viernes, octubre 28, 2005

A los 41

Mañana cumplo 41 años. Unos cuantos, sí.


Nací el 1 de noviembre de 1964, hijo de Milagros, una canaria bellísima y cantarina y de José, un catalán circunspecto y de grandes y hermosas manos. Nací, pues, bajo el signo de Lennon y McCartney, el sexto hermano de una familia que, 51 meses después, quedó completada con mi hermano pequeño.

Me gustan mis 41 años. Empiezo ya a darme cuenta de que soy un hombre, y no el adolescente que ya pensaba que no me quitaría jamás de encima. De todas formas, me cuesta muchísimo asumir que tengo una edad ya adulta, que soy un señor, vamos, que tengo que pisar firme y todo eso. Y sigo encontrando complicadísimo el tomarme en serio a mí mismo.

Hay un montón de cosas que me gustaría recordar hoy, anécdotas graciosas y cosas así, pero no soy capaz. A cambio, voy a intentar mirarme sin complejos. Ahora mismo, este soy yo:

Físicamente, espero seguir midiendo los 178 centímetros que me dijeron cuando fui a tallarme para la mili; debo pesar un montón de kilos, prefiero no saberlo; más, en cualquier caso, de lo que debería. Es una de esas cosas que tengo que cuidar. Mis ojos, que han sido mi mejor arma de seducción, empiezan a aparecer ya cansados, enmarcados por ojeras oscuras y empiezan a emitir señales de alarma (sí, empiezo a alejar los textos pequeñitos). Mi pelo ya está casi completamente compuesto de canas, pero sigue exactamente igual de ingobernable que cuando tenía 15 años: no hay quien lo peine. He perdido mi explosividad por completo. Era un tigre: pesado, sí, pero potente y ágil. Ahora soy un hipopótamo. Es decir: irremediablemente, me hago viejo. Mi cuerpo no es el que era, noto los excesos y las carencias y empiezo a acostumbrarme a esta nueva situación. Ya no soy inmortal.

Socialmente, sigo siendo un desastre. Soltadme en una fiesta con 20 encantadoras personas desconocidas durante una tarde; acabará la tarde y no habré conocido a ninguna de esas 20 encantadoras personas. Me relaciono malamente con mi entorno, necesito el cara a cara y la multitud me abruma y hace sentirme invisible. A veces, al salir de casa, no soy consciente de quién soy realmente, y sonrío a alguna mujercita picaronamente, hasta que paso por delante de un escaparate y veo al tipo que habito: un señor gordito de 40 castañas con menos atractivo que la ropa del Carrefour que, dicho sea de paso, es la que visto. No soporto la mala educación. No hablo de cursilerías, sino de educación. Dejo pasar a las personas antes que yo, cedo mi asiento en el autobús y siempre, siempre, le abro la puerta del coche a mi chica. Respeto a las personas mayores por mayores, y respeto a las personas sabias por sabias. Cuando son sabias y mayores, mi respeto se torna en franca admiración.

Ideológicamente, estoy tan confuso como en todo lo demás. Me considero liberal, de derechas, si quieres. Creo en la preminencia del individuo sobre la sociedad, y que una sociedad no puede ser libre, ni próspera ni nada de eso si sus ciudadanos, individualmente, no lo son. Dicho esto, considero, igualmente, que el modelo social europeo es preferible a otros modelos, y que los niveles de protección que tenemos son los que debemos tener. No soy hooligan de ningún partido y puedo decir que he votado, a lo largo de mi vida, a todo el espectro político. Zapatero es el primer presidente español al que no he votado. Y a Julio Anguita quise darle, una vez, la presidencia, pero éramos muy pocos. Considerando en su conjunto todo este lamentable párrafo, menos mal que no soy político y que no tengo responsabilidades de gobierno a ningún nivel. Eso que habéis ganado.

Soy confuso, es verdad. Sexualmente, no tengo demasiados complejos, y soy heterosexual, pero soy consciente de que lo soy por muy poquito, por los pelos, podríamos decir. Paul Newman, Robert Redford y su hijo, Brad Pitt, Cary Grant, Gary Cooper y Gregory Peck, lo digo sin ambages: me ponen. Y no sólo ellos. Hay hombres en mi vida, amigos y cosas así, que me resultan sumamente atractivos, y no hablo sólo del físico. Las mujeres, sin embargo, me gustan todas. Es decir, en el 99% de las mujeres tienen, para mí, algo precioso, algo que me gusta mirar, o tocar, o escuchar, u oler o saborear. Pero, de todas ellas, si tengo que decir el prototipo de mujer que me gusta es: mujer de unos 40 años, gordita, risueña y con cara de buena persona.

No soporto a la gente que ahueca la voz para hablar, para darse importancia (un ejemplo es Zapatero, podría poner otro, pero a este le conocemos todos), ni a la gente ordinaria. Tampoco me cae bien la gente sin sentido crítico, los que asumen como propios los pensamientos y consignas de los demás, sea en el sentido que sea. Por el contrario, me encanta la gente que duda hasta de las dudas y la que se ríe, más que los que hacen reír; me gusta mucho la gente que disfruta la vida. Los contentos. También pienso que, esto es algo personal, claro, que el mundo, el verdadero premio de este mundo será para los ángeles, los peces y los discretos.

Soy un padre feliz y un marido dichoso. Quiero y me siento querido por mi familia y eso es chute de optimismo en esta vida que tan jodida, tan jodidamente jodida, se ha puesto en este último año.

Adoro la música. Sigo loco por los Beatles, en mi opinión, los músicos más generosos y geniales del siglo XX, sin duda. En mi olimpo particular, un escalón por debajo están los Kinks, Los Who, y los Stones de los primeros años (hasta el 71), por ese orden. Luego, todos los demás. Me encanta escuchar la música en directo, sobre todo si es en un bar pequeñito. Me gusta, también, hacer música, y es una lástima que uno no haga las cosas en la misma medida en que le gusta hacerlas. Es decir, no me gusta cómo me queda la música que me gustaría hacer.

A los 41, empiezo a pensar que cada día que pasa y sigo en la brecha, es un día que he ganado a la vida que me queda. Supongo que he alcanzado, más o menos, la mitad de la vida que esperaba vivir (ojalá…); mi padre, el pasado viernes hubiera cumplido 83 años y me doy cuenta lo muchísimo que le echado de menos estos años. Quiero vivir la vida que estoy viviendo y espero haberme ganado el derecho a seguir.

Quiero ver crecer a mi hijo; ver cómo se arreglan sus problemillas de adolescencia y se convierte en el mocetón que sus enormes pies anuncian. Sé que vas a cagarte en mí más de cien veces, Borja, y sé que si resisto, acabarás queriéndome tanto como te quiero yo a ti. Quiero verte grande y libre, quiero verte volar.

Quiero ver, y conocer, a la mujer en que se está conviertiendo Leticia, mi niña, a la que ahora no hago otra cosa que estorbar con mi visión torpona, caduca y limitada de la vida. Para Leticia, hoy, soy un obstáculo que no tiene más remedio que soportar, pero te digo lo que a tu hermano: aprenderás a quererme, ya verás. Bueno, esto es un poco exagerado, ya me quieren, pero yo sé de lo que hablo.

Y a ti Susana, qué decirte. Quiero verme viejecito en tus ojos color miel. Quiero que estemos juntos hasta el último segundo. Sea cuando sea. Que sea lejos, pero que sea a tu lado. Me diste la segunda oportunidad, cuando creí que todo estaba ya dicho. Trajiste luz cuando todo era oscuro. Me enseñaste a vivir de otra manera: queriéndote, y queriéndome, enamorado de ti. Y así es como quiero que sea por el resto de mis días.
Mi granaína.
Mi querida luz del sur.




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Luz del sur

Es este un rock and roll de amor. Un rocanrol optimista y vocinglero dedicado a la nueva vida. Empieza a dos voces y termina con cinco, con una banda entera de rock: batería, bajo, dos guitarras, piano, teclas y mucha energía. El riff mola un huevo, el juego de voces es divertidísimo y tiene un final muy original. Es la típica canción que se toca al final de un concierto y suben 6 amigos con seis guitarras a tocar y suena tremendo. A mí, mal está que yo lo diga, me gusta por el marchuqui y el optimismo que derrocha.
A ver si te
gusta a ti.
Sube el volumen, primo, que esta es para bailar.

El Cazador Cazado (el día que una piriodista calentorra me hizo una interviú)

(Te odio, Des. De verdad, es la última caena)


Taba yo en la ducha, ji,ji, ja,ja y todo eso, jaboncito por aquí, chorrillo de agua por allá y llaman a la puerta. Salgo en albornoz, que es una cosa típica de Valdemorillo, como una especie de camisa enorme, pero hecha en paño de toalla (sé que mis lectores agradecen el dato cultural) y abro la puerta a toda prisa, mientras estiro el cuello para ver quién es.

¡Paf! (se me olvidó quitar la cara de la trayectoria de la puerta)

Allí estaba yo, con la nariz como una porreta, latiendo desesperada. Y allí estaba ella: bella, desnuda y desordenada, la piriodista me miraba con ojitos, es decir, usaba ambos para mirarme, no como los bizcos, que te desconciertan cuando te miran, más que nada porque no acabas de creerte que te estén mirando.

- Hola - me dice la tía –, venía a hacerle unos inquisicionamientos- se nota que es piriodista, porque usa palabras raras- , a ver si me responde.

- Hola, pero… ¿por qué vine usté desnuda?

- ¿Desnuda? - Dice ella. Y es verdad. Viene muy vestidita. Wishful thinking, o algo así. He confundido mis deseos con la realidad. Intento reponerme patéticamente.

- Jojojo… (río virilmente), es el sentido del humor serrano, ya veo que esta usted buenísima…, digooooo… muy bien vestida, corassón, pase, pase y vaya poniéndose usted encima… es decir, póngase cómoda.

La piriodista pasa y al pasar, o yo me he fumao un canuto (que sí, vale…) o ella me ha mirado con expresión viciosa, la típica cara de hermano, quiero ser tuya con todos los poros de mi piel, mi sexo grita por que lo poseas, mis pezones lloran por que los muerdas, lléname de ti con ese hermoso mango que se adivina tras esa extraña camisa de paño de toalla.

-¿Y bien…? - dice ella.

- ¿Y bien, qué? –digo yo, que soy un tío con mundo.

- Acabo de mirarle con cara de hermano, quiero ser tuya con todos los poros de mi piel, mi sexo grita por que lo poseas, mis pezones lloran por que los muerdas, lléname de ti con ese hermoso mango que se adivina tras esa extraña camisa de paño de toalla, y tú no has hecho nada.

Empezó a sonar una musiquilla horrible. “Es para ponernos a tono” dice ella, estúpida. Ella se desnuda. Mi corazón solloza porque la tipa tira la camisa de seda, sin ningún cuidado, al suelo. ¿Y esa madre que plancha...? En fin. Baila mientras se desnuda y, os lo aseguro, era completamente innecesario. Me mira con cara golfa, cosa también innecesaria.

-¿Empezamos? – dice la nena, mordisqueando con cara de viciosilla el lápiz.

Se sienta y empieza a disparar.

PIRIODISTA SEXUAL: ¿Cuál fue el mejor polvo de tu vida?
Mientras contestaba a esta pregunta, hicimos el amor con bastante buena fortuna, no nos lesionamos ni nada, ni calambres inoportunos, ni pedillos que se escapan ni nada. Ella, desencajado el rostro por el placer (conté 6 orgasmos), dice, responde, responde… y yo le digo, este, ¿verdad muñeca? ¡este es el mejor de tu vida... y de la mía! Y ella no puede contestar a causa del placer.


PIRIODISTA SEXUAL: ¿Cuál es el sitio más original donde has follado?
Señorita, ¿quién le ha enseñado a usar ese lenguaje? Digo yo haciéndome el indignado, va a tener que lavarse la boca con algo más contundente que el jabón (imaginaos qué se metió en su boca pecadora). Con la boca llena, claro, no podía hablar, pero adiviné en su rostro enrojecido y ligeramente mareado el placer que le causaba este juego de tener mi calcetín metido en su boca, soy un hacha para saber qué quieren las mujeres. Se desmayó del placer y todo.

Mientras volvía en sí, preparé unas lentejitas para recuperar fuerzas. Luego me acordé de ella y le quité el calcetín de la boca, cosa que me costó bastante, porque, al parecer, le había pillado gustito al asunto.

Cuando, al día siguiente, despertó, tenía mala cara, y me dijo que no la había contestado, que cuál era el sitio más original y tal y cual y le dije: ¿es que no te acuerdas, muñeca? Anoche hicimos el amor en el hueco del ascensor. Habías caído, desorientada por los 13 orgasmos consecutivos y valiosos que te proporcioné. Gritaste cuando viste que el ascensor se te venía encima, pero yo, usando mi gran miembro como palanca, evité el aplastamiento y tú, agradecida, jubilosa, golfilla, saltaste sobre la palanca del amor y exprimiste sus zumos esenciales para llenarte de vida.

Serví un par de platos generosos de lentejas y ella, recuperada, pero piriodista de raza, al fin, volvió a la carga

PIRIODISTA SEXUAL: ¿Qué es lo que más te gusta en el momento del folle?

¿Otra vez ese lenguaje? ¿No has tenido bastante con el calcetín izquierdo, que quieres el derecho también…? Como soy hombre versátil, pero no cruel, le hice el amor 26 veces más, hasta que conseguí que ella gritara de la forma que a mí más me gusta. ¡Esto, esto, justo esto es lo que más me gusta! Le dije entonces.

Ella sonrió.

PIRIODISTA SEXUAL:¿Qué es lo que más odias en el momento del folle?
Hicimos el amor 35 veces más, en 12 de ellas, las primeras, como castigo, ella con mi calcetín en la boca, por malhablada, y cuando (lo siento, uno es humano) ya no pude más, dije: esto es lo que más odio. Tener que parar sin llegar a los 50 seguidos...

Ella palidecía...


PIRIODISTA SEXUAL:¿Qué fantasía sexual te queda por cumplir?
Ah, ¿se cumplen? (otros 123 polvos)


PIRIODISTA SEXUAL: ¿Con qué personaje masculino o femenino de la globosfera te darías un revolvón sin dudar?

Con Wolffo, sin ninguna duda. Es una cuestión de amor propio.

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Ha sido la última caena. por favor, no más testigos al Wolffo.

Besos, abrazos y buen fin de semana a todo el mundo.

miércoles, octubre 26, 2005

Toda la verdad sobre el jubiloso físico de Rafa Nadal

By Wolffus Rencorosus, piriodista investigacional y reconcomido.

Todo el mundo dice lo mucho que nos parecemos Rafa Nadal y yo, sobre todo de cuello pabajo. Sois iguales dicen por ahí, y yo, bueno, me he callao hasta hoy, pero hoy voy a hablar. Lo siento, Rafa, pero ya sabes que este piriodista es leal hasta cierto punto. Ese cierto punto ha llegao hoy, cuando descubro que tú tienes pasta y yo no; que tú ligas y yo no; que todos hablan de ti y de mí sólo se acuerdan mis acreedores.

Esta foto es de cuando Rafa se limitaba a imitar mis gestos, ya que aún no podía imitar mi gran juego, y me copiaba la ropa y todo, pero yo siempre he sido más arriesgao, como puede apreciarse en la foto, si nos fijamos en los pañuelos y el mango la raqueta.

Rafa Nadal es un cañón, vale, pero todo me lo debe a mí. Juntos empezamos allá por hace bastantes años, y a mí, como profesional de la información me toca contarlo.

Conocí a Rafa en el hospital institucional de Su Santa Servidora, un hospital célebre entre los deportistas de elite, en el que, sólo dios sabe cómo, yo trabajaba de cirujano fibrilar espabilao, o sea, un puestazo. Rafa vino a mi consulta con un dolor intenso en uno de sus tres testículos, y yo le receté, porque ese día tenía yo cuerpo de recetar esas cosas, aspirinas, masajes manuales (pajas, manuelas, truchos…) y le dije, retorciendo las guías de mi inexistente bigote:

- ¡Hm…! De todas formas, vamos a esperar los resultados de la Disonancia Magnífica que te me vas a hacer… - esa forma de hablar “te me vas a hacer una disonancia” impresiona y da confianza a los pacientes ignorantes.

Rafa Nadal no debía ser demasiado ignorante, porque me miró con ojos asombrados, tal vez por mi aura de viejo profesor sabihondo y me dijo:

- ¿No será Resonancia Magnética?

¿No será, no será…?, este tío es gilipollas, y un listillo. ¿Acaso soy yo médico, joder? Bastante hago ya con mantener la calma, la dignidad y el atractivo sexual dentro de esta bata blanca, coño, como para que venga este cherokee de medio pelo a corregir mis diagnósticos.


(me echaron al día siguiente)


Meses después, mientras trabajaba como Ingeniero Espacial Máximo E Incontestable en la estación espacial de la NASA en Robledo de la Chavela, Madrid, me dicen que viene una estrella del deporte a ver nuestras instalaciones. Vale, digo yo, pero que no vengan a las 11, que a las 11 yo bajo a la cantina a empujarme dos hot dogs. A mí que no me jodan. Ni estrellas del deporte, ni reyes, ni narices. A las 11, no.

Rafa Nadal apareció a las 11 en punto. Y tuve que aguantarme, claro, sin perritos calientes (¿alguien sabe qué parte del perro es la que se mete en el pan?) y sin cervecilla golfa. Bueno, el caso es que yo intentaba quitarme el muerto de encima para que no se notara que yo en realidad no soy ingeniero, sino frutero, cuando el Nadal, listilloloscojones, pregunta:

- Aparte del Sol, ¿cuál es la estrella más cercana?

Yo me reí a mandíbula batiente.

- jajajajaja, qué bueno… jajAJAJA, aparte del sol, dice… como si el sol fuera una estrella, jajajajajajajajajajajajaja


(me echaron al día siguiente)


Un día, haciendo eternas repeticiones de series de pesas ligeras en el gimnasio de Billy Caraculo, un hampón de esos que luego se hizo buena persona, entra el Rafita y empieza a copiarme.

- Me has quitao el alma –dije yo con voz desesperada- y ahora… ¡quieres quitarme mi atlético y jubiloso cuerpo!

- Sí – dijo él, y se llevó mi cuerpo.

Hijoputa.

Como me había quedao sin cuerpo, Billy Caraculo me prestó la mitad del suyo. Imagínate cómo sería.

Tengo mis motivos, como véis, para odiar al cherokee de palo este. Pero no lo hago, porque Rafa y yo somos, prácticamente, la misma maravilla:

Rafa Nadal tiene un tío futbolista que jugó mucho tiempo en el Barça; no le guardo rencor por eso, todos tenemos un familiar indeseable; yo mismo tengo un hermano abogao. Tiene otro tío que es su entrenador. Y qué: yo tengo un primo cocinero. Como vemos, por ahora, igualaos, aunque con ligera ventaja (15-0) a mi favor.

Dicen que Rafa tiene mucho futuro, porque es muy joven. Yo, sin en cambio, tengo un gran pasado, porque soy muy viejo. Lo suyo es, pues, incierto, suponemos que será, pero no lo sabemos. Mi situación está clara: he sido un fracasao y esto no lo duda nadie. Sigo con ventaja. (30-0)

Rafa tiene un gran drai y al revés también y un pasin chou y un yus de puta madre. Pero fíjate tú que la gente dice que el servicio le falla. El mío no, mi servicio está de fruta madre. Tengo hasta un atril con ruedas para la gente a la que, como a mí, le gusta leer en el water. Así, con el libro, o la revista, en el atril, no apoyas los antebrazos en los muslitos, no cortas la circulación y no se te duermen las pien’nas. Mi servicio, como véis mucho mejor que el suyo. (40-0)

Y, por último, Rafa nadal tiene nariz de cerdito, respingona y ridícula. La mía, aristocrática, puntiaguda y ligeramente curvada, es la nariz propia de una persona decente, intelectualmente intachable y feliz. Punto, juego, set y partido.

Lo siento, Rafa.

(¿alguien sabe a quién se le ocurrió esa forma tan idiota de contar los puntos en el tenis?)

lunes, octubre 24, 2005

Hablemos del asunto.

El día que entró Willie por vez primera en el vestuario de los juveniles del Deportivo Algete, mientras le mirábamos ducharse boquiabiertos, todos empezamos a calcular, mentalmente, cuánto tardaría en levantarnos la novia. Así de bueno estaba.

En los primeros entrenamientos, nos dejó claro a todos y cada uno de nosotros, que a pesar de su aspecto impecable, no era ninguna muñequita frágil. Parece una bobada, pero las hormonas juveniles masculinas funcionan así: si un tío es guapo, guapo (y, dejémonos de bobadas, todos los tíos reconocemos a los tíos guapos) y viste y huele bien, debe de ser medio mariquita. Debilucho. Frágil. Please, handle with care. A Willie le encantaba el fútbol y lo jugaba más al límite que el Lentejo, nuestro más aguerrido defensa.

Ensayando una estrategia para los corners, mientras intentaba dejarle claro (de palabra y obra) que a Wolffo sólo le marcaba un gorila de los tochos, me dejó sin respiración de un golpe en la boca del estómago que no sé cómo me colocó. Me quedé como un bobo en mitad del área, sin poder ejecutar el movimiento que el mister me había marcado. Y lo peor era la sensación de ridículo.

Willie le daba a la bola más duro que cualquiera de nosotros. Tumbaba a más rivales que todos los demás juntos. Y jamás daba un balón por perdido. Decía a los rivales las barbaridades más bestias que jamás he escuchado salir por boca alguna. Pero, sobre todo, jugaba al fútbol maravillosamente. Era un medio centro potente, elegante, duro y hermoso, si se me permite la expresión. Y, demás, era el mejor compañero que podías imaginar en tu equipo.

Cuando acabó aquella temporada, en la que fuimos terceros, la mejor clasificación que jamás obtuvo nuestro equipo, Michel, Javier, Willie y yo dejamos el fútbol para dedicarnos a otras cosas.

Michel se marchó a estudiar a Estados Unidos, becado en Yale gracias a sus precoces conocimientos de teoría matemática y a su enfoque, al parecer, tremendamente original, de las permutaciones y las combinaciones. Le hubiera encantado seguir jugando al fútbol en Algete, pero Yale y las matemáticas quedaban demasiado lejos de Algete…

Javier se hizo bombero. Tenía ese corazón especial, ese espíritu de servicio y de no importarle demasiado las cosas que nos importan a los demás (el dinero, la posición). Tenía además, que trabajar en Galicia defendiendo los bosques del fuego, y Galicia y la naturaleza salvaje quedaban demasiado lejos de Algete…

Yo intenté enfocar mi vida a la música. No es que tuviera grandes posibilidades, pero quería, al menos, intentarlo. Y quería, sobre todo seguir las faldas breves y tentadoras de Lola, que se marchó a Londres. Y Londres y la música quedaban demasiado lejos de Algete…

Y Willie salió del armario. Pero Algete quedaba demasiado lejos… de Algete.


(Y, no sin cierta lógica, repito el tema del viernes.)




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viernes, octubre 21, 2005

El calabacín dijo “no”

Asesinatos en serie entre fogones.
De nuestro corresponsal.
Valdemorillo. Uno de estos días.





Por razones editoriales, he retirado esta receta de mi weblog. Pronto, eso sí, podrás leerla en un soporte más cómodo para ti (y más lucrativo para mí).
Gracias.




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(Sube el volumen y ponte tus zapatos de baile)

REPETICIÓN LÓGICA
A los 19 años, después de un verano cargando y descargando camiones en la fábrica de Mahou, pude, al fin, mercar mi primera guitarra eléctrica. Una preciosa, sólida y magnífica Ibanez MC150. 123.000 pesetas de 1983, una pasta. Algún yonki cabrón me la robó hace 5 años para pagarse un chute, pero esa es otra historia. Cuando tuve la guitarra en mis manos, me dije: habrá que componer una canción para tocar con esta guitarraza. Y perpetré esto que escuchas. Una pieza vigorosa, juvenil y muy surf. Como a los 19 yo era un tipo pelín pedante, llamé a la canción "Reiteración lógica", pero con los años se me cayeron al suelo las ganas de impresionar con las palabras. Como su nombre indica, la canción tiene una idea recurrente que va aliñándose consecutivamente con diferentes estructuras musicales muy sencillas. No es que sea gran cosa pero, desde luego, está llena de encanto adolescente. Bueno eso es lo que a mí me parece, claro.
Sirve para mover las caderas, eso está claro. Enjoy it!

sábado, octubre 15, 2005

Que sea el jueves, 20, pues.

Sucedió que a la promotora, MariCleria, se le presentó el problema. No había quien la consolara. Iba de acá para allá con la desesperación pintada en el rostro como un maquillaje enemigo.

Debía hacer un fistuqui para sus clientes que, de alguna manera fuera una especie de inauguración de la temporada y había contactado con U2 para que animara un poco el cotarro, y todo eso. No las tenía todas consigo, no obstante, así que encargó un sondeo previo para ver qué grado de aceptación tendría la propuesta entre sus fieles. El resultado del sondeo la convenció de que U2 no era una actuación digna del Plaza Mayor. Suscitó, de hecho, gran cantidad de comentarios adversos:

A Bono le canta el aliento…

No me fastidies, un guitarrista que se hace llamar the Edge…

Como diga eso de uno, dos, tres, catorce, le meto…

¿Bono? No nos vayas a traer un ministro a la fiesta, no me jodas…

Udos, ¿quiénes son esos payasos? ¿Humoristas…?

Irlandeses borrachines.. no, gracias, gracias, que no nos dejan nada que beber a nosotros…

¡Uff...! no, no, que tocan muy alto…

Total, que la cosa estaba chunga el día que bajé yo al Plaza a tomarme un bocadillo de lentejas. Creedme: en el Plaza tienen un bocadillo de lentejas y morcilla y está de muerte por colesterol. Ya sabéis cómo va la cosa: voy a hincar el diente en el bocata y descubro el mohín de tristeza en la faz, hermosa y sincera, de MariCleria. Viendo una carita así, ¿cómo va uno a darle un bocado al bocadillo?

- ¿Qué pasa, MC?

Y va la tía y me lo cuenta. Es lo malo que tiene preguntar a la gente antes de empezar a cenar. Lo normal es que te casquen el rollo. Sucedió así en esta ocasión, y yo, torturadas mis glándulas olfativas con los efluvios del bocata que descansaba a escasos 40 centímetros de mis fauces, sin poder zampar.

Soy un hombre de recursos, así que, en vez de darle vueltas al tema inútilmente, le planteé una solución:

- ¿Y qué me dices del Ciclón de Valdemorillo?

- Mira, ayer estuvo aquí el alcalde de Villanueva. Me dijo que intentó contratarle y cuando le preguntó que cuánto cobraría por venir a tocar en las fiestas contestó: ¿cuánto cuesta el pueblo?. Es imposible.

Estas chicas…

- Emecé – le dije en tono cómplice- estás hablando con Wolffo, el mejor piriodista del momento, déjame a mí la gestión.

Y así será.


El Jueves, 20 de octubre de 2005, a eso de las 11:30 o 12:00 de la noche, rocKINGeorge, el ciclón de Valdemorillo, el cantautor desganao, el rey obeso del rock’n’roll, inaugura la temporada de conciertos del Plaza Mayor (calle Cristo, 30, Villanueva de la Cañada, Madrid).

Y aquí os dejo algo que no sonará ese día.

Samba




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Si no suena, prueba bajártela desde aquí

Mi chica adora bailar. A veces, por aquello de compartir las aficiones, bailo con ella, pero lo que realmente me gusta es verla bailar. De eso es de lo que va esto.

Cuatro acordes, un ritmillo contagioso, juegos de voces; le das una línea de bajo poderosa y que la percusión crezca a cada estrofa; por último, le añades una guitarra juguetona, y tienes esta Samba, con perdón de los puristas.

Ya sé que Carlos Santana hubiera tocado un solo mejor, pero esta canción es mía, no de Carlos. Envidia.

jueves, octubre 13, 2005

Mi gorda bella

Liza Donut Farelli era mucho más que una mujer hermosa. Era una mujer hermosa y con sobrepeso. Soy de esas personas que piensan que eso no es un problema. Si eres bonita y encima grande, ¿qué hay de malo en eso?

Conocí a Donut en el instituto. Era la mejor de la clase, sin ninguna duda. El apelativo Donut se lo puso ella misma. En mi clase estaban, por un lado, los chicos Lacoste, rubios, hermosos, deportistas y bien educados, y luego el resto, los que hacíamos los que podíamos. En cuanto a las chicas, estaba la pandilla biomanán, cuerpazos, un poco insoportables, y el resto de las chicas. Liza no se resignaba a ser “el resto” y fundó la orden de los zampadonuts, orden unipersonal y triglicérida, y empezó a firmar en todas partes como Donut Farelli.

Desde el primer día me fijé en esa chica gordita y guapísima, que iba a su bola, no seguía a nadie y tenía siempre una luminosa sonrisa para todo el que se acercaba a hablarla. Era colombiana. Cuando yo iba al instituto una mujer colombiana no era una inmigrante, sino una mujer exótica. Lo primero que me encantó de ella fue esa forma de hablar. Como les pasa a muchos sudamericanos, su español es mucho más elegante que el nuestro, más culto, más elevado y más eufónico.

Nos hicimos muy amigos. Íntimos. Me llamaba bocadito de nata. Decía que no era del todo soso para ser tan blanquito. Me enseñó a besar. Y a desmayarme y a reanimar a un desmayado: cuando me propinó mi primer beso de tornillo, perdí el conocimiento. Ella jura que lo recuperé enseguida. Por lo que a mí respecta, aún ando buscándolo. Y eso que no era un beso de amor, sólo me explicaba cómo debe un chico besar a una chica. Perdí el conocimiento porque yo estaba enamorado de ella hasta los huesos. Ella era perfecta, salvo por un detalle: estaba loca por Rubén Cementoenelpelo Casposillo, sí, un chico lacoste.

Pasábamos muchas horas juntos. Iba a su casa y me contaba cosas divertidísimas de su país y la acompañaba en esas tardes de llanto por el cretino de Rubén. Yo le prestaba mi hombro e intentaba meterle mano con disimulo mientras ella lloraba de desamor.

Entonces yo no era como hoy, era esbelto y más de una cabeza se volvía a mi paso. Pero no salí con nadie, porque estaba loco por Donut. La universidad nos separó. Ella estudió Bellas Artes y yo, pos eso, piriodismo. En su facultad había un montón de gente interesante y bohemia, gente flipante y gente flipada. Mira que había gente admirable en esa facul, pero Donut tenía debilidad por los gilipollas. Y un ojo especial para detectarlos en un mar de gente decente. Salió con todos los idiotas de Bellas Artes. Y había un montón, podéis creerme.

Mi primera vez fue con Donut. Estaba borracha como una cuba. Me dijo:

- ¡Qué mona es… tan chiquitita…! Pero es bonita… -

- Anda, calla, no lo arregles, Donut

Pero es que, entre sus muslos (dios, sus muslos…), os lo juro, hasta el gran Rocco hubiera parecido un bebé. Cuando estábamos en pleno tema, Donut, que nunca perdía el sentido del humor, evitó mi primer gatillazo diciendo:

- ¡Hmm…! qué bien, al fin lo he logrado: ¡Soy un donut relleno…!

Donut me presentó a un hispanista alemán que conoció en una fiesta. Desde el primer momento, yo vi que era un idiota integral, que no le llegaba a Donut ni al primer michelín y que no la iba a tratar bien. Desde ese mismo instante supe, asimismo, que Donut se enamoraría de él.

Cuando decidió casarse ncon semejante cretinoide, me pidió ayuda para preparar el tema, la fiesta, el vestido… como si fuese su amiguita. Le dije que ni lo soñara, que era muy libre de pagarse un billete al infierno, pero que no contara conmigo. Estaba muy enfadado con ella. No quise saber nada de esa celebración y ella lo comprendió pero, justo la noche antes de casarse, la pasó conmigo.

Hicimos el amor de una forma casi desesperada, pero sin arrancarnos la ropa, que yo siempre la dejo doblada en una silla. Pero, mentalmente, estábamos desesperados. Acabamos sudorosos, y Donut me dijo:

- Pero Nata, mi amor, tú estás enamorado de mí…

- …

- ¿Desde cuándo…?

- …

- ¿Por qué no me lo dijiste nunca?

- ¡…!

Empecé a ponerme colorado.

- ¿Por qué no me dices nada, mi amor?

- ¡Bff…!

- ¿Es tan grande el amor que no te deja hablar?

- (messtasaplasstandocojonesss…)

Porque, recordemos, ella era hermosa, pero obesa. Y después de cabalgarme, una vez terminado el riding, era una especie de peso muerto sobre mis caderas.

Lars se llamaba el alemanote. Jamás volví a verle desde el día que me lo presentó Donut. Después de casados, Donut y yo apenas nos veíamos. Nos vimos un par de veces. La primera, nos reímos al principio y acabamos llorando. Donut no era feliz.

La segunda vez, Donut me dijo que no volviéramos a vernos, que a Lars no le gustaba. Yo le dije que no pensaba acostarme con él, ni dejarle que me enseñara a besar… pero Donut ya no se reía.

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Pasado mañana voy a ver a Donut por tercera vez desde que se casó. Será en la sala de visitas de la cárcel de mujeres de Palo Alto. Donut es muy orgullosa, por eso no quiso reconocer que se había casado con un cerdo que la maltrataba. Le cortó las manos y los testículos. Se sentó en una silla mientras le veía morir y luego llamó a la policía. No dijo nunca que la maltrataba. No dijo nada. Se limitó a decirle al juez:

- Lo hice porque lo merecía.

En las noticias dijeron que otro inmigrante había sido detenido por violencia doméstica.

El mundo está loco.

Llueve

¡Dios, cómo llueve!

No sé dónde leí, creo que en alguna novela de Jardiel, que “era una tormenta de esas que había al principio del mundo, que parecía el fin del mundo”. Está lloviendo a mares en Valdemorillo.

Cuando llueve, el campo huele a mañana, y a ya verás qué bien. Mi chica me ha enseñado a apreciar el olor de la tierra mojada, a disfrutar de un paseo por el campo con la lluvia mojándote la cara y las botas manchándote los bajos del pantalón. Estos días llueve como a emboscadas. De repente, manta de agua y al minuto siguiente, el sol te dice “dos de mosqueo”. John Lennon, una vez que nos pedía por favor que le complaciéramos, cantaba “no quiero parecer una plañidera, pero, ya sabes, siempre llueve en mi corazón”. En el mío, no, no creas, sólo a veces.

Yo vi llover una vez como si el cielo se hubiese desplomado sobre nuestras cabezas. Era otoño de un año que estaba por venir. Había sol. Los juglares cantaban en la calle. Los comerciantes, previendo un buen negocio, vinieron todos a los alrededores del castillo a ver cómo Lady Angustious y Sir Rather Stupid contraían deudas. Era una emotiva ceremonia: ibas a un casino y decías, mira, no llevo lerus encima, pero me juego cinco mil a que meo más lejos que tú. Y zas, perdías y ya está, acababas de contraer una bonita deuda de 5.000 lerus.

Comerciantes, juglares, castillos, leidis y sires… cualquiera diría que se trata de un relato medieval y, sin encambio, no, sólo se trata de que tras la ventana-puerta a la que doy la espalda mientras lleno estas líneas de letras, llueven glorias sobre el pedacito de suelo que rodea mi casa. O sea, que no sé a qué venía el párrafo anterior.

Un día, hace unos años, alguien a quien quiero me hizo llegar, acompañado de la pregunta “¿verdad que es una belleza?” un texto de una mujer que entonces se hacía llamar primavera; aquel hermosísimo texto, como todos los que escribe, en realidad, comenzaba así: “Llueve.” No recuerdo ni una palabra más de ese texto. Ni siquiera sé si el texto era un texto de amor, de desamor, o de amor por las nutrias y los búhos, porque, nadie es perfecto, la chica es un poco jipi. Pero no olvido lo que me conmovió. Esa mujercita, que se hace llamar ahora sabelilla en este mundo bitacoril, sigue escribiendo textos conmovedores. Visitadla porque, a veces, sin avisar, escribe artículos sencillamente maravillosos.

Y eso, sabelilla, que me he acordado de ti viendo la lluvia caer.


No guardarás ese texto, ¿verdad?

lunes, octubre 10, 2005

El alma a medias

Mi piriódico, The New Valdemorillo Herald, me envió como Enviado Espacial a Islas Magníficas a cubrir la que, lo recuerdo perfectamente, había sido la noticia de aquel año: Eso solía ocurrir en el New Valdemorillo Herald. En el primer número, en un arrebato de originalidad, pusieron a todo trapo una foto de estudio de un huevo roto y un pollo que se notaba todo que no acababa de salir del huevo, pero bueno, y ponía con gran derroche tipográfico: “Nace un nuevo medio de comunicación” y el número entero era un canto plomizo a lo guay que es que haya un nuevo piriódico. No había más noticias, pero todo el mundo parecía feliz de decir que había un piriódico nuevo. Así que cuando no había noticias gordas que dar, se miraban el ombligo y, con toda la jeta, se publicaba que a Mari, la secre, se le había roto una uña. Así, de despropósito en despropósito, llegamos al día en que en Islas Magníficas se celebraba un congreso de gilipollas, un Encuentro Internacional e Intercultural de Memos y me enviaron a mí, uno de los grandes, a cubrir la noticia. En sí, la noticia era más bien cutre, así que pefirieron publicar que el piriódico tenía capacidad de enviar un pollo a un congreso así. Así le daban en la jeta a su rival, el Valdemorillo Post, que no tenía pelas pa tanto. Asín que fui. El viaje fue curioso, y puede resumirse en que me trasladó desde el lugar de partida al de mi llegada. Islas Magníficas es un sitio increíble, así que mejor no os cuento nada, porque sea lo que sea, no os lo váis a creer.

Mi llegada al congreso fue, digamos, abortada, por los mu
slos de una isleña descarada y mema, que me dijo:
- Hombre blanco, nariz hermosa, gran paquete.
Se refería a mi maleta, claro, pero cómo iba yo a saberlo… Era joven, era idiota. En algunas cosas he cambiado. Ya no soy joven. Bueno, el caso es que le dije,
- Vente, morena.
Y ella pensó que le ofrecía 20 pavos y le pareció una oferta aceptable. Fuimos a mi hotel y me hizo un trabajito fino. Yo seguía pensando que había ligado. La lugareña no era fea y tenía bonitos muslos (que no os enseñaré) y mejores berenjenas, como se aprecia en la photo. Cuando salí hacia el congreso, a la mañana siguiente, le di 200 pavos y le dije que comprara verduras del lugar y carne de cerdo, que le iba a hacer la comida más rica que nunca le hubieran hecho.
No volví a verla, claro. Y siempre me he preguntado si el tema fue que había oído hablar de mis albóndigas o mis lentejas, o que simplemente, no le gustaba la carne de cerdo.
Sea como fuere, no volví a ver a semejante sarracena.

Y fui a cumplir con mi cometido, lo del Encuentro Internacional e Intercultural de Memos, que era mucho más aburrido.
Grandes memos del mundo (Florentino Pérez, Bustamante, Clinton, las madres de Ronaldinho, Pedrosa, Nadal y Alonso) se habían dado cita en el congreso. Y grandes personalidades, también: Mi tía Rose LaPuta, yo pispo, Rasputín (1) y un ministro.

Me cayó muy bien, desde el primer momento, el ministro de justicia de Islas Magníficas, Wolfgang Hoso, y creo que sus puntos de vista son ciertamente originales y dignos de lo que llamamos un visionario.
El tipo, después de unas horas de conferencias de lo más pelma, sale, ¿no?, saca la chorra, y mea. El arco de su meada, acentuado por unos efectos luminotécnicos preciosos, era sublime. Prorrumpimos todos en una estruendosa ovación. Porque es que el tío, no sólo es que meara bonito: es que lo hacía… ¡sin manos!

Ser piriodista desplazao es duro pero, a veces, tiene recompensa. Como el día que Wolgang Hoso me concedió, después de su estelar actuación, la entrevista que leéis, si os place, a continuación.

Wolfgang Hoso:
“Los políticos no tenemos pilila”


Nada más entrar en el despacho del ministro, este piriodista tiene ganas de largarse. Más que ninguna otra cosa, me apetecería una PepsiMax fresquita y unas cebollitas en vinagre.

Wolfgang Hoso: Tiene usted cara de que, más que ninguna otra cosa, le apetecería una PepsiMax fresquita y unas cebollitas en vinagre…


Piriodista: ¿Coño, cómo lo ha adivinado?

W.H.: No lo he adivinado, hombre, lo he leído.

P: Pero esto… esto es extraordinario…

W.H.: No es nada extraordinario, se llama Messenger y está más visto que el tbo.

(se me había olvidado que la entrevista era por chat)

W.H.: ¿empezamos la entrevista?

(ahora le voy a hacer esperar, que se joda, el listillo)

P:

W.H.: ¿Oiga…?

(jódete, ministro)

P: 1 seg tlf

W.H.: Mire no tengo tiempo para tonterías, ¿quiere usted preguntar?

P: e lo comía todo, perrita

(se me escapó, eso era para otra conversación que tenía abierta)

P: no, no, eso no era para usted…. Disculpe menestra

W.H.: ¿Menestra?

P: ministro, coño, que s emescapan las letras

W.H.: Bueno, pregunte…

P: yo 185, 80 kg, ojos azules, rubio y 27 cm, muy gruesa, y tu?

(mierda, la segunda que se me escapa)

W.H.: Oiga, empieza a cansarme esto…

Y el tío, va y apaga. Desde luego, los ministros a lo mejor tienen pilila, pero no tienen ninguna paciencia.

Ni sentido del humor.

Joder.


Y ahora me pregunto, ¿a qué viene el título?

(1) NO DEJÉIS DE VISITAR ESTE ENLACE: ES TRONCHANTE.

Detrás





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Si no funciona, bájatela desde aquí

Como tantas personas, yo también pasé mi separación, y fue traumática. En fin, dejando a un lado eso, que no es tema a tratar aquí, esta canción es una especie de recogida de aire y un paso adelante. Es una canción extraña, tienes que aguantarla hasta el final para decidir si te gusta o no. Las estrofas son dos acordes marcadas por mil guitarras distorsionadas que, juntas, parecen dibujar un cuarteto de violines. El estribillo, que es largo, es una hermosa progresión de acordes, aunque esté mal que yo lo diga. Me lo pasé bomba doblando las guitarras (en serio, debe haber seis o siete) y grabando las armonías vocales (también hay cinco o seis voces). El riff del bajo es fantástico, también, aunque mi poca pericia al grabar y mezclar no lo destaque. Y bueno, a ver si os divierte escucharla tanto como a mí tocarla.

martes, octubre 04, 2005

Cuidado con René. Un fenómeno natural singularmente pelmazo y desaparecido.

El 35 de juliembre de 19567, vino al mundo René.

Desde el día que nació, todos supimos que iba a ser un gran imbécil. Pero creció en lo que podíamos llamar una constante afirmación de su lado oscuro. Por decirlo en pocas palabras, superó nuestras expectativas. Con el tiempo, su aspecto pasó de desagradable a vomitivo: su faz desagradable, sus orejas peludas, su nariz ancha y picuda, hablaban de un hombre sin imaginación, sin principios ni finales, estrecho de miras y de oídas. Hablaban de todo eso y decían la verdad. René era un desastre. Y sí, era mi sobrino, a mi pesar.

El padre de René, el bobo de mi hermano, era contrario a que llamáramos René a su pequeño Renato, pero la educación afrancesada (era una experta feladora) de su mujer, Petra, le impidió una prosodia mínimamente decorosa. Debido a esa dificultad en colocar correctamente dientes, labios y lengua, René fue René desde el día que nació.

René demostró una gran fiabilidad. Es un imbécil del que puedes decir lo que quieras, pero no que te sorprenda: su imbecilidad es siempre magnífica. No aprendió especialmente rápido, pero acabó alcanzando sus metas con mediana dignidad. Como el Bora. Fue la primera vez que mi hermano mencionó ese coche.




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El cantamañanas de mi hermano no tuvo más hijos; se cortó, metafóricamente, la coleta. Pero eso no le impidió tener un perro. Compró un labrador torpe y estúpido, gordo, de aliento fétido, con malas pulgas, que ni siquiera se sentaba si le decías sit, sit, que no daba la patita aunque tuvieras un chuletón de buey en la mano. Se llamaba Sultán, además. Jódete. El perro, además, era medio ciego y tenía atrofiados los sentidos del olfato y el oído. Era el perro menos lustroso que te puedas encontrar en el mundo. Asqueroso, de verdad. Aun así, todos, instintivamente, queríamos mucho más a Sultán que a René. Era un perro repulsivo, pero maravillosamente adorable en comparación con René. Tanto que todos sentíamos que nuestro verdadero sobrino era Sultán.

Así que mi hermano, que no tenía para un gonogolumen, ni para una fregoneta de las güenas, planteó por segunda vez en su vida el comprar un Bora. Cuestión de espacio.




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Mi cuñada mamona empezó a confraternizar con las vecinas. Ello fue la definitiva condena para René. Era tan poco enseñable, tan poco lucido, que le escondieron; cuando una vecina les invitaba a cenar con la frase “veniros todos”, iban con Sultán y dejaban a René comiéndose el cerumen de las orejas, elemento que producía en grandes cantidades (yo he probado el cerumen. Es amargo. Da mucho asco). Un día tuvieron que ir a la casa que una vecina tenía en el campo. El 127, aunque tenía to’lossestras, aunque era a toda prueba, ya no fardaba nada; la pegatina de PUB SEIS PENIQUES y el perrito de la batea ya no molaban nada; el escudo del aleti en el pomo de la palanca de cambios y el forro de leopardo del volante no eran ya símbolo de estatus. Necesitaban un coche más modernillo. Se descartó el Opel Corsa con maletero. Se habló del Forescór y del seat Málaga. Todos desechados. Mi hermano vio el cielo abierto. Fue entonces cuando le habló a su mujer, por tercera vez, del Bora. Tengo unos folletos en casa, le dijo a su mujer. Te va a gustar. Es muy elegante.





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René era idiota, eso ya ha quedado establecido, así que a nadie extraña que, al sentir hambre, se hizo un sangüi con mostaza y los folletos mencionados por mi hermano. Las hermosísimas fotos del Volkswagen no fueron comidas de forma inane: René pagó su glotonería. Fotos preciosas con matrimonios jóvenes guapos y sanos, tal vez democristianos, puede que socialdemócratas, europeos de clase media, en definitiva; las fotos de los niños alemanes rubicundos, gordezuelos, feos de tan rubios, disfrutando en el asiento trasero del coche; las casas hermosas con césped, los detalles de aire acondicionado y cenicero… todo ello se hizo una pelota explosiva en el volcán que era el estómago de René. Y empezó el desastre.

Cuando entró Sultán en la casa, seguido del lelo de mi hermano, encontraron a René de espaldas, rodillas en tierra, con ambas manos sujetándose el estómago; se inclinó hacia delante quedando su cuerpo en perfecta posición para el disparo. Sultán se acercó a olisquear ese trasero en pompa y justo cuando empezaba a asimilar el hedor que despedía el culo de René, de éste atronó el sonido de un formidable peo. Sultán salió despedido arrollando en su vuelo a mi hermano. Su mujer llegó en el momento en que ambos, marido y perro, daban vueltas por el suelo. No pensó que sucediera nada extraño -porque de alguien tenía que haber heredado René su estupidez- e interpretó las vueltas de campana de su marido y su perro como un juego. Al asomar por la puerta de su casa, sólo le dio tiempo a ver lo que parecía el paso del Katrina por su recibidor. Levantó la vista y vio la expresión mema de su hijo, que decía:

- Mami, voy a gomitar…

Y no mentía. Vomitó y vomitó con una sorprendente producción de vomitona. Fue como una riada de lodo ácido y maloliente.

Todos murieron.

Se recuperaron los cadáveres de sultán, del cretino de mi hermano y su feladora mujer.

Los de los vecinos (39) que vivían en los pisos de abajo.

Vino Grissom y vino Horatio, pero no encontraron restos de René. Grissom hizo preguntas, pero entre que preguntaba en inglés y que está como una tapia, no sacó conclusiones válidas.

Horatio, sin en cambio, hizo lo de siempre. Mirar al horizonte en silencio con expresión de se me ha estrangulado un testículo.

Vino Savin, el vino más puro, Savin, el vino mejor.

Pero de René, nada de nada.

¿Andandará?

Nota:
Los insertos publicitarios son, creo, del año 98. Reales, por supuesto. Me llamaron un día de "LP Montaje", un pequeño y maravillosos estudio de sonido donde solía grabar cuñas para mis clientes, diciéndome que me acercara con la guitarra; cuando llegué me dijeron: tenemos estas letras, que ni son graciosas, ni pegan, ni nada; pero hay que grabar un jingle con cada una de ellas. No se pueden tocar. Limítate a ponerles una musiquita y cantarlas. El resultado fue eso que podéis oír. Cuñas que se emitieron sólo en el circuito de Canarias. Son graciosas, ¿no? en caso de no poder oírlas,puedes bajártelas desde aquí.

ACTUALIZACIÓN
No todos mis sobrinos son así


Tengo uno genial. Mi sobrino Quico toca la guitarra, a sus 18 añitos, como un viejo demonio. Baja la cabeza, se aísla un poco, y pone a trabajar sus manos, largas y nudosas, de guitarrista. En la pieza que pongo hoy tocamos juntos Sultans Of Swing, él toca la guitarra solista, claro, yo la otra guitarra y canto. Pero lo alucinante es que es un ensayo no estábamos grabando en plan bien; simplemente enchufé la mesita al pc y nos pusimos a tocar. Luego recorté el tema (el final nos salía de culo) y aquí lo tiene el que quiera verlo. Quico, mi sobrino, que toca como un viejo demonio.




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Voilá!

lunes, octubre 03, 2005

Debo estar hablando con un Ángel

(la luna ha vuelto a equivocarse)


Era ayer el día, mujer, era ayer cuando, traviesa, tenías que haberte interpuesto entre nosotros y el sol. Era ayer, pedazo de boba, cuando el ángel que te mira con ojos asombrosos, tenía que reír a grandes carcajadas mientras te ponías en medio, como el jueves, como el niño pequeño y pelmazo que se interpone entre tú y la tele y cree, pobre inocente, que lo que todos miramos embobados no es a Zidane flotando sobre el césped, sino sus evoluciones torponas delante de la tele.

La luna no sabe lo demás. No sabe que rascas y rascas en lo viejo para descubrir lo que un día fue nuevo, y lo que, en derecho es lo que debe ser. La luna no sabe nada de nada, es una viejecita decorativa que se muere día a día, pero hay que ver lo bonita que luce cuando anochece. Y, sin embargo, como el niño delante de la tele, se interpone entre nosotros y el sol creyendo que es a ella a quien miramos, ángel mío, infantil inocencia, tontería universal.

El ángel con el que debo de estar hablando es casi gemela de mi alma gemela; sabe mucho de lo viejo. Es un ángel junto a mí que mira lejos; que hace todo cuanto puede por saber; mira atrás, mira sin más, mira el espejo… y el reflejo le devuelve ecos de ayer.

Ayer era su santo. Yo, torpón, lo celebro hoy.




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Ángel

Otra píldora pop-rock escrita para celebrar la existencia de mi cuñada Ángel. Yo la veo así. Eternamente fresca, alegre y profunda, mirona y cantarina. Quería decirle eso: que puede contar conmigo cuando haga frío, pero que me gustaría que nunca dejase de reír como ella sabe reírse cuando estoy alrededor.