesas) y recibe en su casa y en su mesa como muy poca gente es capaz de recibir. Con una enorme y sincera sonrisa.

Celia Cruz no se detiene. Sigue aprendiendo a la vez que enseña; es una mujer, pero si se rodea de su prole, es una reina; una reina madre, ya sin mando, que sus hijos, todos han volado del nido y formado los suyos propios, pero respetada y querida por todos como la matriarca que es.

Celia Cruz reina en la república de su gran familia, de su clan, haciendo los gestos justos para mantener la prole unida a su alrededor. Celia Cruz es ella y sus hijos, sí, pero no puedes entenderla sin Juan, su otra mitad desde hace, casi, medio siglo. De Juan os hablo otro día.

Y de Celia, qué decir… tan atenta a contentar a los demás que, a veces, se olvida de lo suyo. Tan adorable, Celia Cruz…

Celia Cruz es menuda, ¡menuda mujer!; tiene el pelo corto, fuerte y blanco, y cuando se calza sus gafas de abuela rockera y tira millas en su minicoche rojo, que tiene una pegatina que pone Gti – 16V, no te pongas delante, no seas loco. Su determinación y su despiste, me temo, superan a sus reflejos y a los frenos del minicoche.

Celia Cruz es un ejemplo vivo de cómo se envejece con verdadera majestad. Sin bajar la cabeza, sin subir la voz. Ha sido tan apabullantemente bella, de verdad, tan hermosa, que da verdadero gusto ver cómo ha asumido la vejez, con qué dignidad, con qué humildad, con qué presencia de ánimo. ¡Ay, si más de una supiera…!

Celia Cruz no intenta engañarte y, francamente, no creo que lo haya intentado nunca. La conozco, como quien dice, desde hace dos días, pero ya hace tres que la quiero.

Y ella, yo lo sé, me quiere a mí.

Y conste que lo diría aunque no me hubiera regalado este hermoso jersey.


Bonito, ¿verdad?, aunque la percha también hace...

Gracias, suegris.
Me encanta el nuevo jersey.


(Si pincháis aquí podré comprarme mis propios jerseys y dejaré de saquear a mi suegra)
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miércoles, noviembre 23, 2005

Travellin' round the Yellow Mountains (Un travelo redondo con hielo y montañas)

Era jueves. Era invierno. Era un día gris y lluvioso. Era la tristeza del mundo resumida en la crudeza de un monosílabo feroz: no. Era infeliz. Era idiota. Demetrio era idiota.

Viajaba en un autobús de la CEMAR (Compañía Europea y Mema de Autobuses y Reproches) en dirección a las Montañas Amarillas, esa parte del país que todo el mundo anhelaba y nadie visitaba, porque su destino era dormir entre osos y lémures, trabajar con sus manos su subsistencia, vivir en comunión con la naturaleza y, sobre todo y antes que nada, huir.

Huía de la ciudad. De sus ritmos asesinos y sus malos humores injustificados. Huía de una concepción materialista de la vida, de un planteamiento conductista y metahemeralista de las relaciones inter pares en la metropoli; huía, sobre todo, de Marceliano, el marido de Súbita, la señora que, los dos últimos años, había sido su amante. ¿Por qué? Porque el tipo era un bigardo de 1,90 con cara de animal de bellota y porque los términos en que se dirigó a él dos días antes (“te mí a meté la garrota por el culo”) no parecían ciertamente amistosos.

Súbita y Demetrio, en realidad, habían sido unos amantes mojigatos. Tuvieron, en dos años de relaciones a escondidas, tres citas.

En la primera, fueron al cine e hicieron manitas, no mucho rato, porque al pobre Demetrio le sudaban muchísimo las manos. Súbita no acababa de comprender porqué el hombre que estaba a su lado prefería aventar sus manos, como si practicara alguna especie de baile estúpido, a tomar sus manos. Ella estaba dispuesta, incluso, a dejarse guiar su mano hacia rincones prohibidos de él (como hiciera con su marido en sus años de novios), o a dejar que él la explorara. Pero no, Denetrio hacía temblar sus manos en el aire como si tuviera una especie de extraño ataque de epilepsia.

En la segunda cita que tuvieron, fueron a una cafetería, tomaron chocolate con churros y hablaron de amor, hasta que Demetrio se dio cuenta de que Súbita decía amor con hache, hamor, con hache muda, no es que dijera hamor con hache aspirada, “jamor”, no, pero lo decía con hache, y Demetrio, que era un seguidor de la obra novelística de Enrique Jardiel Poncela, dejó la conversación porque el corazón se le caía a jirones. La pobre Súbita no entendía porqué estaba intercambiando trucos de limpieza del hogar con ese hombre con el que lo que quería era intercambiar fluidos corporales.

La tercera cita fue en un apartahotel. Demetrio la esperaba. Ella llegó bañada en su perfume más cálido y sensual. Con su mejor conjunto de ropa interior. Con su mejor ánimo iba pertrechada Súbita, dispuesta a entregarse a ese hombre que, por internet era dulce, ocurrente, sensible, inteligente y de corazón generoso. Llegó allí, dispuesta a todo y lo encontró todo preparado para…

… para hacer una paella. Demetrio había desplegado todo el ceremonial y aparato litúrgico que despliegan algunos hombres cuando se disponen a cocinar (eufemismo: en realidad, lo que se quiere decir es que lo había puesto todo perdido) y a Súbita se le cayó el alma a los pies. La que iba a ser su gran cita erótico-festiva, se convirtió en una extensión de su vida con Marceliano: limpiar y, además, no poder decir, por no molestar, que el arroz estaba pasado. Para hacerse una idea: Demetrio pensaba que el color amarillo de la paella se lograba echándole al arroz medio bote de mostaza de esa de los perritos calientes. El arroz estaba vomitivo.


A la pobre Súbita le entraron, como no podía ser de otra forma, unas ganas terribles de echar la vomitona. Como le quedaba un resto de sensibilidad, fue a salir del apartamento, para vomitar lejos del alcance de su amado y al salir, se encontró, de bruces, con Marceliano, su marido, acompañado de Tardanza, su amiga de la infancia, en actitud inequívoca: besándose a la puerta del apartamento de al lado.

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En un mundo normal, sencillamente, el matrimonio termina. En este mundo tan enloquecido y tan nuestro, no sólo no se disuelve, sino que Marceliano obliga a Súbita a enclaustarse en casa y el que huye es Demetrio. ¿Alguien lo entiende? Aparte de Demetrio, quiero decir. Toda esta exégesis para llegar a Demetrio, el paellero nefasto, en un autobús CEMAR, tragando millas y apuntando a las Montañas Amarillas.

La montañas asoman en lontananza, con ese poético color amarillo pis. Montañas veraces y recias, meadas solidificadas, que esperan al amante patético.

Pero hay esperanza.
Tal vez un día Demetrio aprenda a amar.
Puede que Marceliano aprenda a respetar.
Quizá Súbita, de repente, se decida a reírse en la cara de los hombres de su vida y se lance a mirar el mundo.
Tal vez un geógrafo avispado quiera cambiarle el nombre a las montañas y dé a este accidente purulento un nombre más digno.

Yo voto por Sierra Meada. Al menos, suena bonito.

lunes, noviembre 21, 2005

Lo que importa, lo que la gente quiere ver.

Se abre el telón.

(yo, en plan pelmazo, un pelín nervioso y locuaz)
Negro, ¿vale? se ve todo negro.
Sobre el negro empieza a sonar “Dos caras”, que es una canción buenísima de esa bestia de hacer obras maestras de 5 minutos que se llama Wolffo; una de esas que nunca será éxito, pero que los enteradillos pondrán a sus ligues en el coche en plan, “hay un músico de la costa oeste que casi nadie conoce, pero que a mí me gusta mucho…” mientras intenta, patéticamente, que la mano que maneja el casete roce el muslo de su conquista.

Sí, vamos, como tú...

(ignoro el comentario)
Funde a carretera regional de las que no son buenas, ni malas, sino regulares. El coche avanza a una velocidad razonable. Es un plano subjetivo, el punto de vista del conductor, ¿sabes? A lo mejor, eso sería una idea, que se note del todo que es una transparencia, como en las pelis de Hitchcock. Puede ser una cosa de esas para que los críticos se hagan los listillos diciendo que hay “homenajes ocultos” y que nos dejen en paz con los aspectos importantes de la peli.

Pero, una cosa, la tía, ¿enseña las tetas?

Bueno, eso viene luego, ahora estamos viendo la carretera, ¿recuerdas? Plano subjetivo, carretera… ése es el rollo.

Sí, pero has dicho que intentaba rozarle el muslo a la chica, sólo quiero saber si está en tetas o no… vamos, es una pregunta, una simple pregunta…

(no, gilipollas, es la pregunta de un simple, que es distinto)
Vamos a ver, Jeremías, acaba de empezar la película, y lo de rozar el muslo no sale en pantalla, te lo estaba diciendo para que entendieses el espíritu, las líneas ocultas del guión, la poesía latente… olvida lo que he dicho del casete y del músico de la costa oeste, ¿vale?

Vale. ¿Y cuando se le ven las tetas a la tía?

(rearme moral; paciencia)
Aluego. Ahora el tío va solo en el coche. Curva va, curva viene, con contraplanos del conductor con cara de satisfacción, una amplia sonrisa de oreja a oreja, el tío disfrutando un montón de la conducción…

Claro, ¡se la está chupando…!

(¿de dónde ha salido este cretino?)
No, Jeremías, te digo que va solo en el coche…

No, hombre, todos creemos que va solo, pero luego la cámara baja, de su sonrisa, zas, zas, a su polla y vemos que la tiene en la boca, slurp, slurps!, chupando, ¿sabes?, eso es cine, eso es acción, eso es poesía fotográfica, sonrisa-mamada, zas, zas, ¿es que no lo ves?, sonrisa-polla en la boca, eso es de oscar, Wolffus, hombre, que es que no metes acción… chas, chas, sonrisa, mamada, así se da ritmo a una historia…

Es que aún no han pasado ni 30 segundos, Jeremías, ni en las pelis porno empiezan a chuparla tan pronto…

Nada, nada, que luego me haces un muermo…

Bueno, vale, se la está chupando… el tío sigue por la carretera, montañas, desfiladeros, un paisaje natural bárbaro… él está en comunión con la naturaleza

¿Montañas…? No me jodas, Wolff, mejor que vaya por una especie de bulevar que hay en una playa nudista, tíos cachas, rubias en bolas y todo eso…

Pero si es una historia de alpinistas…

¿Alpinistas? ¿Te voy a dar dinero para que salga gente pasando frío y sin poder ducharse? No me toques los nardos, que te doy… Vamos a la playa de Puentedeume, ponemos un cartel que ponga Sanset Bulevar y ponemos a tías en bolas…

Vaya, tendría que hacer algunos cambios… pero podré arregarlo, creo… Bueno, el tío va conduciendo por Sunset Boulevard…

Estoy pensando que no, que el tío no va conduciendo…

¿Ah, no…?

No, no, que eso luego es un engorro. No vamos a ver bien, entre el volante y todo eso, cómo se la chupa, que es lo que le importa a la gente…

Ah, la gente quiere ver mamadas…

Sí, hombre, sí, te voy a decir algo: tú llevas mucho en esto del cine, pero yo pienso como el pueblo. Y lo que el pueblo quiere ver, te lo digo yo, es una buena corrida en toa’la cara de una rubia platino. Eso es lo que la gente quiere. Un buen disparo.

Entonces la peli no va a ser com queríamos…

Joder, con los guionistas. La peli va a ser: un tío en la playa tumbado en una toalla mirando como una rubia se hace un dedo en la toalla de al lado pasa una morena en pelotas y se sienta en la cara del tío en esto que el del carrito del helado se pone cachondo y se se calza a la rubia que se estaba haciendo el dedo mientras ésta se la chupa al vigilante de la playa que viéndolo todo se ha acercado a ver qué pasaba luego se intercambian pollas y culos y ya.

¿Y para qué me has llamado?

Para que pongaslos acentos, las comas y todo eso.

Ah…

No te deprimas, hombre, no te vayas a hacer el matajari…

Se dice hara-kiri

Se dice mis cojones, y punto.

Y claro, me hice el matajari.
(porque si nadie hace clic en los anuncios de google, aquí a a la derecha, nunca conseguiré el dinero necesario para pagarme mis pelis...)


Dos caras.



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Esta canción es otra secuela de mi separación. aunque en este caso, es una comparación entre lo que es y lo que fue. Entre el amor y la mezquindad. Entre el cielo y el infierno. Por lo que he sabido, de gente que ha escuchado esta canción, es la que menos suele gustarle al personal. Yo, sin embargo, le tengo un cariño especial. Compuse esta canción, enteramente, restando notas a los acordes, construyendo acordes (para mí) nuevos, pues eran variantes de acordes existentes. Hay dos variantes del acorde de Do mayor y de Re, y una variante de los de Si menor, Sol mayor y La menor. Si escuchas la guitarra rítmica, verás lo bien que suenan esos acordes abiertos y el resto de guitarras son sencillas, pero suenan muy bien. También hay un organito que viste mucho y los coros, cuando no desafino, son preciosos. Por último, la línea de bajo, aunque no se oye del todo bien, es muy, muy buena. Bueno, vaya rollo. El caso es que a la gente no suele gustarle este medio tempo que es, obvio es decirlo, uno de mis favoritos. A ver cómo te suena a ti.

viernes, noviembre 18, 2005

El Blog soy yo.


Soy el hombre tranquilo cuyos nervios nunca descansan. El machote al que las mallas le quedan fatal. Soy un guapo mal encarado, un infeliz que sonríe. Soy la calma tumultuosa que te espera tras la esquina del desamor. Soy brillante y pálido, el obeso que flaquea, un torrente de frente que siempre te pilla a contracorriente. Soy la paz belicosa que no te deja descansar. Una idea equivocada que, lanzada al azar, siempre acierta a confundirte. Soy un hábito inédito que te engancha y que detestas. Soy es soja en inglés. Soy el que este viernes te desea, de corazón, que no te descorazones y que disfrutes el fin de semana como si fuera el principio de algo interminable.
Soy Wolffo, y estoy encantado de conocerte.
Siéntete en casa.
Pasa y ron. El helado que ardo en deseos de tomar.
Nos vemos el lunes.

Buen viaje.

El viaje.



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Esto es, sin querer ser pretencioso, más que una canción, una pequeña suite. Son varias ideas que rondaban el mismo tema, la muerte, que para mí, no me preguntes porqué, suena a La menor. Todas las ideas van en La menor, que en guitarra es un acorde triste y hermoso. Tiene poca letra, pero densa, y mucha, mucha guitarra. a ver qué te parece.

miércoles, noviembre 16, 2005

Equivocado.

Un error. Un inmenso error.

Genéticamente, Sancho Elglande era, según la opinión de los médicos, una persona normal, pero casi todos los que le trararon pensaron de él que era un tremendo error de la Madre Naturaleza

Después de un embarazo de 33 años, Gladdys Elglande pensaba que su embarazo en realidad, sólo eran gases. Un día, estando Gladdys con sus amigas Fanny y Fionna alrededor del Ouija, oyeron una voz:

- Aaaabre las piernaaaas…

Y las tres, aunque secretamente tentadas y pidiendo al cielo que fuera a ellas a quien se dirigiera la voz, quisieron más datos

- ¿Quién eres? – dijo Gladdys

- ¿Quién tiene que abrirlas? – pregunto esperanzada Fanny

- ¿Cuánto? – dijo razonablemente segura Fionna.

La voz dudó ante tantas preguntas.

- De una en una, por favor… - dijo con una reverberación profunda y encapsulada.

Fionna tomó la voz.

- ¿Quién eres?

- No lo sé… - dijo la voz reverberante

- Es una personalidad indefinida y flotante… - dijo Fanny

- … un alma errante - cuchicheó Gladdys a sus amigas.

- ¿Eres una voz de ultratumba? – preguntó Fanny

- Joé, espero que no…

- ¿Qué es lo que quieres? – inquirió Gladdys

- Que me dejes salir…

- Se siente encerrado entre dos mundos – dijo Fionna

- Todo lo que quiere es seguir su viaje en paz… - aventuró Gladdys.

- ¡¡¡Que me dejes salir, coooñoooo!!!

El atronador grito, que surgió de las mismas entrañas de Gladdys, tiró a ésta, con su silla, de espaldas y allí quedó, abierta de piernas, mientras Sancho Elglande nacía. Tenía tal tamaño que no hizo falta el concurso de ningún sanitario. Como un bombero que sale de una alcantarilla (Gladdys protesta por el insulto implícito de este símil), Sancho emergió de su madre por su propio pie, o, más bien, por su propia mano.

- ¡Qué…! ¿Ya no hay más preguntitas chorras? – peguntó Sancho desafiante a las tres pibitas que optaron por desmayarse. Y eso que su voz ya no reverberaba.

Apañao, era.

Pequeñito, pero apañao. Cuando volvieron en sí las tres gracias, había limpiado todo, la placenta también, que se la puso de comer al canario, quien, a partir de ese momento dejó de decir pío-pío y de cantar, y empezó a croar como un sapo-tigre del Suristán (ahora que Ararat diga que si en el Suristán no hay sapos, bla, bla…).

Nació con traje azul marino, peinado a raya con mucha gomina y socio del Atleti. Fue el primer bebé cuyas erecciones sí tenían un significado sexual.

También era obvio.

Se declaraba amigo de sus amigos y quería la paz mundial y el fin del hambre; por supuesto, no tenía nada de racista y pensaba que, como en España, no se vive en ningún sitio. Tan obvio era que resultaba espiritual e mentalmente circunciso.

A los 41 años, una edad admirable y en la que un hombre se encuentra en su plenitud intelectual y sexual, sobre todo sexual, y si no, fíjense en Wolffo, se hizo tropical. Sí, sí, tropical. Su médico, su abogado y su asistenta intentaron disuadirle, pero todo fue inútil.

- Seré tropical y cadencioso – dijo con soltura y musicalidad.

Y lo fue.

Se movía con pasitos cortos y sincopados dos pallí, uno pacá y en ese plan, sonriendo como un bobo todo el día, aplicándole el término latino a todo lo que se le ponía por delante, diciendo de las cosas más inverosímiles que eran calentitas, y vistiendo como un mamarracho en su día libre.

Pasó a la edad adulta, los 42 años (rozando ya la senectud, como si dijéramos) hecho un brazo de mar. Ahí tenemos a Sancho Elglande, apañao, socio del atleti, obvio, circunciso y tropical. Poca gente reúne en sí misma tanta calamidad como Sancho y fíjate cómo sonríe sin embargo. Su asesora financiera le recomendó, viendo el nivel de majadería que estaba alcanzando, que no fuera egoísta y que formara una sociedad para repartir su estulticia y que así, se notara menos. Pero él, que desde los 43 años decidió ser, además, obcecado, desoyó las sabias palabras de su asesora.

Hoy, Sancho Elglande tiene 55 años y por decir algo bueno de él, diré que le sigue colgando. Aún no se la caído. Es un hombre sin nada interesante que decir, que no tiene ni pizca de gracia, que es estúpido a más no poder… Pues bien, a pesar de todo lo anterior, ha empezado a escribir un blog.

Más bajo no podía caer.

lunes, noviembre 14, 2005

Ni grandes ni pequeñas. Historia de la Dependienta.


De ella, parca y bella, ellos solían decir, para identificarla, “es la que tiene las tetas medianas”. O sea, ni muy grandes, ni muy pequeñas, sino medianas. No es que sea un dato importante, pero es un dato que dejo en el aire para los amantes de la estadística. Se llamaba Charlie (la encontré temblorosa y rendida, casi sin vida… tuviste suerte de encontrarte en mi camino, yo te salvé de tu destino, oh, Charlie) Charleine. Charlie Charliene, lo repito sin paréntesis insertao para que la gente se entere.

Siempre fue una mujer independiente, hasta que empezó a depender. “Depender” es como llamaban en su pueblo, Bolas Peludas del Marqués, provincia de Alburquerque, al acto de copular sin cariño, en plan deportivo, como si dijéramos. Entonces ellos empezaron a llamarla, en lugar de “la de las tetas medianas”, “la Dependienta”, y no por que trabajara en el comercio al detall, sino porque fornicaba de forma notable y, al parecer, con gran pericia. La Dependienta y sus mamas medianas tuvo una carrera meteórica: fue, en sólo dos años, campeona local, provincial, regional y nacional, obteniendo un récord de penetrabilidad que aún hoy sigue vigente.

Sin saberlo, se convirtió en un mito para los mozos de Bolas Peludas, pues ella fornicaba olímpicamente, pero los mozos lo que querían era su amor. Estos mozos… ¿para qué quieren amor si pueden yacer con ella sin decir te quiero? La sociedad machista de Bolas Peludas, llena de mozalbetes enamoradizos, que no concebían el sencillo y satisfactorio ayuntamiento meramente carnal, sin besitos ni tonterías, era, evidentemente, estrecha para la amplitud de miras (y de vagina) de la Dependienta.

Y se marchó.

Y a su coche le llamó el picadero.

Y en el cielo descubrió, unas booooolas, nay nanay, peludas y arrugás.

Alburquerque era una provincia pequeña y la fama de la Dependienta había trascendido sus fronteras. Así que subida en el picadero, un precioso Seat 124 preparao color café con leche, que pillaba los 120 llaneando sin poblemas, dejó atrás la provincia que la vio nacer y depender de forma asidua y altanera, y se instaló en la vecina e inmensa provincia de Aquistamos, en una casita rural y pintoresca cercana a la localidá de Rodillas Firmes, pero, curiosamente, perteneciente al término municipal de Elculo o, como decían en los pueblos de alrededor, la gran manzana.

Una Dependienta en Elculo tiene mucho que hacer, pero ella prefirió pasar desapercibida y hacer una vida más o menos discreta. No obstante, por no perder la forma, igual que los ciclistas rara vez dejan de dar pedales, la Dependienta solía ponerse a depender con los mozos atontados pero atléticos por las labores del campo de Rodillas, cuyas rodillas pasaron de ser firmes a temblequeantes, cada vez que veían a Charlie aparecer en lontananza.

Un día, entra la Dependienta en Aversipagas, la taberna más animada de Rodillas Firmes, y me ve a mí tomando un fanta con yelos (no tenían PepsiMax) y unas cortecitas con sugus, así, acodao en plan guay en la barra de mármol manchada de vino y cerveza. Pongo mi mejor cara de cretino pues observo que la tía esa que me mira tiene las tetas ni grandes, ni pequeñas, sino más bien medianas, pero bien puestas, y además,es guapa. Mi mejor cara de cretino consiste en una relajación facial asombrosa, que arqueja mis cejas, belfea mi labio inferior, medio cierra mis párpados y, en genral, mi rostro adquiere una tonalidad gris e idiota que, mágicamente, enloquece a los berzotas de ambos sexos.

Se me acerca la de las tetas medianas, y me dice:

- ¿Eres labriego? – me dice la muy eso.

- Piriodista – digo orgulloso. Y en un gesto que tengo ya estudiao, saco el carné de prensa, como he visto que hacen los polis y esa gente que mola tanto.

- Y, ¿qué has venido a hacer aquí…? – dice ella en ese plan.

Y entonces yo, sin saberlo, dije la palabra mágica.

- Depende…

Ella, entonces, me agarró la entrepierna y me dijo

- Me gusta la gente sincera, que va sin rodeos por la vida, con la verdad por delante…

- Señora, soy un piriodista serio – dije no sé como, pues su mano en mi picha amenazaba con robarme la elocuencia- y sólo persigo la verdá…

- Pues la has encontrado, nene.

Y yacimos.

En esa primera noche me contó su historia. Me gustaría decir que me miraba con admiración porque actué como el taladro-man que soy, pero la verdad es que no creo ni que se enterara. Y yo, en fin, tengo que admitirlo, me enamoré de ella. Pero a la mañana siguiente, ella pensaba tanto en mí como yo en los sugus del Aversipagas. Nada.

La perseguí y supe de sus correrías y su dependencia. Lo intenté todo para que volviéramos a fornicar, pero no fue posible. Enloquecí de amor. Hice locuras. Llegué a mandarle un retráctil de 24 PepsiMaxes que había de oferta en el Makro.

Pero ella, la gran folladora, la de las tetas medianas, no quiso saber nada de mí. Y así siguió en los siguientes 20 años.

La vi hace un mes. En un congreso de gilipollas que había en Managua, creo que ya he hablado de esa reunión en otra ocasión. Estaba más gordita, o sea, más guapa, en mi escala de valores.

Estaba sediento, así que le pregunté si se acordaba de mí.

Me miró y me dijo:


- No, pero tienes cara de no tenerla muy grande; ni muy pequeña. Mediana.

Evidentemente, con esa respuesta, no se acordaba de mí, pero, de todas formas, nos besamos, y así es como, en Managua, calmé mi sed.

Tus besos calman mi sed (concurso)



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Esta es mía sólo a medias. Hay una púa de regalo para quien adivine el grupo que grabó esta canción originalmente. Yo hice una versión en la que cambio la letra, obviamente, (la original es en inglés) y añado un solo de guitarra que, estámal que yo lo diga, pero está de puta madre. Lo de la púa va en serio, ¿sabes quién grabó la original?

jueves, noviembre 10, 2005

Era primavera (exabrupto en 4 actos)

Era primavera.

Milton Scrottal, alias Colgajillo, entrenaba y entrenaba fueran cuales fueran las condiciones ambientales. Donde él vive, “fueran cuales fueran” quiere decir lluvia y frío. Su pantalón de deporte blanco años 80, con huevera transpirable y su escueta camiseta blanca Damart Thermolactyl, sin alardes, pero calentita, le daban un aspecto tristón y como antiguo. Pero él, entrenaba y entrenaba, esperando la prueba que le lanzara a la fama.

Se peina a raya y su pelo lacio y rubio también es como antiguo. ¿Alguno está escuchando ya la musiquita de Carros de Fuego, de Vangelis?, pues sí, ése es el rollito. Lo que pasa es que Milton entrena en primavera de 2004 en Lochlandies, Irlanda, y nadie le hace demasiado caso a Vangelis hoy. Y menos en Irlanda.

Corre dos horas todos los días antes de ir a la oficina, donde le reciben dos olores sin igual:

1. el olor del café que ha preparado Amparito Smelly, la única persona que llega antes que él a la ofi.

2. El propio olor de la señorita Smelly. Amparito es española, pero huele igual de mal que el más exquisito queso francés.

Milton se debate entre decirle algo (que se duche, por ejemplo) o callar, porque Milton ama secreta,mente a Amparito. Está enamorado como un bobo de sus pechos redondos y breves. De su sonrisa… y casi, casi, le ha perdonado su olor.

Del ascensor sales directamente a la recepción de la Corporación y el imponente aspecto del hall queda anulado por la bofetada del olor a sobaquillo dulzón de Amparito. Pero Milton entra y ve a su diosecilla hojeando el Lochlandies Report, tan guapa, que se le quitan las ganas de mandarla a la ducha.

El tercero en llegar es Minnifield, el financiero, un pelmazo de tomo y lomo, sí, pero, al menos no huele. Luego llegaba el resto. Y la vida proseguía en la oficina. Era primavera y Milton Colgajillo Scrottal estaba enamorado de Amparito Smelly, y después llegaba Minnifield, un pelmazo, oyes.

Un grano, en verano.

El 12 de julio, una semana antes de que Milton se marchara de vacaciones a España, Milton no corrió antes de ir a la ofi. Le salió un grano en la ingle, en el que rozaba inoportuna la braguilla transpirable de su escueto pantalón de deporte blanco. Cuando llegó a la oficina, de muy mal humor por el grano, Amparito apestaba como de costumbre y el Lochlandies Report traía en contraportada el anuncio de un nuevo desodorante: OdorFlesh. Minnifield es un pelmazo, pero al menos, no huele, reflexiona Milton. Cuando están tomando café, Milton saca el tema como casualmente:

- El Lochlandies Report es un gran periódico, ¿eh…? – dice astutamente, esperando que su ángel muerda el anzuelo. Mientras habla hace como que lee el periódico, poniendo la contraportada bien visible para su apestoso amorcito.

Amparito moja una madalena en el café. Come un poco a lo guarrillo, sorbiendo sonoramente. Además, al morder, hilillos de café con leche se deslizan por las comisuras de sus labios hacia la barbilla. Milton prefiere no tenerlo en cuenta.

- … me gusta, sobre todo, su contraportada… - insiste, mientras agita el periódico de forma verdaderamente lamentable.

Por toda respuesta, la señortita Smelly hace un escorzo para comerse el último pedazo de madalena, que gotea mucho y amenaza con deshacerse. Pero ni caso a las astutas insinuaciones gestuales de Milton Colgajillo Scrottal.

- … y no digamos ya los anuncios… - y alza el periódico poniendo el anuncio de OdorFlesh a la altura de las inútiles napias de Amparito.

Minnifield, el pelma, pasa sin hablar por la puerta de la cocina, y Amparito se chupa los dedos, no sólo literalmente, quiero decir.

- ¡Que si has visto este anuncio, bonita! – le dice Milton a lo bestia, dándole un papirotazo con el periódico en la nariz.

Fue la última conversación, en términos amistosos, de Milton y Amparito.

Un grano, es mucho más perjudicial en verano.

Y Minnifield es un plasta.

En otoño, un coño.

Érase que se era el mes de octubre, pardiez. Amparito ya no huele. La corporación va mejor, sus trabajadores parecen más eficaces y felices. Amparito está muy mona, pero el café que hace está ahora malísimo. Minnifield, eso sí, tan pesado como siempre. Milton ha vuelto a correr, eliminado el grano, con su aspecto de deportista triste y años cuarenta.

Suda y suda esperando su momento. Amparito Smelly ahora es una diosa que huele a nubes, a menstruación publicitaria, y está buena que se rompe, por decirlo en términos poético-metafóricos.

Tomando el café mañanero, al fin, quedan solos Milton y Amparito.

- Tenía algo que decirte, Amparito… - dice el protofondista.

- ¿Cualo? – inquiere la bella.

Milton mira a Amparito. Es una mujer hermosa. Es un mujer ordinaria. Es impía. Era olorosa. Oh, Milton, pajillero irredento, fondista mediocre pero insistente, oficinista vulgar, rubio de mierda, ¿qué vas a decirle?

- Amparito, no te lo tomes a mal, pero hay algo que no me deja dormir, que mantiene mi corazón desbocado…

- ¿Qué es, príncipe mío?

- Es un anhelo, un frenesí…

- Seguid, seguid…

- Cuando veo tu boca color carmesí, cuando tus ojos-lucero me iluminan el rostro…

- Oh, Milton, estáis sudoroso…

- Cuando tus manos hacen arabescos en el aire, cuando tu melena baila al viento…

- … ¡pero, Milton, si hoy vengo con moño!

- Yo, amor mío, mi sino, mi ser… te comería to’l coño.

Y la poesía se hizo carne.

Dejémosles solos. No soy yo experto en estos lances…

Eterno invierno

(Canción de Milton)

Dubidú dá-dú, Salgo a la calle,

Dubidú dá-dú, Mi brazo en tu talle,

Dubidú dá-dú, Aunque eres muy tierna

Dubidú dá-dú, No me gustó tu entrepiernaaaaaa….

(cerrada ovación)

Milton, hoy, es un don nadie. Ya no entrena.

Milton es idiota. Milton es un fetichista vaginal.

(y la vagina de Amparito Smelly apestaba)

Minnifield es un pelmazo.

Ampaprito Smelly apesta de nuevo. Bebe Coca-cola, cosa inexplicable, existiendo la PepsiMax. No le gustó nada la faena que le hizo Milton. Fue como si le diera asco. Qué idiota, Milton. Qué infeliz, Amparito.

(Canción de Amparito)

Sha-la-la-la-laaa, qué gracioso cuando corre

Sha-la-la-la-laaa, qué estúpido cuando calla,

Sha-la-la-la-laaa, qué torpe cuando traga,

Sha-la-la-la-laaa, ¡hm…? ¡cómo apestan mis bragas!

(standing ovation)

lunes, noviembre 07, 2005

Buenos días, África.


Y si el viento ha soplado toda la noche, levantando mi tejado, haciendo que mis seis hijos corrieran a acurrucarse con nosotros…
… y si el rey y su clan han rugido, con rugidos sordos y broncos toda la noche, demostrando su poder, fauces ensangrentadas, gargantas satisfechas...
… y si las nubes, juguetonas, apagaban y encendían la luna…

Y si quieres conocerme, aquí estoy.

Soy M’mba Garrison, Cazador Sunai, orgullo de mi tribu y sin carné de identidad.

No tengo papeles, ni cédula de habitabilidad; construyo mi casa sin licencia, conduzco mi elefante sin permiso y no trasgredo el límite de velocidad porque Panzudo, mi paquidermo fiel, no es un Ferrari, ciertamente.

Cazo marmotas y no emito facturas, Panzudo come hierbas que no pienso pagar, me gusta miccionar de pie a lomos de mi bestia, y que tú lo veas a contraluz, como un Maneken austral, mi orgullosa y meona figura recortada contra la puesta del sol, tú que te quedas sin respiración, el elfante que tose y yo que caigo torpemente sobre el charco tibio de mi meada, ja-ja-ja, qué gracioso el negrito, te oigo decir, oigo incluso a bufar cómicamente a Panzudo… oh, maldita naturaleza, no te rías de mí, que bastante tengo con que me hayas hecho nacer en Logroño.

Sí, soy un negro riojano, de brillante testuz, no me afeito la cabeza porque no juego al baloncesto, ni canto hip-hop ni me huelen los pies; he emigrado al sur, nadé contracorriente, buscando la verdad, el origen. El principio de todo. Y arribé cuando vi tus ojos, traviesos, negros (era de noche, no veía bien, lo siento…) recogiendo setas cerca del cráter. Menudo cuelgue que nos dio el pastel de setas que preparaste, mi amor, pasamos diez días flipando all around del Ngorongoro.

Vivo en el territorio del león y el impala. Como lo que cazo y fumo porros de pelota de excremento de elefante que robo al escarabajo pelotero, menudas chinas que hace el bicho. Meo, como queda dicho, a lomos de Panzudo y no digo donde depongo porque no venga a nadie a fastidiarme ese momento de paz. Me gusta tu guiso de muslo de buitre, tanzana rumbosa, y la forma que tienes de reír cuando se pone el sol, amor mío, que algún día me explicarás a qué vienen esas carcajadas, todos, toooodos los santos días al ponerse el sol.

Tengo 6 hijos, algo extraordinario teniendo en cuenta que un médico riojano me extirpó los testículos a los diez años, dejando mi alegre miembro más solo que la luna. Mis hijos, sin duda un milagro africano son:

Obvio Heredero, mi primogénito, de frente despejada, gran miembro viril y estupidez infinita; rápido de mandíbulas (come moscas que caza al vuelo con la boca), torpe de pies y lento de digestión, por decir algo.

Nube Impía, mi hija mayor, bella y negra, ligera de cascos y, a decir de mis amigos, gran amazona, de caderas peligrosas y redondos pechos que rebotan alegremente cuando corre. ¿Qué porqué corre? Preguntádselo a ella, que yo no lo sé.

Hipo Pótama, Rino Ceronte y Babu Ina, los trillizos, trillizas, trillices, vamos, dos nenas y un nene que nacieron a la vez, no sé muy bien cómo llamar a eso. Nacieron inoportunos y siguen siéndolo. Hipo y Rino son gordezuelos y hermosotes, Babu es liviana y tiene el culo irritado y rojo. Las/os trillizas/os son pelmazas/os como ellas solas. Aparte de eso, no sé qué más decir de ellos/as. Triste bagaje vital.

De Obtuso Pez (OP), mi hijo menor, así llamado en homenaje a un personaje menor de esa pequeña obra maestra llamada Tibio y Lánguido Abril no sé francamente qué decir, porque apenas le conozco. Soy un guerrero africano, corazón, un cazador sunai, no una niñera.

Soy un negro riojano que vive en África. Vivo con mi mujer y mis hijos, esos desconocidos, en el corazón del cráter del Ngorongoro. Quizá mi único amigo sea Panzudo, aunque la desarrolladísima nariz de mi hijo OP me haga dudar de la fidelidad de este paquidermo (cuyo descomunal miembro ha mirado con ojos golosos mi mujercita en más de una ocasión…).

Soy M’mba, un alegre negro de pies ligeros que dice buenos días a la tierra vigen.

Buenos días, África.

Además, cualquier excusa es buena para saludar a mi cuñada ;-)